{capitulo treinta y seis} parte II

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{capitulo treinta y seis} parte II

Habían pasado sólo cuatro días y medio desde que _____ se había ido a Verona con Suavecito y yo había estado actuando como si la chica se hubiera ido a la guerra en Irak y no la volvería a ver nunca. Creo que incluso había contado las horas. Odiaba decirlo y comprobarlo, pero como que ella se convirtió en mi rutina o algo así. Era demasiado raro no verla en todo el día y de verdad la extrañaba. Más que nada en las noches... ¿Quien diría que iba a extrañar tanto a alguien tan molesto como _____? Porque ella era molesta, pero supongo que todo lo demás lo compensaba.

Hablábamos por celular casi todo el día, pero no era lo mismo a tenerla a mi lado, sobre todo porque sentía como que estaba hablando con una niña de trece años. Así de suave sonaba su voz.

Tomé otro largo trago de lo que fuera que estaba en mi vaso y mientras sentía el ardor cubrir mi garganta, logré ver a Marco D'evillet tambaleándose hacia una sala sola y al parecer hablando consigo mismo. Él, para mí, era uno de los principales sospechosos. Mi papá lo negaba porque el señor D'evillet era, según esto, muy confiable y servicial con el señor Ferré. Pero Marco era un maldito imbécil y yo sabía que nos odiaba a todos y planeaba en secreto nuestra muerte dolorosa y lenta.

Cuando llegué a la sala donde Marco estaba, me senté frente a él. Me incliné hacia la mesita, jugué con una jeringa y me agaché en la mesa, poniendo polvo en mi nariz pero no ingiriendo nada. Sólo quería que él pensara que yo estaba igual de mal que él.

Marco levantó la cabeza y me miró como preguntándose qué demonios hacía ahí sentado con él.

-No te molesta que te haga compañía un rato ¿cierto? Todos mis hermanos están ocupados.

-¿No te molesta a ti hacerme compañía, príncipe?

¿Principe?

-Porque Dios te libre de tener que pasar un tiempo con alguien que no tenga tu tipo de sangre azul positiva -se burló, riendo con los ojos casi cerrados por completo- ¿Qué ha cambiado? ¿Te diste cuenta de que soy casi tan rico como tú, y ahora soy digno de tu tiempo? Porque cuando tuve el atrevimiento de ser clase media, no me merecía ni tu mirada.

-¿De qué mierda estás hablando?

-Resentimientos del ayer, lo siento -se rió y luego se tiró hacia atrás- sólo tenía que sacarlo.

-Bien -dije entre dientes. Teníamos catorce años ¿por qué no sólo lo supera? Además lo trataba mal porque no aguantaba mi mierda como todos los demás, no porque fuera clase media- uh... ¿Cómo estás?

-Extrañado. Muy extrañado de que estés aquí conmigo -contestó con sinceridad y luego parpadeó muchas veces. Su pupila estaba totalmente dilatada, pero al parecer aun tenia algo de control en si mismo- no debería fraternizar con el enemigo. Me van a regañar por esto.

-¿Enemigo? -pregunté, emocionado. Quizás podría tener al fin una maldita respuesta.

-¿Donde está esa princesa tuya? -susurró, ignorando mi pregunta y haciendo que mi espalda se tensara y fuera recorrida por un estremecimiento. "Princesa" era como la llamó el calvo que nos tomó, y como decía la amenaza que recibió el señor Ferré. Eso obviamente era algo importante, y Marco obviamente tenía algo que ver- tengo entendido que son mejores amigos por siempre, amantes o algo así y están juntos todo el tiempo.

-¿Estás bromeando? -me burlé, como si fuera ridículo- te diré un secreto, ahora que estamos arreglando nuestras viejas diferencias. Odio a esa maldita perra estúpida y al cerdo creído de su padre.

Él frunció el ceño profundamente y me miró confundido y con un nuevo sentimiento en los ojos, como si de pronto se diera cuenta de que no era tanto un enemigo. Eso es, imbécil, confía en mí tus sucios planes.

ρeω, ρeωDonde viven las historias. Descúbrelo ahora