10. Carmen

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(Ciudad de México, hace un año)

El lugar estaba húmedo, había luces neón por todos lados. Las paredes estaban completamente grafiteadas; se escuchaban unos gritos espeluznantes por todo el lugar.

Carmen tenía puesto una camisa y unos pantalones de látex, estos, tenían una apertura que revelaban su vagina.

Ella estaba de pie a lado de una tipa amarrada de pies a cabeza con una cuerda y unos ganchos atravesados por su piel.

—Silencio mi vida, todavía aún falta lo bueno, esto es apenas el comienzo —le dijo Carmen a la pobre mujer.

—Yo sé que esto te encanta mi cielo, sé que disfrutas ese dildo entre tus piernas, mientras clavo otro gancho en tu piel.

La tipa volvió a gritar, esta vez aún más fuerte. Tal parece que sentía todo, menos el supuesto placer del que le hablaba Carmen.

—Es tan excitante escuchar tus aullidos de placer mi amor, me estás provocando un orgasmo —dijo Carmen extasiada—, mientras se sentaba junto a su víctima.

La tipa estaba llorando y tratando de pedir auxilio, pero su boca estaba atascada de cinta de aislar.

—Ya casi es tiempo del gran final mi cielo, no te vayas adelantar, ¡eh!

La chava seguía gimiendo y tratando de liberarse, pero era imposible.

—¡Oh! sí, así, quéjate, grita, estoy cerca... —dijo Carmen mientras se masturbaba—, ¡ya casi!

Carmen tomó una pistola que estaba cerca de ella y la apunto hacia la tipa.

—¡Cuando te mueres! ¡Me fascinas más! —gritó Carmen al dispararle en la cabeza.

Ella dejo salir un grito de placer y se vino por todo el piso.

—¡Oh!, qué rico mi vida, ¡qué rico! Es la muestra de amor más satisfactoria que alguien me ha dado. ¡Sí! —dijo Carmen mientras se sobaba sus pezones—, lastima que esto dura muy poco —dijo mientras aventaba la pistola lejos de ella.

Carmen respiró profundamente, varias veces. Inhalaba y exhalaba despacio. Hasta que se puso de pie y arrastró el cuerpo de la tipa hasta una enorme caja. La levantó y la metió.

Muy cuidadosamente colocó una tapa encima, sacó unos clavos, un martillo y comenzó a sellarla.

—Me esperarás aquí hasta que regrese mi vida, estoy muy feliz de haberte tenido —dijo Carmen, soltando una pequeña risa entre dientes.

Carmen se dirigió a un pequeño closet, sacó ropa limpia, se desnudó y comenzó a cambiarse.

—Está playera de "Guns & Roses", es mi
favorita —dijo mientras se veía en un pequeño espejo.

Al terminar de cambiarse, Carmen apagó la luz neón y prendió un aromatizante enorme. Subió unas escaleras de madera y salió de la habitación.

Carmen se encontraba caminando por las calles de la Colonia Roma, siguió caminando unas cuantas cuadras más, hasta toparse con una pequeña estética infantil, se metió y saludo a sus compañeras.

—Hola Liz, Fabi y Yuri, ¿cómo están?, buenas tardes.
—Hola Carmelita, buenas tardes —le contestó Liz y las demás casi al unísono.
—¿Cómo pinta la tarde? —preguntó Carmen.

—Está un poco tranquilo hoy —dijo Yuri—, ¡tienes cita con tu persona favorita!
—¡Ah! ¿Vendrá la pequeña Dany a verme hoy?
—Sí, así es. De hecho ahí viene bajando del carro de su mamá —le dijo Liz, señalándole hacia la ventana.
—Ahí viene mi hermosa Dany —dijo Carmen en voz baja.

Por la puerta de la estética, entró una pequeña de ocho años de edad, güerita y súper sonriente.

—Hola mi amor, ¿me extrañaste mucho?
—Sí, le había dicho a mi mamá que me trajera desde la semana pasada —dijo Dany.
—Seguramente se le complicó a tu madre traerte, pero no te preocupes, tengo las tijeras mágicas que tanto te gustan para transformarte en una bella princesa.
—¡Yei, Gracias! —dijo Dany.

En aquel momento, la mamá de la pequeña entró por la puerta de la estética y saludo a todas.

—¡Ay! muchachas, perdóneme, no quise faltar tanto tiempo. Carmen, seguro nos extrañaste.
—Todos los días señora, todos los días. ¿Cómo no iba a extrañar a esta dulzura —le dijo a Dany mientras le tomaba la nariz con ambos dedos.

Dany sonrió y se apresuró a sentarse en la silla para iniciar su corte.

—Mami, ¡Carmelita me va a dejar como princesa!
—Así si es hija, Carmelita es súper buena con las tijeras —dijo la mamá de Dany.
—De eso no cabe la menor duda —dijo Carmen con una muy sutil sonrisa.

Carmen tomó sus tijeras y comenzó a cortarle el cabello a la pequeña con delicadeza.

Serotonina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora