Capítulo 12

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Cuando sentí que ya no tenía más lágrimas para derramar enjuague mi rostro nuevamente y me tumbe en la cama, de lado, pero con las piernas flexionadas intentando evitar el contacto con las sabanas por el ardor que esto me provocaba.

Respiro profundo y cierro mis ojos, encontrando un segundo de paz en mi interior después de lo caótico que han sido las emociones vividas de estos dos días.

Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo, cierro los ojos y dejo fluir el aire por mis pulmones sintiendo como levemente me vuelvo inconsciente del entorno.

No escucho nada, seguramente Ichigo se ha de haber marchado, quizá confundido por mi último comportamiento, me odio, me odio por ser tan yo. Por ser cobarde e inmadura, porque la de el problema soy yo y no soy capaz de enfrentarlo.

Oigo pasos en el pasillo y tocan a mi puerta.

—Rukia— es la voz de Ichigo —¡¿Rukia?!— repite al no obtener una respuesta de mi parte.

Intento abrir los ojos, intento responder, lo mejor sería no verlo cuando estoy aún algo sensible, pero no soy lo suficientemente capaz de pedirle que se marche, porque sé que con cada fibra de mi cuerpo que lo deseo cerca, que lo necesito cerca.

Mi boca se niega a pronunciar palabra, lo intento, pero parece como si fuera el trabajo más duro del mundo, me siento agotada.

La puerta se abre, noto como poco a poco su presencia está más cerca de mí. Entre abro los ojos y mi corazón se hincha de alegría al verle allí, de pie, lleva en sus manos un tazón que deja en la mesita de la lámpara junto a mi cama, y toma asiento, espero que hable, que me diga algo, o que me reclame porque no he respondido cuando llamó a la puerta, pero en cambio solo me mira y nuestras miradas se conectan, es increíble esa sensación, cuando lo miro y siento que comprende mi silencio, cuando sus bellos ojos color miel me hacen sentir que soy lo único que ven.

Sonrío, le regalo una sonrisa sincera, porque eso es lo que causa en mi cuando me mira de esa manera, alegría. El me sonríe de vuelta y agacha la vista.

Si tan solo pudiera oír todas las palabras que tengo tanto miedo de decir, porque está mal, porque él me ha confesado amar a otra, porque simplemente no está bien.

—Se ve mal— me dice rompiendo el silencio que nos había envuelto.

—Solo arde— le digo —No es tan grave.

—¿Quieres que te lleve con el médico?— me ofrece.

—No, no es necesario, es solo algo exterior, cuando el ardor baje estaré me...— un estornudo interrumpe mi frase —Perdón.

—Eso también es mi culpa— dice —Por la lluvia de ayer.

—Fue solo un estornudo, no creo que sea un resfriado, y lo de la taza de chocolate, eso ha sido cosa mía.

Hace una mueca ligera con sus labios, y respira, como tomando valor.

—Lo siento, siento mucho haberte arrastrado en mis problemas, tu has sido asombrosa conmigo, y no tienes idea de lo bien que eso me hizo sentir, no ser juzgado y ser simplemente aceptado, tomaste esos pedacitos de mi que andaban rotos y has intentado componerme, pero no soy algo que puedas reparar. Mira lo que te he causado.

—Ichigo, para ya— le digo molesta y me incorporo, ahora estoy sentada en mi cama —Esto, que no sé precisamente como describirlo, no es tu culpa, porque no me has obligado a nada, si esto es de asignar culpas entonces asígname la parte que me corresponde. ¿Sabes? he pasado mucho tiempo viviendo con personas que sienten lastima por mí, por la pobre chica huérfana de madre, con un padre que siempre está ocupado, creen que haciéndome ver como una víctima conseguían hacerme sentir mejor, pero no es así, no quiero que tú te conviertas como ellos.

Querido Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora