capitulo 7

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{capitulo siete} 





—Como sea —murmuró fastidiado sin bajar su ceja perfecta y sin mirarme mientras se quedaba desparramado en su asiento mirando a cualquier cosa con un aspecto arrogante y despreocupado.

—¿Entonces? —lo incité después de unos minutos para que dijera algo, pero él sólo se encogió de hombros y se quedó callado—. ¿No piensas decir nada? 

—No tengo nada que decir —musitó rodando los ojos. Demonios, el chico ya me odia. 

—Bueno, dado a que yo seré la nueva Señora Genova por un tiempo, deberíamos de empezar a comunicarnos abiertamente y todo eso —empecé a decir con una sonrisa floja en los labios. Justin sólo volteó su vista hacia mí hasta que deje de hablar, así que seguí hablando—: Deberíamos de empezar bien. Hagámoslo de nuevo ¿te parece? Mucho gusto, yo soy ____. 

—Justin —dijo. Eso nada más dijo el muy desgraciado. ¿Qué demonios?

—Duh, eso ya lo sé, est… —me detuve, porque decirle estúpido sería ilegal, por lo menos mientras estuviéramos ahí adentro—. Podrías empezar a hablar bien ¿No crees? 

—Estoy hablando bien —dijo de nuevo, sin ningún indicio de sonrisa en su cara. Suspiré para no matarlo y me relajé en mi asiento, coloqué mis codos en el escritorio y recargué mi cara en mis manos. 

—Mira, no soy precisamente la chica más paciente del mundo, así que si te dispusieras a ayudarme todo sería mucho mejor. Solamente dime cual es tu problema ¿Por qué tienes que estar aquí obligatoriamente?

—El director me odia, ese es el maldito problema —murmuró con enfado y tomó aire para por fin mirarme con una cara que no era de enojo, pero tampoco de simpatía exactamente—. Mira, no te lo tomes personal. No me gusta hablar con personas desconocidas, mucho menos con alguien que quiere sacarme secretos que no puedo andar contando por ahí. 

—Te entiendo, de verdad—musité y le sonreí— a mí tampoco me gustaría contarle cosas a una extraña que parece ser muy entrometida, pero digamos que realmente necesitas hablar conmigo de las cosas que no puedes andar contando por ahí, no puedes venir aquí todos los días y limitarte a responder mis preguntas con menos de cinco palabras.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué? 

—¿Por qué tengo que hablar contigo de esas cosas? —preguntó, rodando los ojos.

—Porque ahora yo seré tu psicóloga, consejera o lo que sea. Mi obligación es ayudarte, y no te puedo ayudar si no me das nada para hacerlo —expliqué, obteniendo nada más que una mirada enojada de su parte—. Mira, si lo que te preocupa es que vaya a decir algo a alguien, puedes irlo olvidando. No puedo hacerlo, es ilegal. Firme un contrato de confidencialidad, lo que significa que puedo ir a la carcel si hablo con alguien acerca de lo que tú me digas aquí.

Justin soltó una carcajada, pero no parecía muy divertido. Era más como una risa triste, vacía o algo así. 

—Y tú jamás harías algo ilegal ¿cierto? —se burló y volvió a soltar otra risa como la anterior. Como si tuviera su propio y genial chiste interno—. ¿Sabes cuanto tiempo me tomó para poder contarle algo estúpido como los nombres de mis hermanos a la señora Genova?

Yo negué con la cabeza sin alejar mi vista de su rostro.

—Medio año o más, ni siquiera me acuerdo, y siempre he venido diariamente —vociferó cansado—. No esperes mucho de mí, no soy alguien de quien puedas sacar provecho. 

—Bueno, quien sabe. Soy muy buena haciendo este tipo de cosas, puedo sacarte algo más importante en mucho menos tiempo —aseguré, y antes de que empezara a hablar levante mi mano para que se callara—. No creo que tu vida sea tan… complicada como para que no quieras decir nada, pero no importa, voy a intentar comprenderte, de todos modos aunque no me cuentes nada, ahí tengo tu expediente y puedo leerlo cuando quiera. 

—Suerte con eso, sexy —graznó, riendo de esa manera vacía de nuevo—. Mi expediente no dice más que mi nombre y mis clases, Leslie no tiene permiso para tener mi información ahí, pero ella sabe todo.

—¿Estás hablando en serio? —pregunté demasiado interesada y me agaché rápidamente para tomar ese maldito expediente y ver si lo que decía él era verdad. 

Por Dios, Justin tenía razón. Ese expediente no tenía nada más que sus papeles estúpidos para la escuela, su horario y cosas sin importancia. Nada parecido al de Carrie o al de Abraham, que eran muchas hojas de cosas privadas. Entonces ¿Qué demonios era lo que escondía Justin? ¿Que cosa era tan mala como para que ni siquiera pudiera estar ahí?



{...}





Colocamos todas las bolsas de compras en el sillón de la habitación de las chicas y nos acostamos en su cama, descansando después de dos horas de compras.

—No te he preguntado —dijo Nedime rodando tantito en la cama para mirarme a los ojos— ¿Como te fue con los locos de la escuela? 

—Bien —contesté—. Carrie es linda, Abraham no se presentó y... Oh, no sé si sabían esto pero Justin Bieber tiene que ir obligatoriamente, y créanme, eso no lo tiene muy contento. 

—Agh, ¿Justin, en serio? —se quejó Yamin, yo asentí—. ¿Tiene traumas? Ya me lo suponía. Cuéntanos todo. 

—Para empezar, si me hubiera dicho algo, sería totalmente ilegal que yo se lo contara a ustedes, y además, el chico no me quiere decir nada. Tuve suerte de sacarle una frase larga y completa, y fue solo cuando me dijo que no me iba a decir nada. 

—Eso es tan típico de él, hacerse el interesante, nunca decir nada —dijo Nedime con desprecio—. Lo entiendo pero... Se toma todo esto muy a pecho. 

—¿Todo esto? —pregunté. Las chicas solo mecieron sus manos al aire al mismo tiempo como si mi pregunta careciera de importancia. 

—Bueno, cuéntanos algo interesante entonces ¿Ya odias a Justin como nosotras? Eso sería genial, porque así, de alguna manera, podríamos... 

—No lo odio —interrumpí a Yamin—. Odio que no hable pero no lo odio a él. Es obvio que su problema es grande y el chico está trastornado, pero me gustaría ayudarlo.

—¿Ayudarlo? —repitió Nedime—. Deja que se pudra en su miseria... 

—¡Ya chicas! Díganme porqué demonios odian al pobre Justincito, tan bonito y sexy que es, no lo entiendo —murmuré con voz bajita y sacando mi labio inferior hacia afuera en un puchero fingido. 

—Te voy a decir sólo porque te amamos, pero es algo de lo que realmente no nos gusta hablar. En primer año, a sólo tres meses de clases, él jugó con nosotras como si fuéramos un par de... Agh, salía con las dos al mismo tiempo y nos tuvo de estúpidas como un mes completo —me explicó Yamin hablando con odio y con los ojos entornados—. Realmente me gustaba, yo... Estaba enamorada de él, como sea. Es un imbécil y no lo voy a perdonar. 

—Yo igual —dijo Nedime, luciendo apagada en lugar de enojada—. Y ni siquiera podemos decir que él haya sido de una manera especial con nosotras, Justin siempre ha sido Justin y no va a cambiar. 

—Oh, chicas —murmuré y negué con la cabeza—. ¿A que te refieres con que Justin siempre ha sido Justin, como es él o qué? ¿Tampoco hablaba con ustedes? 

—No, Justin no es alguien de muchas palabras —contestó Yamin—. Tenía mucha suerte si sonreía levemente en mi presencia. Lo único que hacíamos era besarnos y besarnos, bueno... de eso no me quejo. 

—Es su forma de ser, no habla bien con nadie que no sea su hermano o sus amigos —continuó Nedi—. Tiene problemas de ira o no sé que sea, el chico se pone como loco por cualquier cosa estúpida. El año pasado mandó a un tipo al hospital sólo porque sin querer chocó con él en un pasillo y tiró sus libros... 

—Oh —dije, sin poder decir nada más—. ¿Y por qué es así?

—No lo sabemos —contestó Yamin levantando si vista a Nedime un segundo de una manera extraña—. Pero debemos mantenernos alejadas de él, no es una buena compañía.

ρeω, ρeωDonde viven las historias. Descúbrelo ahora