26. Metal

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(Proyecto: Dante. Habitación X. Aula 1)

Mariano y yo no supimos que hacer, nos quedamos paralizados durante varios segundos.

Hasta que él, tomó la iniciativa, agarró mi mano y comenzamos a correr hacia las gradas.

—¡Rápido! —gritó mientras me jalaba.
—¡Esto está bien jodido! —grité.

Los jugadores de fútbol venían atrás de nosotros con intención de lastimarnos o someternos.

No creo que exista la manera de dialogar con ellos.

—¡Atrápenlos! —gritaron.

Mariano y yo saltamos las gradas y corrimos lo más rápido que pudimos. Pero mis ex compañeros iban aumentando el paso.

Tratamos de alcanzar la puerta contraria para llegar a la habitación "y". Pero nos estaban rodeando para evitar alcanzarla.

—¡Por aquí Serch! —me indicó Mariano.

Él me llevó a una escalera que llevaba hasta unas lámparas enormes.

"Me imagino que los usaban para iluminar al resto de la cancha".

Comenzamos a subir lo más ágiles que pudimos; fui yo primero y Mariano me siguió.

Dos de los jugadores estaban apunto de alcanzarlo, pero él le dio una patada en la cara y lo hizo caer hacia las gradas.

—¡Vas bien Serch! Solo un poco más —me dijo.

Al llegar a las lámparas, había un piso enrejado dónde nos podíamos parar y seguir corriendo.

Subí lo más ágil que pude y me quité del camino para que Mariano pudiese subir.

Él prácticamente se impulsó para llegar aún más rápido y pateo la escalera en cuanto llegó al camino enrejado.

Los cinco jugadores que estaban tratando de subir, azotaron contra el piso en cuanto la escalera salió de su firme.

Ambos terminamos exhaustos, acostados uno encima del otro.

En aquel momento, escuché la voz de Fernando por las gradas.

—¡Sergio! ¡Baja de ahí! Te prometo que no te haremos daño, solo queremos llevarlos a la sala de operaciones —me dijo.
—¡¿Y para eso necesitan machetes y cuchillos?! ¡¿Qué tan pendejos crees que somos?! —le grité.
—Tienes razón, pensamos que estaban armados, eso es todo —me dijo.
—¿¡Con qué idiota!? ¿Con jeringas y condónes?
—Bueno, definitivamente condones aquí no haz usado —me dijo.
—¡Sabes a lo que me refiero animal! —le dije.

—Bueno Serch, no quiero amenazarte, pero necesito que bajes de ahí ahora —me dijo.
—¿O si no qué? —le pregunté.
—Entonces tendremos que usar estos machetes para algo que no queremos —me dijo.

Mariano me volteó a ver y me señaló una palanca qué había a unos cuantos metros de nosotros.

La analicé con cuidado y me di cuenta que era una polea que sujetaba a las cuatro lámparas que estaban justo debajo de Fernando y el resto de los jugadores.

—Te voy a dar cinco segundos para que bajes de ahí —dijo Fernando.

Dirigí mi mirada a Mariano y le hice un gesto afirmativo.

—¡Cinco! ¡Cuatro! ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno!

Mariano volvió a correr a toda velocidad y jaló la palanca, liberando las cuatro lámparas de su lugar.

Estas golpearon el piso tan rápido y tan fuerte, que no le dio tiempo a Fernando ni a los jugadores, de apartarse del camino.

—No manches galán —me dijo Mariano jadeando—, ¿con estos lunáticos te juntabas?
—Te juro que llevo más de diez años conociéndolos, nunca pensé que fueran capaces de algo así —le dije.
—Pues al parecer con una buena lana la gente está dispuesta hacer lo que sea —me dijo.

Le sonreí y me acerqué a él para besarlo.

—¿Ahora cómo vamos a bajar de aquí? —le pregunté.

Mariano se rió.

—No lo tomes a mal, pero creo que por eso tú y tus compañeros de fútbol eran tan malos. Hay otra escalera al fondo de este camino —me dijo sonriendo.
—Aveces te pasas de mamón —le dije sonriendo.

Ambos nos pusimos de pie y caminamos hacia la otra escalera. Bajamos con cuidado y decidimos hecharle un vistazo al escombro.

—¿Tú crees que haya alguien vivo? —le pregunté.
—Espero que no. Lo mejor será tomar la escalera y utilizarla para bloquear la entrada a la habitación "y". Anda ayúdame Serch.

Fernando salió de entre los escombros, cómo el robot asesino de una película de ciencia ficción.

—¡No mames! —grité.

Él se quitó los escombros de encima y notamos que estaba cubierto en sangre.

—Tenía la idea de entregarlos sin hacerles el menor rasguño, pero creo que han decidido morir aquí y ahora —nos dijo.
—Es imposible que siga vivo después de ese madrazo —dijo Mariano.

Fernando estaba severamente lastimado, tomó uno de los machetes que estaban en el piso y caminó hacia nosotros.

Comencé a sentirme mariado, cómo si todo el piso se oscilara de un lado a otro.

—Serch, ¿estás bien? —me preguntó Mariano.
—Solo me mareé un poco —me dijo.
—Quédate aquí, voy a terminar con tu pinche ex —me dijo.
—Ex entrenador —le dije con una leve sonrisa.
—Me vale, sigue siendo un ex —me contestó.

—Estas a unos segundos de valer
verga idiota —le dijo Fernando a Mariano.
—¡Me la pelas! —le dijo.

Mariano tomó una barra de metal que había caído junto con las lámparas y caminó hacia Fernando.

Los dos levantaron sus armas y comenzaron a lanzarse golpes.

Fernando estaba decidió a lastimarlo y yo no podía hacer nada, me sentía muy mal.

Mariano tenía la agilidad y la fuerza para combatirlo, pero con un golpe que le diera con ese machete y lo lastimaría enserio.

De pronto, al ver bien a Fernando, me percaté que en su brazo izquierdo en ves de tener hueso, tenía una pieza de metal expuesta.

Los dos combatían con la misma agilidad, Mariano comenzaba a cansarse y a correr un riesgo innecesario.

Me puse de pie y me dirigí hacia ellos.

Al acercarme lo suficiente, me deslicé por el pasto hasta golpear las piernas de Fernando con mis pies.

Por suerte, logré sacarlo de su equilibrio y lo tiré, como solía hacerlo en mis partidos de fútbol.

Mariano aprovechó para darle varios golpes en la cabeza, hasta dejarlo inconsciente. Ambos nos quedamos sin aliento, tratando de asimilar la escena.

—Te parece si encontramos la salida lo más pronto posible, estos imbéciles ya me están cansando —me dijo Mariano fatigado.
—Igual a mí, igual a mí —le dije respirando con dificultad.

Serotonina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora