12. André

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André comenzó a besarme con una pasión irreal, me tenía indefenso y a sus pies. Estaba dispuesto a estar con él en total sumisión.

Se trataba de un macho de ensueño, sentía su fuerza de sus brazos, de su abdomen y su espalda.

Me lo comí a besos hasta que se me antojara probar algo más. Me dejé llevar por sus movimientos, su respiración y sus labios, los cuáles, parecían armas de destrucción masiva.

Le quité la playera muy despacio para dejarme sorprender de la pintura en su piel, la cual, se adhería perfectamente a sus músculos.

André sabía que quería darme mi tiempo para apreciarlo, así que se hizo para atrás, colocándose de rodillas e inclinando su cuerpo.
"Cómo la posición que hacen los futbolistas cuando se avientan al piso después de haber metido gol", pensé.

Lo miré detenidamente, me hacía falta aire, me mordí el labio inferior y me acerqué a él.

Comencé por poner mi lengua en su ombligo y recorrer esas magníficas entradas, las cuales se le marcaban perfectamente. Seguí lamiendo hacia arriba, para deleitarme con cada uno de sus "cuadritos", todos absolutamente duros cómo el acero. Casi me vengo cuando sentí sus pectorales. "Dios mío, ¡es el verdadero hombre de hierro!", pensé.

Lo volví a besar y, esta vez, dejé que mis manos recorrieran cada centímetro de su cuerpo. "Ni siquiera me ha cogido y ya me sentía a punto de explotar".

Al bajar mis manos hasta sus boxers, me detuve para volver a sentir sus entradas, las cuáles se sentían como dos líneas perfectas en diagonal.

Le bajé el cierre de su pantalón y desabroché el botón. Me bajé completamente hasta estar frente a su enorme paquete.

Llevé mis manos por sus muslos hasta llegar a sus nalgas, las cuales, estaban tan firmes como una piedra. Le bajé los pantalones con fuerza hasta destaparlas por completo. Él me ayudó a bajarlos un poco más hasta revelar una de las vergas más grandes que he visto en mi vida.

Ahora sí sentía que me iba a dar un paro cardíaco, "esto es lo más gigantesco que he visto en mis 27 años de vida", pensé.

Sin darle más análisis, comencé a mamársela sin prisa. Él se inclinó más hacia atrás para darme a entender que era mía.

"Se ve tan macho y, estúpidamente sexy, que no puedo cerrar los ojos. Tengo que ver su cara para ver los gestos que hace, para escuchar sus gemidos y así chupársela hasta que se venga".

Recorrí su cuerpo una vez más con mis manos, nuestra respiración se hacía más pesada y el calor de la selva aumentaba. Ya no podía más, quería dejar que me dominará sin escrúpulos, sin escalas, cómo si no fuera a vivir después de este momento.

—Cógeme André —le dije.

Él se acercó a mí y me besó una vez más, después me quitó la bata roja y me volteó como si fuera una hoja de papel sobre un escritorio. Me abrió de piernas y se acostó sobre mí. Estaba tan excitado, que no sentí ningún tipo de dolor, al contrario, el tamaño de su verga me hizo gemir de placer.

André movía su cadera cómo todo un profesional, me tenía a su merced, llorando de la excitación. Me encontraba tan acelerado por sus gritos de hombre, su fuerza y la manera en que me dominaba, que sentía que me iba a reventar los sesos.

Mientras más me quejaba, más duro me golpeaba el culo.

—¡Me vengo! —grité.

Terminé desbordado al pie de la cama, entrando en una de las catarsis sexuales más satisfactorias de mi vida, aunque hubiera deseado no haber acabado tan rápido.

André se recostó en mí, se acercó a mi cuello y me besó. Después, se acostó boca arriba y se quedó observando el techo.

—Bienvenido a Dante, Sergio —me dijo.
—¡Vaya!, de haber sabido que esto iba a estar así, hubiera venido desde hace años —le dije.
—Aún te falta más por recorrer.
—¿De verdad? ¿Te refieres a lo de la habitación "x"?
—Eso y mucho más, es importante que almacenes tus energías.
—Tocas muy buen punto, pero estoy cansado, no creo poder ir a esa recámara ahorita.
—No te preocupes, por ahora debes dormir —me dijo al pasar su mano por mi cabello—, frente a nosotros hay un pequeño cuarto dónde podrás bañarte, comer e inyectarte la próxima dosis de la vacuna, ¿de acuerdo?
—Lo que tú digas, ¿te quedarás conmigo?
—Por supuesto, ahora duerme, continuaremos nuestro trayecto en unas horas —me dijo.

Cerré mis ojos, me concentré en el sonido de la brisa falsa, de su respiración y de las hojas de los árboles acariciándose entre si.

Serotonina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora