IX

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Capítulo 9

Ibiza, España. 28 de diciembre de 2016.

Rubia, ojos azules, delgada y alta; mirada calculadora y ojos como si fuese el mismísimo hielo derritiéndose en ellos.

—N...—me acerqué a una rubia preciosa, futura cuñada de mi mejor amigo. No me molestaría porque eso significa pasar más tiempo a su lado pero, al parecer que yo me acercara a hablarle, no fue tanto de su agrado.

—No te acerques a mí y no intentes coquetear intento de chico bonito —abrí la boca repetidas veces pero la volví a cerrar, Auch, eso lastimó algo que se le llama: Orgullo. E hizo que cayera como cascada. Ella me miraba seria, como si le aburriera.

—Me dueles rubiecita y yo solo quería ser un caballero.

Da, konechno, dzhentl'men, chtoby ya mog trakhat'sya—ella rodó los ojos y fruncí el ceño.

Joder, no he tratado nunca con una rusa. ¿Será mi falta de práctica o porque esta mañana después de desayunar no me lavé los dientes?

Revisé mi aliento y no era para tanto.

—Supongo que eso fue una grosería, cuidadito y te escucha Daniel o Sebastian porque tendrás que pagar un euro —ella me miró con duda y antes de que me volviera a interrumpir, volví a hablar—. Puesto que sus hijos son los seres más hermosos y puros que vas a conocer; por lo tanto, si dices una mala palabra, tendrás que pagar porque significa mala influencia para mis ahijados. Así como escuchas, yo trato de ser un mejor tío cada día. Y tú deberías, si ya eres como parte de la familia, o bueno, si mi mejor amigo aplica rápido —a veces, solo a veces hablaba de más. Vi una sonrisa en el rostro de Sasha, lo que significa que ya la simpatizo—. No voy a negar que a veces se me escapan, pero por eso siempre llevo efectivo, además mi solecito de allá —señalo a Melody que estaba muy unida a una niña rubia—, me regaña muy seguido y dice que si no, me lavará la boca con cloro.

—Soy Sasha —no se giró a observarme, su vista estaba sólo en un lugar: Sebastian.

Vaya, vaya, pero que curiosidades de la vida. Las hermanas Pavlova estaban enganchadas a mi mejor amigo, eso si no me veía venir. ¿Será

—Y por lo que veo, te gusta Sebastian —ella automáticamente se giró para observarme seriamente, noté un leve sonrojo por su piel blanca como porcelana, pero su mirada era tan penetrante que supe que no tenía que hablar más. Había un misterio en ella. Sus ojos celestes no eran transparentes, llevaban un océano rebelde, nostálgico. Ella era un océano, fuerte e impredecible.

—Es atractivo —se limitó a decir. Por su respuesta supe que ella y yo teníamos algo en común, no éramos hechos para los compromisos. Había algo en su mirada, la podía reconocer, era la mirada de un amor perdido y con miedo a volver a amar. No la culpo, el amor es algo maravilloso pero se convierte en la mayor mierda cuando confiamos y nos entregamos.

—A lo largo de estos años he comprendido que a veces las palabras no son lo mejor para expresarse y una mirada como la tuya, revela las veces que has sacrificado tu felicidad por la de los demás y qué tu actitud fría y calculadora, solo es una fachada que te gusta presumir sin querer mostrar realmente lo delicada que es —ella sonrió sarcástica pero cargada de picardía, y alzó su vaso hacía mí, como si dijera salud a lo que acaba de decir.

—¿Y tú ricitos? Un corazón roto, una armadura alrededor de tu corazón, miles de noches de pasión sin llenar el vacío que tú sabes que nosotros no fuimos hechos para llenar.

—Creo que si fuimos hechos para llenarlo pero nos negamos a volverlos a intentar por el miedo de volver a ser rechazados —ella me dedicó una tierna sonrisa mientras componía su postura. ¿Acaso nos estábamos abriendo a nuestros mayores miedos?

Hermosa Pertinencia (Beautiful Last Chance)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora