Mi propuesta

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Extrañaba tanto hablar con Darien, pero desde ese día que nos besamos preferí cumplir mi palabra con Michiru. Lo miraba a lo lejos y veía como ella caminaba a su lado, tomando su mano y buscando su atención, mientras permanecía a la distancia, soñando despierta con el día en que fuera yo quien se colgara de su brazo. Suspiré tantas veces, en busca de sosiego para mi corazón, pero me era imposible dejar de pensar e imaginar que sus labios volvían a apoderarse de los míos.

Cuando Seiya quiso besarme la primera vez después del beso de Darien, sentí deseos de apartarme de algún modo, de buscar una excusa para evitarlo, pero no encontré ninguna más que mi propio egoísmo. Sólo estaba pensando en mi y en nadie más. Sabía lo doloroso que sería para él enterarse de que anhelaba los labios de otro, mientras estaba a su lado, mas sabiendo que eran los de su amigo.

Pero, ¿cómo evitarlo si había sido maravilloso?

Encerrada en mi habitación, buscaba la manera de centrar mis ideas y obligar a mi corazón a tranquilizarse cuando escuché el motor de un auto estacionarse. Pensé que era mi padre, por lo que me asomé a la ventana, temerosa de que llegara ebrio otra vez y tuviera que llamar a Darien como habíamos planeado. No me haría bien verlo en esos momentos y mucho menos estar en su departamento. Sin embargo, era su auto el que estaba afuera de mi casa. Casi me ahogo de la impresión. ¿Qué estaba haciendo ahí?

Estuve como quince minutos mirando hacia afuera, esperando a que hiciera algo o que al menos me diera un indicio de lo que buscaba, pero nada. Entonces, me armé de valor y salí, sin pensar mucho en lo que sucedería. No me podía quedar con la intriga. Caminé en silencio, hasta que me incliné al lado de la ventana del copiloto y pude verlo con la cabeza hundida en el volante. ¿Acaso se había quedado dormido?

—¿Estás bien? —le pregunté para comprobarlo. Entonces, alzó su cabeza y me miró fijamente con sus profundos ojos azules, como queriendo decirme algo importante. Tuve que esforzarme para no demostrar las ganas que tenía de abrir la puerta y besarlo ahí mismo—. Llevas mucho tiempo aquí, ¿necesitas algo?

Mi pregunta quedó en al aire unos minutos que se tornaron eternos para mí, mientras mis manos comenzaron a sudar frío, sostenidas de la puerta del auto. Estaba tan nerviosa, que mi corazón latía fuerte y su mirada tan penetrante no me dejaba respirar de forma normal. Quería algo, pero no me lo decía. Quizás... deseaba lo mismo que yo...

—Serena —me llamó al fin con su voz tan masculina—. ¿Te casarías conmigo?

¿Qué sentí en ese momento? Que el mundo se detenía a mi alrededor, y mis oídos no escuchaban nada más que el golpeteo de mi corazón acelerado. Solté la puerta, irguiendo mi cuerpo, mirando de un lado a otro en busca de alguna cámara escondida... porque de seguro era una broma, ¿cierto?

Volví a agacharme para mirarlo a los ojos y que en ellos encontrara un rastro que me indicara que me estaba tomando el pelo, pero no... no había nada en sus ojos más que ansiedad por escuchar alguna palabra de mi parte. ¿Se había vuelto loco?

—Darien... ¿Qué dijiste?

Le pregunté para estar segura de lo que había oído, quizás había sido una confusión mía solamente. Vi como su rostro pasó de ansioso a preocupado, desviando la mirada al frente. ¿Qué estaba pensando? Entonces, se estiró hacia la puerta donde estaba apoyada, haciendo un gesto para que me retirara porque la iba a abrir.

—Sube, por favor —me dijo, mirándome con sus hermosos ojos que me derretían.
—Pero... mi ropa... —acoté, echando un vistazo a lo que traía puesto que, por obvias razones de estar descansando en mi casa, no era apropiado para ir a ningún sitio.
—Estás bien así, Serena, sólo quiero conversar algo importante contigo —insistió.

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