Capítulo 9

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ICHIGO

Rukia no contestó el teléfono, una y otra vez, ¿Habría llegado a su casa ya? ¿Le habría pasado algo?, ingrese a un bar, era algo rustico, no tan extravagante, caminé hacia la barra, había gente que parecía disfrutar del chico con la guitarra al frente probando suerte, me tumbe en una silla, la cabeza me daba vueltas de tanto pensar.

—¿Qué va beber?— me preguntó un hombre tras la barra sin interrumpir la limpieza de la copa que sostenía en manos.

—Lo que sea— le dije —Fuerte, de preferencia— no era un experto en bebidas, pero esta noche deseaba olvidar, todo, la culpa me comía vivo, el regreso de Riruka había regenerado ese dolor que durante el día Rukia se llevó.

Ella, Rukia me hacía sentir mejor, no sé cómo lo lograba, pero era inevitable no estar bien a su lado, la necesitaba, y eso me hacía sentir culpable, egoísta. Sentía que la utilizaba, quería estar cerca de ella porque me hacía sentir bien, me entendía y no me juzgaba, entonces, porque le había pagado de tal forma, solo se preocupó por mí, ¿y yo qué hice?, le grite, descargué mi furia con la chica equivocada.

El primer trago de la copa ardía por mi garganta, quemaba, su sabor era algo desagradable, amargo, mi lengua palpitaba, pero era como una dosis de inconsciencia, sus ojitos asustados, esa imagen en mi mente, ¿qué necesidad tenía ella de esto? Si, ninguna, yo había llegado a su vida por obra del destino y me había infiltrado casi sin pedir permiso y ella me acepto dulcemente, me brindo su compañía, su tiempo, su amistad. Un trago más, ardía aún, pero ahora era más cálido, más inconsciencia, con qué cara la vería ahora, evitarla ni siquiera era una opción, era mi alumna, y yo era su profesor, debería verla en mi clase, mínimo, hasta que ella partiera a la universidad, Rukia perdón, no deseaba que el día terminara así, no quería gritarle, descargar mi furia con ella, pero lo había hecho, siguiente trago y otro y otro más. hasta que todo, parecía olvidado

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Una suave mano toco mi hombro, volviéndome un poco a la realidad y una voz familiar susurró, pero me sentía entresueño, no era capaz de responder.

—No Ichigo— insistió — iremos a CASA.

Esa voz dulce, podría apostar de quien era, levante con un esfuerzo sobrehumano la vista y mis ojos se toparon con un bello ángel en vestido negro y de largas pestañas.

—Rukia— su presencia me alegraba, pero que hacia ella allí junto a mi —Rukia, que bueno que eres tú... ah, pero ¿qué haces aquí? Espera ¿Qué hago yo aquí?— al hablar era como si alguien más controlara mis palabras, alguien que definitivamente me odiaba.

Lo siguiente fue como en cámara lenta, la lluvia fría, gélida que quemaba al contacto, pero ahora estaba con Rukia, ella no estaba obligada a ayudarme, pero lo hacía, era una buena persona, y yo un egoísta que solo pensaba en sí mismo.

Estaba tan arto de todo, de sentirme así cada día, cansado, dolido, encapsulado en mi mundo, con miedo a sentir...

—Ichigo, dale, no te detengas que llueve mucho.— me dijo.

—No tengo fuerzas Rukia— le confesé, sabría que ella entendería, mi pequeño ángel sabría de que hablaba.

—Yo estoy aqui, no te dejaré solo— A veces, esas palabras son todo lo que uno necesita y así sacar todo el dolor que hierve por dentro, aunque, lamentablemente para Rukia, ya no era algo que ella pudiera reparar.

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Querido Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora