28. Infierno

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(Proyecto: Dante. Habitación Y. Aula única)

Carmen se puso de pie tan aprisa que Mariano cayó en la cama. Ella sostuvo una jeringa en su mano derecha y se la clavó en la pierna.

—¡Mariano! —grité.

Él también gritó de dolor y se quedó tirado en la cama.

Carmen estaba sonriendo y mordiéndose uno de sus dedos.

—Así es como quería que esto pasara, el más testarudo rendido a mis pies y el más noble al filo de mi cuchillo —dijo Carmen.
—¿¡Qué chingados le inyectaste!? —grité.

Ella se rió aún con más descaro. Mariano se estaba quedando inconsciente.

—Solo le di algo para que podamos jugar a gusto Sergio querido —dijo dando cuatro pasos hacia mí—, sabes, nunca lo he hecho con hombres y admito que solo lo he querido hacer con ustedes dos.

—¿Qué clase de demente eres Carmen? ¿Todo este tiempo, te ocultaste frente a nuestras narices?
—La gente solo ve lo que quiere ver —dijo acercándose aún más—, Cecilia fue la primera de nuestro grupo en darse cuenta, y ahora, la guardo muy en el fondo de mi corazón, por darme el sexo más placentero de mi vida.

—¡La mataste! —le grité.

—Para mi, la muerte es el mejor climax que existe, es el acto que deja todo impreso en el tiempo —dijo sonriendo, avanzando aún más.
—Estas mal, muy mal —le dije asustado.
—Ya fue mucho hablar Sergio, déjame enseñarte lo que es el sexo de verdad —dijo.

Carmen corrió hacia mí y amenazó con inyectarme. Me desplacé lo más rápido que pude hacia las escaleras, ella estaba detrás de mí, como si fuera un animal con rabia. Podía sentir su sed de sangre, su desesperación por mutilarnos; tal y como lo hizo con Cecilia.

—¡Ven Sergio! ¡Te llevaré a mi habitación para divertirnos más! —me gritó Carmen.
—¡Aléjate de mi pinche loca!

Corrí dándole la vuelta a la habitación.

"¿Cómo demonios iba a rescatar a Mariano y ha librarme de ésta maniática", pensé.

En aquel momento, me di cuenta qué Carmen ya no me estaba siguiendo, se había regresado, para estar con Mariano.

—¡Sergio! ¡Baja ahora o le corto la garganta a tu novio! —gritó.

Mi corazón se detuvo, vi que tenía su cuchillo en su cuello.

—¡No, por favor, no lo hagas! —le dije.
—Baja entonces, querido.

Me quedé inmóvil y, después de unos segundos, comencé a bajar las escaleras.

—Bien, así es... baja mi cielo —dijo Carmen.

"¿Qué diablos voy hacer ahora? Sería capaz de decirle que me haga lo que quiera, pero que a él lo dejara en paz", pensé.

—Se ve que le tienes mucho cariño. Ven, siéntate frente a mí —me dijo.

Le obedecí, mantuve mis manos levantadas y traté de no hacer movimientos bruscos. La vida de Mariano dependía de eso.

—Te voy a dar varias lecciones este día. Una de ellas, es aprender a amar el dolor; después, comprenderás que si una persona a la que amas, muere, tiendes a recordarla más —me dijo.

—Haz lo que quieras conmigo, solo déjalo tranquilo —le dije.

—¡Aún no he terminado! —dijo Carmen levantando su voz—, te estoy diciendo que la lección es para ti, no para él. Vas a sentir el más bello placer qué jamás hayas sentido, ¡y lo vas a recordar por siempre!

—No necesito de tus pendejadas para recordarlo —le dije.

Me di cuenta que la mano derecha de Mariano estaba sujetando la botella con firmeza.

—Eso está por verse —dijo Carmen.

En aquel momento, Mariano clavó la botella en la yugular de Carmen, apartó el cuchillo que lo tenía amenazado y rodó hasta caerse de la cama.

Carmen se levantó con brotes de sangre fluyendo de su cuello y su boca, le era imposible hablar ahora.

Ella tomó la botella y se la quitó, complicando su hemorragia.

Corrí a ayudarle a Mariano, quién no podía mantenerse de pie. Seguía bajo los efectos de la sustancia que Carmen le inyectó.

Lo alejé lo más que pude de ella, arrastrándome por el piso. 

Carmen mantuvo una mirada colérica. Caminaba hacia nosotros como si un muerto hubiese vuelto a la vida.

—El... infierno —dijo mientras caía al piso y convulsionaba.

Mariano y yo estábamos atónitos ante su muerte. Nunca me imagine el monstruo que habitaba dentro de ella. Se me hacía alguien tan tranquila; incapaz de lastimar a una mosca siquiera. Aveces rara, pero nunca al grado de mutilar a las personas para sentir placer.

"¿Qué clase de enfermedad es esta? Este ambiente tan sanguinario tenía que acabar", pensé.

Jamás quise estar en esta circunstancia, pero fue mi culpa, fue mi decisión.

Lo único bueno de esto, fue Mariano, de no haber entrado aquí, jamás hubiera sentido esta conexión con él.

Verlo con vida después de estar al lado de esa loca, me hizo sentir afortunado.

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