capitulo 3

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{capitulo tres} 



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Estaba atrasada, como siempre. Iba a llegar jodidamente tarde al colegio.

Salté de mi vieja cama pequeña y rechinante, y empecé a caminar de un lado a otro desorientada de repente. Me puse el uniforme nuevo y planchado que Linda dejó en mi escritorio la noche anterior y no me importó arrugarlo de nuevo con mi brusquedad, yo sólo traté de ponérmelo lo más rápido posible.

El uniforme era muy, muy lindo, nunca antes había llevado uno. La falda era corta sin llegar a ser vulgar, con patoles grandes que hacían que mi trasero se viera como más parado, y cuadros con colores azules, tipo escocés. Me lucía bonita. La blusa era blanca, de una tela que se sentía fresca y que translucía todo, me quedaba bien.

Si me veo el cuerpo estoy perfecta pero... Mi cara, por Dios. Esto es un delito de la naturaleza.

Suspiré totalmente derrotada porque mi parte de arriba era todo un desastre espantoso, nada que ver con el aspecto que tenía en las mañanas cuando iba a mi bonito colegio en USA que empezaba a una hora normal, no a las seis de la madrugada como en locolandia o sea, Roma. No había manera de que eso se pudiera arreglar así que sólo lo ignoré recordándome a mi misma que, de hecho, pocas personas se me iban a acercar en mi primer día. Me puse las calcetas blancas hasta la rodilla y mis zapatos negros y, como si cepillaba mi cabello se iba a poner mucho peor, solamente lo recogí en una cola alta, escandalosa y despeinada que lucía bien. Me puse rímel en las pestañas, un poquito de labial y salí así.

—Pensé que jamás ibas a despertarte —me dijo mi papá cuando me vio llegando a la cocina y bajó su periódico para verme. Se veía genial.

¿Cómo es siquiera posible que él esté despierto siempre antes que yo y que siempre luzca bien? Yo jamás luzco bien a estas horas de la madrugada. Debí haber heredado ese poder.

—Bueno, ya estoy lista y es muy tarde, será mejor que nos vayamos de una vez —lo apuré quitándole su taza de café de las manos y jalando su traje impecable con impaciencia. Él suspiró lentamente y se levantó.

Conforme nos acercábamos a mi nuevo colegio me iba diciendo a mi misma que todo sería genial, que por lo menos me podría encontrar una amiga, digo, yo siempre era amigable, conseguirme una maldita amiga no sería muy difícil.
Yo no era de las tímidas precisamente, además todo el mundo consigue amigos, yo también podía hacerlo.

—¿Te das cuenta de que necesito un celular? —le solté a mi papá de repente, de la nada. No sé porque se me salió, ni siquiera estaba pensando en eso, pero era totalmente cierto, una chica no puede ir por la vida sin celular y menos en un país casi desconocido.

—Tienes razón —asintió sin mirarme—. Trataré de darte uno lo más antes posible y esta vez, sólo para variar, intenta no destruirlo ¿De acuerdo?

—Lo intentaré —bromeé. Aunque sería difícil, porque yo nací destruyendo celulares.

—Listo, ya estamos aquí —anunció mi papá aparcando frente a... Un maldito palacio.

Realmente ese era el colegio más grande, elegante, ostentoso y perfecto que mis ojos hayan visto alguna vez. Era como los colegios de las películas, como los colegios de los príncipes, no sé. Era simplemente genial.
Mínimo tenia cuatro pisos. Las paredes eran de un café claro, las ventanas eran grandes y largas con contornos blancos y pequeños balcones románticos, habían dos puertas gigantes de caoba por donde entraban todos los alumnos y una pequeña fuente frente a las escaleras para entrar que parecían interminables.

—Vaya —murmuré perdida, sintiéndome soñada—. ¿Cómo descubriste este lugar?

—Bueno, me lo recomendaron... Resulta que Dan Jolie es el director —anunció y mi cuello se volteo hacia él inmediatamente cuando escuché ese nombre, con una sonrisa gigante—. Y sí, tus gemelas están aquí.

—¡Oh dios mío! —exclamé emocionada y grité de una manera demasiado aguda que me molestó hasta a mi misma, mi papá me puso una mano en el brazo para que me callara— oh, que emoción, ya me voy a...

—Espera, mira, no puedes ir a ningún lugar ¿De acuerdo? No importa si acabas de ver a las gemelas después de tanto tiempo, no importa nada, tú no puedes salir de aquí hasta que yo llegue por ti.

—¿Qué? ¿Por qué tanto drama con eso?

—____, no me hagas preguntas —se quejó cansado—. Sólo no salgas, por favor, aquí... Este es un lugar peligroso.

—Claro, claro, cómo tú digas —rodé los ojos, enojada—. No saldré ni a respirar aire fresco ¿Contento?

—No exageres, mi niña, puedes salir y esperar en las escaleras a que yo llegue.

—Está bien —bufé y me acerqué a besar su mejilla—. Nos vemos en la salida.

—Nos vemos.

Salí del carro y azoté la puerta con una mueca, ajusté mi bolso Prada que decidí usar como mochila y miré mi falda y mi blusa de nuevo, sólo para comprobar que no tuviera nada al revés, chueco o simplemente mal puesto y tomé aire para empezar a caminar. Rodeé la fuente y cuando empecé a subir las escaleras un tipo rubio corpulento me chocó sin querer, pero con fuerza y con muchos kilos de más. Le gruñí enojada y él me sonrió tímido pero lo ignoré y seguí subiendo... Subiendo y subiendo y parecía que jamás iba a terminar de subirlas hasta que por fin lo hice y crucé las puertas de mi nuevo colegio. 

Fui un completo desastre la primera hora. 

Me perdí en los pasillos, hice el ridículo preguntándole algo a una chica que sólo hablaba italiano, tuve que buscar a la secretaria o lo que fuera la mujer que me dio mi horario, me perdí de nuevo, choqué con varios italianos estúpidos, presuntuosos y maleducados que sólo me miraron mal y, luego, por fin, encontré mi salón, lo cual no sirvió de mucho porque cuando llegué, efectivamente, todos estaban sentados y súper callados en sus asientos de un millón de dólares que no se podían comparar con los que tenia en mi anterior escuela publica.

ρeω, ρeωDonde viven las historias. Descúbrelo ahora