{capitulo once}
—¿A donde ibas? —preguntó serio cuando se alejó de mí, como si nada hubiera pasado, y yo tuve que tragar saliva y parpadear varias veces para despejarme de la sensación de sus labios rozando los míos. ¿No era eso injusto? Yo creo que sí. Yo creo que él debería de estar así de afectado como yo, o peor.
—Eh... a ningún lugar en especial, sólo estaba caminando —dije suavemente y me encogí de hombros—. Freddy nos dio el día libre y como no tengo amigos en mi salón era un poco incomodo estar ahí adentro.
—¿Freddy? —preguntó Chase confundido. Me reí nerviosamente.
—Oh, Freddy es mi profesor —expliqué, los tres chicos fruncieron el ceño al mismo tiempo. Hubiera reído porque fue gracioso, pero por algún motivo tenía esa necesidad de explicarme—. Yo... um, él es muy joven y llamarlo profesor como que no suena adecuado.
—De acueeeerdo —alargó Ron, luego carraspeó y se acercó a Chase, tomó su manga y lo jaloneó bruscamente—. Nosotros tenemos que ir a... ir a... bueno, sólo irnos. Te veremos en el almuerzo ¿cierto?
—Eso creo —contesté insegura y le di una mirada rápida a Justin para ver algún indicio de que había cambiado de opinión acerca de su invitación, pero él sólo se sentó de nuevo y no me miró nunca—. Nos vemos luego chicos, suerte yendo a... yendo a... sólo yendo.
Ron me dio una misteriosa mirada divertida y una pequeña risa, Chase me guiñó un ojo y ambos salieron corriendo, dejándonos casi solos en el gran patio. Sólo podía ver a una pareja besándose de una manera no apta para menores en la banca de al lado y a otros chicos sentados más lejos sin ponernos nada de atención.
—Entonces... —empecé a decir cuando ellos se fueron, sentándome al lado de Justin, a una distancia prudente donde nuestras piernas no rozaran como la noche anterior. Él estaba sentado con una pierna arriba de la otra, relajado y con su mandíbula fuerte, como siempre. Él se veía hermoso y no hacía ningún esfuerzo para eso. Había cierta melancolía y tristeza oculta en su mirada. Tuve ganas de hacerlo sonreír, pero él no lo hacía. Carraspeé y dejé de mirarlo—. ¿Por qué estaban ustedes afuera? ¿También se quedaron sin clases hoy?
—Sí —contestó volteando su cara hacia mí y mirándome de una manera extraña, dando por terminado su turno de hablar. Estuve a punto de golpearlo para que reaccionara, en serio. ¿Donde había quedado el Justin preguntón de hace un minuto? Bueno, sólo preguntó una cosa pero eso fue sin duda más de lo que me esperaba. Pensé por un minuto que cuando sus amigos se fueran, él se iba a convertir en otra clase de Justin. Uno tierno, simpático y hablador. Cosa imposible.
—Agh ¿Puedes, por favor, tratar de hablar un poco más conmigo?.
—No —contestó con su misma voz cansada sin cambiar ni siquiera un poquito su expresión fría y dura. Creo que mi cara de perplejidad fue muy obvia porque puso los ojos en blanco hacia mí y dijo—: ¿Que quieres que diga? No encuentro el sentido de hablar cuando no tengo nada que decir.
—No lo sé, Justin, lo que sea —puse los ojos en blanco, molesta—. ¿Te gustaría que me quedara aquí a un lado de ti, mirándote sin decir nada, y contestando tus preguntas con respuestas de una sola palabra?
—Creo que sería genial. Tu tendencia a hablar más de lo necesario no me gusta.
—Discúlpame por ser sociable, amable y linda, lo siento pero no puedo ser como tú —me crucé de brazos—. Si quieres ser mi amigo tendrás que aguantarme hablando tooooodo el tiempo. ¿Quieres ser mi amigo, verdad?
—Sí quiero —murmuró, como si no estuviera convencido. Lo miré con los ojos entrecerrados—. Es verdad, sí quiero ser tu amigo. Es sólo que me caerías mejor si no estuvieras siendo feliz y energética todo el maldito tiempo.
—Escucha, cuando... —me interrumpí cuando el celular de Justin sonó, él se movió rápidamente para sacarlo de su bolsillo. Lo miré atenta mientras miraba quien era y lo llevaba a su oído. Era obvio que le estaba llamando alguien importante porque ya no se relajó en la banca, de pronto se sentó erguido, sus ojos se volvieron más intensos y no quitaba su mirada de mí.
{Justin}
—¿Sí? —contesté.
—Hola, Justin ¿Te estoy interrumpiendo en clases? —preguntó Sebastián al teléfono.
—No, no se preocupe —negué repetidamente con la cabeza como si me pudiera ver y lamí mis labios muchas veces casi inconscientemente. Me puse nervioso sólo con su voz, era endemoniadamente dura e intimidante—. ¿Que necesita, señor?
—Quería pedirte un favor, es muy importante.
—Sí, señor. Lo que sea.
—Espera un segundo —lo escuché carraspear y luego hablar con otra persona en italiano. Claramente no estaba contento con esa otra persona. Tomé aire y lo solté, y luego lo hice de nuevo, y es que no sabía qué era lo que quería, el hecho de que el jefe me estuviera llamando justamente a mí no era algo normal. Nada normal. Nada bueno.
Estaba asustado y no podía quitar mi mirada de _____, era raro. Y ella tenía la culpa, me miraba intensamente, de nuevo como si me estuviera estudiando, de nuevo como si le hubiera pedido que me mirara, cosa que no hice y jamás haría. Ella juraba que me sabía leer a la perfección, que sabía muy bien que clase de persona era, y todo eso, y sí, acepto que había acertado en un par de cosas pero seguramente no tenía ni idea de que su padre era el que me había llamado y que yo me estaba muriendo de miedo con sólo escuchar su voz. Y hablando de eso otra vez ¡¿Por qué demonios me estaba hablando él justamente a mí?! No me lo puedo explicar, ¿Qué más quería que hiciera? Tener que soportar a su hija habladora y molesta ya era demasiado. Y sí, la chica como que me caía bien, pero sólo lo más mínimo posible. Realmente creo que si _____ no fuera de esa manera todo sería diferente, quizás incluso estaría disfrutando de estar con ella a la fuerza, pero ¿Porqué mierda me estaba mirando así de nuevo? Odiaba que me estuvieran viendo. Sus ojos verdes brillantes y vivos serían bonitos si no me estuvieran mirando así.
Si quitamos los ojos acusadores de su cara ella sería perfecta. Bueno, no perfecta pero sí muy... bonita. Pensándolo bien, sus ojos si eran bonitos y también quedaban con el resto de su cara, sus pestañas tupidas, largas y negras hacían que sus ojos lucieran aun más y me encantó eso, la chica sólo tenía la cosa negra en sus pestañas y un poco de brillo en sus labios y no podía competir con ninguna otra con la cara llena de porquerías. Sí, incluso con su ceño fruncido y mirándome de ese modo lucía hermosa... ¿Hermosa, de donde salió eso? Ella no era hermosa, no mucho. De acuerdo, sí lo era, pero un poco. Bueno, ya, miren como acaba de entrecerrar sus ojos bonitos hacia mí, como si me estuviera leyendo la mente.
Sí, creo que eres hermosa, y me gustan mucho tus ojos acusadores y me gusta como me miras cuando me estás estudiando. Pégame un buen golpe si me escuchas. De todos modos te sigo medio odiando y aun no te soporto.
—Lo siento, hijo ¿en qué estaba? —habló el papá de Ojos Bonitos, y tensé mi cuerpo de nuevo. Incluso había olvidado que tenía mi celular en mi oído—. Ah, sí... necesito que hoy te quedes con mi hija hasta la tarde, no te despegues de ella, por favor. Tengo que hacer un viaje relámpago a España y no me gustaría que se quedara sola si tardo mucho ¿Podrías hacer eso por mí, muchacho?
—Eh.. sí, sí, por supuesto —respondí, intentando no hacer ninguna mueca inconforme. Obviamente voy que decir que sí, obviamente tengo que ser amable con usted, no quiero amanecer en algún calabozo siendo jodidamente torturado, prefiero pasar tiempo con Ojos Bonitos—. De hecho ahora mismo estoy con ella.
—¿Yo? —articuló ella, sorprendida. Asentí y la niña frunció el ceño.
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ρeω, ρeω
Genç KurguJusto cuando pensé que mi vida no podía ser más malditamente complicada, llegó él a poner todo de cabeza. Aun más de lo que ya estaba. ¿Quien lo iba a decir? Me enamoré del tipo menos... Menos como yo. "Quizás tú estás deseando un cuento de hadas...