7. Pecados

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Ella bailaba muy sutilmente frente a mí. Tenía una cintura bien definida y un culo que no podía caberme en toda la mano. Sus senos estaban firmes, de buen tamaño, ni tan grandes ni tan chicos. Un escote que le llegaba hasta el ombligo y me dejaba ver su abdomen plano.

"Está bien rica", pensé. bailando al ritmo de una canción que no conocía, pero que le iba muy bien a su figura y a sus movimientos.

"Me encanta que su cabello le llegue hasta sus nalgas y que sus manos me hipnoticen con tan solo verlas. Esta es una de las pocas viejas que puedo decir, que se asemeja a una pinche celebridad. Quién diría que me fuera a gustar venir a estos lugares", pensé.

La chava comenzó a desvestirse, apenas y mostró su espalda. "Como para recorrerla con la boca".

"Qué culo Dios mío". Ella sabe de qué está hecha, sabe cómo moverlo y hasta se ve desesperada por ponerlo a trabajar.

El saxofón de la canción y su cuerpo, comenzaron a fusionarse perfectamente, la tipa se fue al piso y tapo sus senos con su brazo derecho, para que apenas pudiera ver su redondez, su suavidad y su firmeza.

"Haría lo qué fuera para tenerla aquí en mis piernas y hacerla mía", pensé.

La vieja arqueó su espalda, recorrió su abdomen con su mano izquierda, apenas pasando por sus genitales y me volteó a ver. Después se puso de rodillas frente a mí, se tapó sus senos con sus manos y comenzó a mover su cadera de atrás para delante. "Pinche calentón que me está dando está vieja".

—Ella es Tania caballeros, despidámoslos con un fuerte aplauso —dijo un tipo por un micrófono.

"¡No mames! ¡¿Eso fue todo?!", pensé. Levanté mi mano y le llamé algún mesero para que me trajera ese manjar a mi mesa antes que me la ganaran.

Después de esperar unos cuantos minutos y permitir que el alcohol me hiciera un poco más el efecto. Llegó a mi mesa aquel platillo especial de la casa, "Como un sueño hecho realidad", pensé.

—Buenas noches cariño —me dijo Tania al tomar asiento junto a mí y al acariciar mi pierna por debajo de la mesa.

Pude ver debajo de ese escote, esa redondez y firmeza que había visto a lo lejos. "Quiero tocar, quiero saber que tan duras están", pensé.

—¿Deseas algo de tomar? —le pregunté nervioso.
—Una copita para platicar y dos para agarrar lo que quieras cariño —me dijo Tania.

Levanté mi mano y llamé al mesero nuevamente.

—Tráeme tres copas para la señorita por favor amigo... —le dije.

Tania sonrió levemente y se acercó más a mi, ahora colocando su mano sobre mi panza y besándome el cuello. Me estremecí al instante. Me di cuenta que levantó el culo lo suficiente para que pueda escabullir mi mano hasta él. Así lo hice y lo agarré con ganas, estaba tal cual como lo imaginaba, duro y sin silicón.

—¿Te gusta eso papi? —dijo Tania dándome otro beso en el cuello.
—Sí muñeca, que nalgas tan firmes
te cargas —le dije.
—Para cogerte mejor papi —dijo Tania entrando en su papel de Caperucita Roja.

—Dr. Suárez —dijo una voz a mis espaldas.

"Chingo a mi madre, ya llegó este pendejo", pensé.

Tania retrocedió un poco y tomó una de sus copas que le trajo el mesero en aquel instante.

—¿Qué tal comandante?, buenas noches —le dije sin voltearlo a ver.
—Veo que anda escabulléndose de su esposa —me dijo dándome una palmada en el hombro—, lamento la interrupción señorita —le dijo a Tania—, pero necesito ver algo en privado con el caballero.
—Tal vez la palabra "privado" no hay que usarla entre usted y yo mientras estemos aquí comandante —le dije.

Tania tomó su copa, se puso de pie y me dijo:

—Siempre termino lo que empiezo, papi. Ahorita vuelvo —me dijo dándome un beso en el cachete y se fue.

—No se preocupe Dr. Suárez, yo también me hubiera enojado si alguien me hubiese interrumpido de esta forma, estando con una chica así de hermosa. Solo tengo unas preguntas y lo dejaré, le prometo.
—Está bien comandante, no hay cuidado.

—Bueno, solo quiero saber ¿si está apto para iniciar el proyecto y si ya tiene claro cada uno de los perfiles de sus pacientes? —me preguntó.
—Sí comandante, también les dije, en la última junta, que estoy a bordo cien por ciento.
—Usted sí, ¿pero qué hay de sus pacientes, firmarán? Debemos solucionar el problema, en caso que se nieguen a cooperar.
—Tranquilo comandante, firmarán, se lo aseguro.

El comandante guardó silencio y sostuvo su mirada hacia mí.

—El consejo solo tiene una preocupación importante y es con respecto al perfil de la señorita Carmen Díaz, ¿cuál es su opinión?
—Se lo he dicho comandante, si el chiste de todo esto, es saber si podemos cambiar los vicios del ser humano de forma irreversible, a través de este proceso, entonces, no le demos importancia.
—¿Incluso si existe la posibilidad de haber casualidades? —dijo el comandante.

—Ustedes estuvieron de acuerdo con eso, ¿yo qué puedo hacer?
—Está bien Dr. Suárez, confiamos plenamente en usted. Mañana esperaremos hasta las 11:30 horas, pasado ese tiempo, buscaremos a alguien más; en caso que sus pacientes no hayan firmado.

—Firmarán comandante, firmarán —le dije.
—Está bien, nos vemos mañana entonces, que disfrute su noche —me dijo al ponerse de pie y hacer un gesto de despedida con su gorra militar.

Varios guaruras lo esperaban en la salida del "table" y lo acompañaron.

"Ya se me quitaron las ganas de continuar viendo a viejas encueradas, ahora este cabrón me plantó esa puta idea en la cabeza. Espero podamos curar a esa tal Carmen, por el bien de todos. Y si en verdad existe un Dios, espero perdone nuestros pecados".

Serotonina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora