Primera Parte: I

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Capítulo 1.

Buenos Aires, Argentina. 8 de junio 1993.

—Vamos Devon, suelta mi pierna —negué con la cabeza y me aferré aún más fuerte a la pierna de mi papá, él despeinó mi pelo rizado y se agachó para quedar a mi altura—. Anda campeón, que un hombre guapo como tú, no le tiene miedo a nada. ¿Verdad? —sacó de mi mochila mi figura de Lion-O. Yo lo cogí lentamente y lo abracé, estaba un poco desgastada y sucia, pero era mi favorita. Al igual que mi remera que me había puesto hoy, de los Boca Juniors, era nuestro equipo favorito con mi papá, mirábamos los partidos juntos siempre, gritando hasta quedarnos sin voz y apoyando hasta el cansancio.

—No quiero ir a la escuela —susurro y le veo a los ojos. Mi papá me sonríe dulcemente y me abraza. Sonrisa que me alentaba cada día y me inspiraba.

—La escuela te gustará, es más, encontrarás amigos para poder jugar al fútbol —y eso me gustó. ¡Tendría amigos! Sonreí emocionado y le abracé de vuelta.

—Y les enseñaré como hago las tecniquitas papá —mis ojos brillaban y cerraba los ojos. Ojalá un día fuera como Maradona. Porque un día seré futbolista y meteré muchos goles. Me he esforzado mucho y sé que un día puedo llegar a marcar el mundo. Mamá siempre dice que contagio felicidad, y yo quiero un día llegarlo a dar todo en el fútbol, para inspirar a niños de cumplir sus sueños y ser felices haciendo lo que aman. Un día seré una estrella.

—Eso pibe, me enorgulleces —me volvió a despeinar y achiné los ojos. No me gustaba que hiciera eso, pero era un tacto tan cercano y cálido, que me recordaba su amor que me tenía.

—Adiós papá —besé rápidamente su mejilla y entré a mi aula. Había muchos chicos y... iugh, niñas. La única niña bonita era mi mamá y mi hermana.

Saludé a mi maestra y a todos los niños, la mochila me pesaba y rebota cada vez que camino. Comparado al resto de mis compañeros, era el más pequeño de estatura, y yo era el único de cabello loco aquí. Uno muy loco y único, eso siempre dice mi mamá.

—¡Niño brócoli! —gritó un niño y traté de ignorarlo pero todos empezaron a reírse. Quise hablar pero mejor me fui a sentar a primera fila, nada arruinaría este día. Iba hacer nuevos amigos, jugaría a la pelota y evitaría a las niñas.

Pero no fue así, los niños se alejaban de mí, me apodaron cabeza de brócoli y me decían "niño pobre, niño pobre". Y en la hora de recreo, nadie quería jugar conmigo a la pelota. Según ellos, mi pelota era fea, rota y no servía. La abracé fuerte y me fui a sentar a una banca sólo. Todos los niños estaban jugando, todos parecían tener amigos. Resoplé y me quedé viendo mis zapatillas, que no eran de marcas como las de los demás niños. Pero yo las amaba, papá me las regaló por mi cumpleaños, había trabajado muy duro para dármelas; incluso escuché a mi mamá enojada porque había gastado tanto dinero en ellas.

Pero yo no era pobre, mis papás trabajan muy duro para darme de comer y me dan regalitos, mi hermana también es feliz. ¿Eso es ser pobre?

—Hola —levanté mi vista y vi a una niña, pero ella no era fea, ella era bonita. Tenía unas mejillas sonrojadas, pelo largo negro con un lindo moño celeste. Tenía un vestido como los de mi hermana, pero ella era un poco más grande. Vaya, era muy bonita. ¡Cómo una princesa!

—Hola —sonreí y ella se sentó a mi lado. No he hablado con otra niña antes—. ¿Quieres jugar conmigo a la pelota?

—Los niños dicen que yo soy la pelota —ella bajó su rostro y cogí su mano. ¿Ella una pelota? Niños tontos, tal vez se sentían intimidados por lo linda que es. Ella sería mi amiga, no se burla de mí y a mi me gusta ver su sonrisa, sonaba como un buen plan.

Hermosa Pertinencia (Beautiful Last Chance)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora