Capítulo 11

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—¡Ah!— me quejo de dolor, más por sus palabras que por el palpitante dolor que ha comenzado a generarse en mis piernas, donde el chocolate caliente se ha derramado por completo.

—¡Rukia!— dice él noto cierto tono de preocupación en su voz, preocupación por la torpe chica que ha soltado su tasa.

—Lo siento— me disculpo.

—Esto está realmente caliente ¿Estás bien?— Ichigo se incorpora y me ayuda a ponerme de pie.

—Yo...— intento decirle que estoy bien, pero mi voz no me ayuda, suena aguda, quebrada —disculpa, yo debo quitarme esto— lo miro a los ojos, con la esperanza que descubra el trasfondo de mis siguientes palabras, no pienso racionalmente, solo quiero que lo sepa —me duele, mucho.

Corro a las escaleras tan rápido como me lo permiten mis piernas palpitantes de ardor, siento ese picor en la nariz y la frente junto a ese horrible nudo en la garganta, siento como la vista comienza a ponerse cristalina y sé lo que ocurrirá, una vez más.

Cierro la puerta de mi habitación una vez estoy dentro y me apoyo en ella, tiro la cabeza hacia atrás y entonces ocurre, gotas gordas escurren por mi rostro, una tras otra, cierro los ojos y siguen brotando, mi aliento se quebranta, sollozos comienzan a salir de mi pecho mientras mis fuerzas no me permiten estar de pie más y me deslizo por la puerta hasta estar en cuclillas en la alfombra, mi llanto se vuelve más intenso.

Duele, duele porque sé que no hay motivo, duele porque sabía que no debía hacerme ilusiones, duele porque creí, desde ayer, cuando le vi a los ojos, que quizá sería diferente, pero sobre todo duele porque él me ha dicho que la ama a ella. Él ama a Riruka. Duele, porque sé que yo no soy ella.

Voy a mi baño y enjuago mi rostro, cambio mis pantalones por unos cortos, mi piel se ha tornado roja y arde, pero de cierta forma agradezco la torpeza de mis manos, si no de que otra forma podría justificar mi huída y mis ojos rojos del llanto, lágrimas necias escurren aún por mis mejillas.

—¿Quién eres tú?— le digo a la chica que observo en el espejo de mi baño —Mira cómo lloras, has perdido el control otra vez, ya no te reconozco.

—Yo soy tú, esa tú que habías condenado a esconderse todo este tiempo, pero no más— tengo la impresión que me contesta, más sé que simplemente es mi propia conciencia la que me responde, o bien, he enloquecido.

—¿Por qué ahora es diferente?— cuestiono.

—Lo sabes muy bien.

—No sé.

—Mientes, si sabes, ¿Por qué tienes tanto miedo de decirlo?

—Porque no puedo sentir esto, está mal.

—¿Qué sientes?

—Es imposible.

—Que parezca imposible no significa que lo sea.

—Él ama a Riruka.

—¿Segura?

—Él me lo dijo.

—También tiene miedo.

—Él es libre de amarla.

—Entonces, dime, ¿Por qué sigues llorando?.

—Porque no quiero que la ame a ella, no quiero.

—¿Por qué?

—Porque...

—Dilo.

—Porque yo lo amo a él.

No había motivo alguno para seguir engañándome a mí misma, por primera vez me había enamorado, por primera vez sentía que valía la pena sentir, que había encontrado una razón para luchar con mi necia manía de esconder mi corazón, pero me había enamorado de Ichigo, mayor que yo, mi profesor, y él, amaba a otra. 

Querido Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora