13. Jungla

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Abrí mis párpados cómo si pesaran 20 kilos. Lo primero que vi, fue a André acostado a mi lado, desnudo y durmiendo con tranquilidad.

Me tomó varios segundos reconocer que él era real. Que esto no era un sueño, que en verdad me había acostado con uno de los hombres más sexys en la tierra; con uno que se parecía a mi crush en la secundaria.

"Qué loco está esto, esto es tal cual cómo me lo imaginaba en aquellos tiempos, tener sexo con mi crush en una jungla".

Me senté en la cama redonda y me estiré como un gato, mientras terminaba de entrar en razón.

Apenas y me acordaba que André había mencionado algo sobre un pequeño cuarto frente a nosotros.

Miré por todos lados hasta topar con una casa pequeña escondida entre la vegetación.

"Creo que eso es un poco más grande que un cuarto", pensé.

Decidí inspeccionar el lugar, sin ponerme mi bata y mis sandalias. "Al fin y al cabo ya me vieron coger".

André seguía profundamente dormido.

Di unos cuantos pasos hasta llegar a la puerta de la estructura y la abrí lentamente.

El lugar tenía varias velas sobre unos candelabros y unos muebles tapizados de color rojo.

Me recordó al castillo de Dracula o la sala de algún magnate. En el centro había una pequeña mesa con una charola, cubiertos y una nota que decía: "Buen provecho Sergio".

Me apresuré a descubrir que había debajo de la charola, sentí que mi estómago rugió como un animal feroz. 

Me senté y quité la cubierta. Un delicioso espagueti a la boloñesa me esperaba, uno de mis platillos preferidos. Tomé los cubiertos y comencé a comérmelo como si mi vida dependiera de ello.

A un lado de la charola había un vino; el cual, hacia la combinación perfecta.

Me deleité con todos los sabores, la carne, la mantequilla, los toques de ajo y sal. Todo me supo a gloria.

Al terminar de comer, me recosté en la silla y esperé a que se me pasará el famoso: "mal del puerco". Por desgracia, el vino no me funcionó como digestivo.

Me había concentrado tanto en él hambre, que no me había puesto a pensar, en quién pudo haber hecho esto para mí. "¿Habrá sido André? ¿Pero cómo? El plato estaba caliente cómo si lo hubieran servido segundos antes que me despertará. Bueno, pudo haber sido alguno de los tantos doctores y científicos que nos observan", pensé.

Al voltear hacia la izquierda, vi que había un pequeño baño y una regadera.

"Por ahí hubiera empezado".

Me puse de pie y decidí ir a bañarme antes que André me llevará a la habitación equis, qué seguramente iba a estar igual o mejor que el tiempo qué pasé con él.

Después de unos minutos de disfrutar el agua caliente y recordar el cuerpo de André sobre mí, salí de la regadera y me sequé con una toalla blanca que había sobre un pequeño mueble.

Me miré en el espejo para tratar de acomodarme el cabello y me lavé los dientes con un cepillo que había en el lavabo.

Al observar mi reflejo, me di cuenta que mi bata y mis sandalias estaban colocadas en la silla donde había comido.

Escupí la pasta en el lavabo y enjuagué mi boca. Comencé a caminar muy despacio hacia el pequeño comedor de la casa.

—¿Comiste bien?

Me espanté y retrocedí un poco. No me percaté que André estaba parado entre los muebles y la penumbra.

—Perdóname, no me di cuenta que estabas aquí —le dije.
—No, discúlpame a mí, te debí de haber avisado antes —me contestó André.

Caminé hacia él, tomé la bata y me puse mis sandalias. Sin importarme que me viera desnudo.

—Descuida, fui muy torpe al no fijarme —le dije.
—¿Qué tal estuvo el espagueti? —me preguntó.
—Riquísimo, solo no entiendo cómo supieron que era mi favorito y cómo llegó a estar listo justo cuándo me levanté.
—Eso es parte de la magia de este lugar, no quiero recordarte que nos observan, es mejor que disfrutes cada momento mientras vivas aquí —me dijo mientras abría la puerta de un guardarropa y sacaba una pequeña jeringa y un frasco de alcohol—, es tiempo de tu segunda dosis.

—Ya veo, esa cosa hace que me ponga más caliente de lo que ya soy —le dije.
—Puede ser, es parte de sus efectos secundarios. Pero lo más importante, es que te permite tener relaciones sexuales sin preservativos y sin prejuicios —me contestó muy amablemente.
—Aún no sé cómo esto me va a liberar de mí adicción. Tan solo de verte ahí parado se me para —le dije.

André se rió y me deslumbró con su sonrisa.

—En verdad eres un tipazo Sergio —me contestó acercándose a mi con la jeringa—, vas a ver qué todo estará bien, confía en mí.

Le contesté con una leve sonrisa y extendí mi brazo frente a él. André comenzó a buscar una de mis venas y me colocó el alcohol muy sutilmente. Por fin, me inyectó la segunda dosis de la vacuna y de nuevo sentí ese golpe de electricidad en mi cuerpo.

—Por cierto, me encantó sentirla dentro de mí. La tienes tan grande y te comportas como todo un macho cuando me coges —le dije.
—Si te encantó lo qué pasó entre nosotros, vas a disfrutar esto aún más...

De pronto el guardarropa, de donde había sacado la jeringa, se hundió en el piso cómo si fuera un elevador, revelando una puerta metálica que decía: Habitación "X".

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