{capitulo ocho}
Llegué a mi casa gracias al chofer de las gemelas, sintiéndome toda una chica rica, cargando miles de bolsas y bajándome de un auto lujoso manejado por un chofer y toda la cosa. Definitivamente nunca había sido una chica rica, o bueno, al parecer si lo era pero mi papá administra y me esconde muy bien todo el maldito dinero.
—Estoy aquí —grité cuando entré a la casa, pero nadie dijo nada, se me hizo raro que no hubiera nadie ahí, por lo que grité más fuerte:— Hooola ¿Hay alguien?
—Hola señorita, estoy haciendo la cena —contestó Linda desde la cocina. Sonreí, coloqué todas las bolsas en el sofá más grande y empecé a buscar lo que compré para ella.
Linda era una mujer hermosa como de máximo treinta y cinco años. Lucía mucho como mi mamá, por lo que yo automáticamente le tomé cariño. Además era muy como su nombre, o sea linda.
Encontré los pantalones que compre para ella, uno de malla negro y un jean obscuro, caminé hacia la cocina para enseñárselas.
—Hey, Linda —dije cuando entré, ella volteó un poco de su deber y me dio una dulce sonrisa—. Fui de compras con las gemelas y te traje un regalo.
—¿Un regalo? Oh, señorita, no se hubiera molestado —murmuró bajando la flama, tapando algo y volteándose hacia mí con la mirada apenada.
—¿Estás bromeando? Los vi y dije: ¡Estos son para Linda! —dije y se los enseñé, deseando que le gustaran tanto como a mí—. Um, no sé como vistes porque siempre estás con ese uniforme, pero de verdad te verás fabulosa en estos. Y no me llames señorita, por favor, sólo dime _____.
—Muchas gracias —dijo por fin, sonriendo de verdad y tomando los pantalones para verlos bien—. Son geniales, ____.
—¡Lo sé! Me alegra que te gusten. Um, por cierto ¿Donde está mi papá? Compre algo para él también.
—Está en su despacho, tiene invitados. De hecho van a cenar aquí.
—Ya decía yo que toda esa comida no podía ser sólo para nosotros —apunté al montón de sartenes y platos acomodados. Ella rió—. Bueno, dejaré estos en tu habitación y le llevaré su regalo a mi padre querido. Nos vemos en un rato.
Le había comprado a mi papá una camisa verde bajito, era bonita y esperaba que rompiera de una vez su rutina de siempre de usar pura ropa negra, como si estuviera de luto todo el tiempo.
Caminé a su despacho en el sótano lentamente, no voy a mentir, me daba un poco de miedo porque jamás había ido antes y el pasillo que llevaba al sótano era demasiado pequeño y obscuro. Apreté la camisa contra mí, como si me fuera a salvar de algo y toqué la puerta cinco veces, desesperadamente.
—Pasa —dijo alguien desde dentro y no lo dude ni un segundo, pasé rápido, cerré la puerta con mucha fuerza y me quedé unos segundos recargada contra ella considerando lo estúpida que era por tener miedo sólo por pasar por un pasillo pequeño. Y cuando me volteé de nuevo, vi a los invitados de mi papá, que eran como diez hombres, o más, y una mujer bonita, y todos me veían fijamente.
—Um, hola —saludé, sonriéndoles a todos ellos uno por uno. Empecé por la mujer que me sonreía como si yo fuera un ángel, una diosa o algo así y seguí con el hombre y los otros chicos. Chicos guapos, eh, perfecto. La mayoría lucían de veinte o menos, y entonces posé mi mirada en el ultimo chico guapo que me veía como si fuera... Um, un alíen. De acuerdo, así no. Sólo me veía realmente sorprendido—. Hola, Bieber.
{Justin}
Oh, mierda. La chica loca que se cree una psicóloga es la hija del jefe. La chica loca, metida y molesta es la hija del jefe. La chica loca, metida, molesta y caliente es la hija del jefe.
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ρeω, ρeω
Teen FictionJusto cuando pensé que mi vida no podía ser más malditamente complicada, llegó él a poner todo de cabeza. Aun más de lo que ya estaba. ¿Quien lo iba a decir? Me enamoré del tipo menos... Menos como yo. "Quizás tú estás deseando un cuento de hadas...