XL

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Capítulo 40.

"El mundo sigue girando, aun cuando tú mismo te detengas.".

Madrid, España. 30 de Julio 2019

Quisiera volver. Todo me parece ajeno, me parece extraño. Regresé a mi casa, pero pareciera un lugar abandonado, sin el sentimiento de que vuelves a tu dulce hogar. Yo no pertenezco aquí, me sentía un extranjero. Las paredes se encogían y el eco de sus voces parecía atormentarme en mi cabeza, dándome cuenta, que estaba solo en este momento. Extrañaba las travesuras de Shami a la hora del desayuno, o las guerras de almohada. Y aunque no lo crean, también extraño ver las películas de las princesas o que Shami me tome como muñeca de salón de belleza.

No hay un solo momento en que malditamente no las extrañe.

Miraba el fondo de mi pantalla una y otra vez, deseando poder volver al tiempo y regresar con quien me pertenece. Reproducía una y otra vez lo vídeos cuando tocaba mi guitarra para ellas. Las extrañaba, pero no podía volver, no aún. De sólo pensar que dañé a la mujer que amo, que la abandoné a pesar de haberle prometido no hacerlo.   Dolía, pero dolía aún más no poder hacer nada para salvarlas. La espera me consumía y pareciera que ese día, fuera cada vez más lejano. Más imposible.

Eran las ocho de la noche, la luna se había asomado, recordándome una noche más, las millas que me separaban de quienes amo. Suena descabellado, pero ver la luna, te conecta con la persona en quien piensas. De niño, era con mi padre; ahora, con cada persona que ha arrancado un pedazo de mi corazón y lo ha robado para nunca devolvérmelo.

Dar el corazón es una de las decisiones más difíciles, porque caben las mil y un posibilidades de que todo acabe mal y se termine con un corazón roto. Cuando lo entregas a la persona que sabes que lo cuidará, es una decisión que no se toma por sí solo y menos conscientemente. Y sí, he entregado mi corazón a varias personas, unas me han destruido por completo y otras, otras me motivan a ser mi mejor versión. Pero cada entrega, es una lección, una fortaleza de acero, para un corazón de terciopelo.

Oré en voz baja, pidiendo por el futuro, algo tan incierto y falible.

Entonces volví al pequeño limbo, donde los minutos parecían horas y las horas segundos.

La puerta de mi casa sonaba una y otra vez, regresándome a la realidad, una realidad que no deseaba enfrentar por mucho tiempo; y sin ánimo, caminé y la abrí. Aunque lo que estaba detrás de ella, fue una agradable sorpresa, un pequeño color. Nunca se sabe, pero la vida te llena de impresiones.

—Creo que alguien pidió un abrazo a domicilio —sonreí al ver a mi hermana, con una maleta en la mano y una sonrisa única. Sin perder el tiempo, la refugié en mis brazos. La extrañaba, e inconscientemente, sabía que esto era lo que necesitaba. A mi hermana. Le di unas vueltas antes de dejarla en el suelo e invitarla a pasar, pero no me aparté de ella. Extrañaba su calidez y la sensación que me transmitía cada vez que estaba con ella.

—Gracias por venir — susurré contra su cabello, le besé varias veces en su rostro —. Lo necesitaba para poder estar de pie o no perder la cabeza. Lo más probable, que lo segundo.

Mi hermana me sonrió dulcemente y sujetó mi rostro entre sus manos. Se puso de puntitas y besó mi mejilla. Toria es una de esas personas que fácilmente puede derrumbar tus barreras y darte la serenidad que necesitas.

—Lo sé hermanito, lo sé. ¿Y sabes qué? No eres el único que lo está pasando mal. También te extrañan pero creo que les has dado una razón por la cual tener fe — yo asentí y bajé mi rostro. Mi hermana me sonrió con ternura y afablemente —. Ahora... quiero que sonrías. Me encanta cuando mi hermano me sonríe. Siento que él puede con todo y conquistar todo lo que se propone.

Hermosa Pertinencia (Beautiful Last Chance)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora