16. Habitación Y

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Me desperté muy desorientado, por un momento pensé, que estaba de vuelta en la cama de mi departamento, pero no fue así.

Estaba acostado en una de las camas redondas de este enorme restaurante/motel /discoteca o lo qué sea.

Me di cuenta que Cecilia estaba roncando y que Mariano estaba sentado en la barra tomando tequila.

Comencé a darme cuenta que había música jazz de ambientación, pero apenas y la lograba escuchar. Sentía el clima delicioso, cómo la temperatura de la playa durante la noche.

—Buenas —me dijo Mariano a lo lejos.
—Hey, buenos ¿días? —le pregunté desde la cama—, ¿crees qué sea de día?
—Ni puta idea We, siento cómo si lo fuera —me dijo Mariano.
—¿Estuviste bebiendo todo este tiempo?
—No, me dormí un rato. Me acabo de levantar casi —dijo un poco pensativo.

Salí de mi cama, me estiré y decidí sentarme junto a él, me di cuenta que tenía su bata roja un poco desabrochada. Mariano estaba aún más tonificado que André y eso es mucho decir.

Al parecer, no le molestó que lo viera, porque siguió bebiendo con su mirada fija en las botellas.

—¿Tienes idea de cómo nos van a disque "curar" we? —me preguntó.

—No, no veo la forma aún. Me siento más caliente que antes. Cada vez que me inyecto esa madre que nos dan, es cómo si me estuviera drogando y no protegiéndome de algo —le dije.

—Sí, lo mismo siento yo. ¿Has probado la cocaína alguna vez We?
—Nunca.
—Bueno, pues yo sí. Me recuerda a mucho la sensación.
—¿Crees qué está madre sea una droga? —le pregunté.
—Puede ser, quién sabe qué chingada madre nos estén haciendo, la neta.

—¡Somos ratas! —gritó Cecilia—, simples e inútiles ratas de laboratorio en un laberinto y, aquí en algún lado, debe de haber cientos de cámaras viéndonos.
—Buenas Ces, nos quedó claro eso We —le contestó Mariano.

—Y esa chingadera que nos metemos, es cada 24 horas, según me acuerdo y llevamos dos, entonces... —dijo Cecilia estirándose, cerrándose su bata y caminando hacia
nosotros—, seguramente nos están matando lentamente y nosotros metiéndonos esa madre.

—¿Tú crees? ¿Te consta que nos pusieron aquí solo para matarnos? —le pregunté.
—No, pero seguro no les va a doler si eso pasa. Piénsenlo, firmamos casi nuestra nota de suicido con ese contrato. De cualquier u otra forma estamos jodidos. Pásame el tequila —le dijo a Mariano.

Mariano le pasó la botella y un caballito.

Cecilia se lo sirvió rápidamente y se lo tomó en chinga.

—¡Vaya!, ya me hacía falta algo así —nos dijo.
—Bueno y ahora qué. ¿Qué sigue después de aquí? —les pregunté.
—No tengo ni puta idea putito, contaba con que tú supieras eso —dijo Cecilia.

—La habitación "y" —dijo Mariano en voz baja.
—¿Qué? ¿Hay otra de esas madres? —le preguntó Cecilia.
—Estamos dentro de ella —dijo Mariano señalando hasta la parte alta de la cantina.

Ahí, en la parte superior del mueble, había unas palabras grabadas sobre la madera que apenas y se podían distinguir, decía: "Habitación Y".

—No mames, ¿qué se supone que debemos de hacer ahora? —preguntó Cecilia.

—Estimados pacientes —dijo la voz femenina de antes—, para continuar con la sesión, deberán administrarse la siguiente dosis de la vacuna. Podrán encontrar tres jeringas dentro del guardarropa y esperar nuevas instrucciones.

—¡Es esa perra!, la que nos ha estado diciendo que hacer desde que llegamos —dijo Mariano.
—Creo qué debemos obedecer, hay que seguir con esto —les dije.
—Deberíamos mandarlos al carajo y ver que hacen —dijo Cecilia.
—¿Qué hacen? ¡¿Qué hacen Cecilia!? Hasta donde sabemos, nos proveen con alimento, un lugar dónde dormir y dónde bañarnos.  ¿Qué pasa si deciden dejarnos aquí sin nada de eso?

—Me quedaría con el alcohol y me moriría de una congestión. Pero bueno, no lo haré porque me estás viendo con esos ojos de bebé recién nacido y no quiero romperte el corazón. Pásame la puta jeringa —me dijo Cecilia.

Sin discutir más, fui al guardarropa que había a un lado de la barra y saqué las tres jeringas.

—¡Esperen! —gritó Mariano—, ¿nos van hacer coger entre nosotros?
—¡Hay mirrey! ¿Cuál es el pedo, cómo si no disfrutaras ser pasivo?
—¡Calla perra! —le gritó Mariano.
—¡No empiecen los dos! Hagamos esto de una vez —les dije.

Los tres nos inyectamos y esperamos a sentir el efecto. Pude ver, por un instante, que a Mariano y a Cecilia se les dilataron las pupilas, tal cual como le sucede a los drogadictos. 

Después de unos segundos, me surgió la necesidad de mamarsela a Mariano; casi ni podía controlarme, pero esa voz femenina volvió a interrumpir mis pensamientos.

—Gracias queridos pacientes, frente a ustedes y sobre la barra, aparecerán tres celulares —dijo la voz.

En aquel instante, tres celulares salieron por un compartimento.

—Por favor, tómenlo y abran la aplicación que dice: "serotonina".

Apenas podía concentrarme, estaba tan caliente, que estaba apunto de aventar este puto celular y jalármela frente a Mariano.

Al encender el equipo, me di cuenta que solo había una sola aplicación, la que decía la mujer de la bocina. La abrí y esperé con impaciencia a que cargara. Después de unos segundos, me aparecieron varías fotos de varios güeyes famosos.

—¡No mames Christiano Ronaldo, Harry Styles, Chris Evans, ¡Justin Timberlake! —grité.
—¡Shakira!, Eva Longoria, Megan Fox, Scarlett Johanson —dijo Mariano.
—Chris Hemsworth, Brad Pitt, Ryan Reynolds, Jared Letto, ¡Qué es esto! —exclamó Cecilia.

—Por favor seleccionen a una celebridad con la que deseen tener relaciones sexuales. Solo pueden escoger una para el resto de
su terapia —dijo la voz femenina.

—¡KAAA! —gritó Mariano.
—¿¡Es en serio!? —pregunté.
—¡Me voy a venir en seco! —gritó Cecilia.

—Tienen diez segundos para decidir, sino, lo haremos por ustedes —dijo la voz femenina.

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