24. Asesina

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(Proyecto: Dante. Habitación Z. Aula 1)

Mariano y yo estábamos terminando de colocarnos nuestras batas y nuestras sandalias.

Habíamos hablado en voz baja durante varios minutos por debajo de las sábanas, decidiendo sobre lo que debíamos hacer.

El haber estado con él, me sacudió como uno huracán de categoría 20. Ya nada era lo mismo,  ya no tenía sentido estar dentro de este lugar y pasar otras miles de veces por André y mis ex compañeros de fútbol.

Quería estar lejos de aquí, solo con él y con nadie más.

—Estimados pacientes —dijo la voz femenina de antes—, les pedimos que se coloquen nuevamente frente a las dos puertas que se encuentran al fondo de la habitación.

La luz aumentó su intensidad y pudimos notar dos puertas azules detrás de la cama. Mariano y yo compartimos miradas y caminamos hacia ellas.

—Muchas gracias, deberán ingresar en cuanto se los indique por favor —dijo la voz femenina.

Ambos nos colocamos en nuestras respectivas puertas, sin dejar de mirarnos.

—Entren al corredor en cinco, cuatro, tres, dos, uno...

Mariano corrió a toda velocidad hacia mí, yo giré la manija de mi puerta, la abrí y entramos al mismo tiempo.

La puerta se cerró inmediatamente.

Fue tan rápido, que por poco se cerraba en mi mano, pero Mariano me empujó hacia el interior y ambos logramos entrar. Fuimos tan veloces como una corriente de aire.

Una alarma escandalosa comenzó a sonar, el pasillo en el que estábamos se iluminó con luces de color rojo y azul.

—¡Vamos! —grité, mientras ayudaba a Mariano a ponerse de pie.

Corrimos a toda velocidad. El pasaje se hacía más angosto y tenía curvas muy pronunciadas.

No teníamos ni idea a dónde nos iba a llevar, pero estábamos determinados a intentar lo que sea para salir de aquí.

Pasamos varios minutos desplazándonos por el corredor, la alarma se volvía más ensordecedora.

Fue hasta que por fin, el pasillo dejo de tener curvas y llegamos a un punto en dónde solo teníamos que avanzar en línea recta.

Me percaté, que habíamos llegado al inicio de la arena. Una vez más nos encontramos con el típico guardarropa con la cruz roja en la parte superior.

—¡Estamos al principio de la arena! —le dije a Mariano.
—¡No mames! ¡No hay salida! ¿Qué vamos hacer? —contestó
—¡Hay que llegar hasta el final del pasillo! —le dije.

Al toparnos con el callejón sin salida, me acordé que aquí era dónde André, siempre me instruía para cambiarme la bata e inyectarme la vacuna.

—Sergio, ¿cuál es tu plan? —me preguntó.
—Tenemos que llegar a la habitación "Y" y sacar a Cecilia de ahí —le dije.
—¿No pudimos haber regresado por dónde entramos? —me preguntó.
—No, Fernando me dijo que estas puertas se sellan por completo, al parecer están
blindadas —le dije.
—¡Mierda!, ¿cómo las vamos abrir?
—No lo sé.

(Proyecto: Dante. Sala de operaciones)

La sala parecía un circo en llamas.

La alarma se escuchaba por todos lados, los científicos y técnicos corrían despavoridos.

Eleonora corrió en medio de toda la multitud y se dirigió hacia una de las computadoras en la estación central.

Se sentó y comenzó a teclear varias contraseñas del sistema.

Logró que la alarma se detuviera, pero las luces rojas y azules permanecieron encendidas.

—¿Qué fue lo que sucedió? ¡Porqué no se cerraron las puertas a tiempo! —gritó Eleonora.
—Señora Hudson, tenemos problemas más serios —dijo uno de los operadores.
—¡¿Más problemas que tener a ambos pacientes en el mismo trayecto?! —gritó.
—Lamentó que sí, al suspender la alarma, desactivo el sistema de seguridad de
la arena —dijo el operador.
—¿!Qué!? ¡¿Cómo es posible qué el sistema este conectado con la alarma?! —preguntó Eleonora enojada.

En aquel momento el comandante Washington se le acercó.

—El operador tiene razón Sra. Hudson, el sistema se diseño de esa forma por si era necesario ingresar a la arena en situaciones de emergencia —dijo el comandante.
—¿Qué demonios va ha suceder? ¿Ahora que el sistema está suspendido? —dijo Eleonora acercándose al comandante.
—Todas las puertas de la arena se abrirán Sra. Hudson —le dijo el comandante.
—¿Qué? ¿Quién fue el imbécil al que se le ocurrió tal cosa? —preguntó Eleonora.

—A mí —le dije, acercándome a los dos.
—¿Dr. Suárez? —preguntó—, ¿sabe lo que nos va ha costar este error?
—Lo sé Eleonora, lo pensé en caso de que mis pacientes corrieran peligro —le dije.
—¿No cree que es un poco tarde para eso, ya que usted, no evitó que Carmen asesinara a Cecilia? ¿Y todo por el bien de la medicina?

Me quedé sin palabras, sin duda la muerte de Cecilia pudo haber sido evitada. Pero decidí seguir adelante con el proyecto, "¿qué clase de desgraciado soy?", pensé.

Eleonora dio dos pasos hacia a mí y me dijo casi suspirando.

—Acaba de matarlos a todos... —me dijo.
—¿Qué? ¿A qué se refiere? —pregunté tartamudeando.
—Sí todas las puertas se abren doctor, eso también incluye a la puerta que mantiene a Carmen bajo llave. Y, ¿está consiente que no puedo dejarlos ir, si no concluyen con el programa?

Serotonina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora