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Un año después.

— Mi amor, no estés nervioso — Dijo tomando mi mano —. Ya estamos por aterrizar.

— Bien — Traté de relajarme soltando su mano y agarrándome del asiento.

— Al aterrizar te daré calmantes — Besó mi mejilla.

La idea de vivir aquí siempre fue mi sueño, que ahora estaba cumpliendo.

No había podido dormir en todo el viaje, algo dentro de mí estaba matándome desde que nos comprometimos, se estaba volviendo cansado el tema de la boda.

Siempre había querido casarme acá en Nueva Zelanda, pero ahora ni quería pensar en eso.

Todos los pasajeros bajamos del avión, apenas pude aspiré el aire fresco, agarré mis maletas y caminé al asiento más cercano.

— ¿Quieres que vayamos al hotel o vamos a comer? — Preguntó con su celular en la mano, sentándose a mí lado.

— Quiero dormir, pero tengo demasiada hambre — Mi mano fue a su lado para que me diera las pastillas.

— Bien, creo que hay un Subway cerca de aquí — Estaba mirando el mapa desde su celular, dejó su celular y empezó a buscar las pastillas.

Compré una botella con agua en la máquina expendedora, abrí la botella y eché la pastilla en mi boca al igual que un poco de agua.

Nos subimos al taxi que ya había llegado por nosotros, hice un par de fotos desde la ventana, era todo muy distinto a Estados Unidos.

El viaje fue corto, no estaba tan lejos el lugar.

Dimos con la casualidad que hubiera cerca una casa de cambio de moneda.

Luego de cambiar los dólares tradicionales a neozelandeses fuimos al Subway que estaba por la misma calle. Entramos y había demasiadas personas, pero al parecer la fila avanzaba rápido.

Pedimos nuestros sándwiches y nos fuimos a sentar.

— No te vez feliz para ser alguien que está cumpliendo un sueño — Dijo tomando de su bebida con las cejas levantadas.

Terminé de tragar y hablé.

— Lo estoy, solo estoy cansado, amor — Dije sutilmente.

Asintió insatisfecho por mi repuesta.

Comimos en silencio e incomodidad, al terminar solo nos levantamos y lo empecé a seguir.

Tomé su mano, pero él no quería agarrarla, insistí y agarró duro provocándome dolor.

No dije nada, solo seguí caminando.

Caminamos unas cuantas calles, pude ver el mismo hotel que habíamos visto en Internet.

Era lindo, cómodo y simple.

Me senté en sofá que estaba ahí dejando las maletas a un lado, él se acercó al señor de la recepción.

Me hizo una seña para que me levantará y lo siguiera.

— Es lindo — Dije mirando el alrededor del hotel, no dijo hasta que llegamos a una puerta que decía el número cuatro cientos once.

Cuando entramos nos encontramos con una habitación grande con tonalidades cafés y grises y vista tremenda a la ciudad.

Dejé las maletas al lado de la mesa de noche y me acosté en la cama. Sentí como se recostaba a mí lado y me abrazó por detrás.

Miré mi anillo, aún no podía creerlo.

Estaba a dos semanas de casarme con Ethan.

Modelo | JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora