XXV

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*Llegaste tarde para la broma del día de los inocentes. Comenta aquí si caíste. *

Capítulo 25.

Buenos Aires, Argentina. 4 de junio de 2019.

Se divide en fracciones; puede ser minutos, segundos, días e incluso años. Se desvanece entre tus manos y en tus ojos. No se puede detener ni explicar. Lo ves y no lo tocas, sabes que se acaba pero no haces nada para impedirlo. Así de impredecible es el tiempo, una palabra con varios significados que se implementan en diferentes frases y reflexiones.

Para mí, en este instante, es una palabra que sobra. Porque todo se sentía correcto, con la persona correcta y el momento correcto. No recuerdo cuando desperté, incluso ni sentí el dolor de mi cuello por dormir en un rincón de la cama.

Ella, en mis brazos. Se sentía lo correcto. Se veía serena y podía observar por varios segundos más, perderme en su figura, en su aroma, en su sensibilidad y vulnerabilidad.

—¿Desde hace cuánto llevas despierto? —sonreí cuando su respiración empezó a hacerse más pesada. Su voz apenas era un suave sonido. Sonaba adormilada. Se removió entre las sábanas, buscando protección y calidez.

—No desde hace mucho —me sonrojé inmediatamente, llevaba minutos, tal vez horas, observándola como duerme. Y no tenía miedo de admitirlo, pero no a ella. Aún no.

—Eres un mal mentiroso —reí y giré mi rostro para toparme con su mirada penetrante por primera vez en el día. No había rastros de sus lágrimas, pero sí de su dolor. Y cuándo desearía poder borrarlo, ser esos brazos que la consuelen cada día.

— Culpable de todos los cargos y buenos días también a ti —ambos miramos el reloj en la mesita.

Dos de la mañana. La luna aún estaba en todo su esplendor. La sábana estaba completamente amarrada a la pequeña, dejando al descubierto los cuerpos de Evane y el mío.

—Aún no amanece— ella acercó una de sus manos a mi mejilla y la acarició con ternura, inclinando su cuerpo al mío y manteniendo una distancia tan pequeña y su rostro tan cerca del mío, que a estas alturas había un objetivo pero todo se había paralizado.

Y sucedió de nuevo.

Se congeló todo a nuestro alrededor. Su mirada no se separaba de la mía, sus piernas se abrieron levemente, inclinándose a mi lado. Mis manos bajaron hasta tocar las suyas y entrelazarlas. Ella me sonrió. El sosiego de la mañana y sus ojos brillando a la misma intensidad de siempre.

—¿Te encuentras mejor? — ella asintió, lentamente. Sin prisa alguna, y llámenme loco, pero sentí que nos acercamos cada vez más, inconscientemente. Ambos buscábamos nuestro calor... a nosotros mismos.

Tanto ella como yo traíamos aún puestas nuestras ropas y no sé si era mi imaginación pero estaba recostada en la cama con una pose tan angelical pero mis pensamientos eran los más impuros en estos momentos. No sé si era por tenerla tan cerca o porque nuestros corazones se sentían tan solitarios, que están buscando a quien devorar, a quien sentir y experimentar.

Mi mano dejó la suya, para usarla de apoyo y verla de mejor perspectiva.

Hermosa, simplemente hermosa.

De nuevo ese silencio, uno reconfortante aunque podía sentir como sufría dentro de ella y una parte de mí quería respuestas para poder ayudarla.

Ella me confió una gran parte de su pasado, un pasado que la ha estado atormentando. Nunca imaginé que hubiese pasado por un infierno. Esto me confirmó que era una luchadora, una guerrera, y sobre todo, una sobreviviente.

Hermosa Pertinencia (Beautiful Last Chance)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora