(Proyecto: Dante. Habitación X. Aula 2. Hace 14 días)
Cecilia acababa de entrar a un pasadizo secreto en total oscuridad.
Comenzó a escuchar sonidos de carros y de helicópteros.
Creía que la habían mandado de vuelta a la Ciudad de México. Pero eso era imposible, pues aún se encontraba dentro de las instalaciones del Proyecto Dante.
—¿De dónde viene tanto escándalo? —pensó.
Al toparse con una pared frente a ella, se dio cuenta que varias luces destellaban del otro lado del muro, como si éste fuera un vidrio polarizado.
—Cecilia, inyéctate la vacuna cuando prenda las luces —dijo Fabián a través de unas bocinas.
Fabián fue quién la recibió al entrar a la arena, así como André, me recibió a mí.
Había una enorme diferencia entre ellos dos. Fabián se parecía a "Latín Lover", "un verdadero pastel de carne", me dijo Cecilia. Era grosero, naco y vulgar, según ella.
—¡Esa chingadera me pone más caliente que una yegua en celo! ¡No quiero volver a inyectarme! —le gritó Cecilia.
—¡Inyéctate pendeja, no te hagas del rogar! —le gritó Fabián.
—¡Tendrás que hacer más que eso para obligarme putito!
—Cuando te vuelva a ver, te voy a dar tus chingadazos, ¡ahora inyéctate! —le gritó Fabián.
—¡Te vas a la verga! —gritó Cecilia, mientras tomaba una jeringa sobre una mesa pequeña.Cecilia se la inyectó sin hacer el mínimo esfuerzo de buscar su vena.
De inmediato, una vez que ella tiró la jeringa al piso, la pared frente a ella se deslizó hacia el lado derecho, revelando un gigantesco callejón graffiteado.
—¡Tú te la buscaste zorra! —le gritó Fabián por la bocina.
—¡Muerte, verga corta! —le contestó Cecilia, quien comenzó a caminar hacia el callejón.El lugar parecía estar dentro de una ciudad, pues había varios edificios alrededor y muchísimo ruido de automóviles.
Cecilia comenzó a excitarse, este era uno de sus escenarios favoritos, según me contó.
Habían acoplado la habitación "X" para simular un callejón sin salida, rodeado de edificios y un escándalo urbano.
La pared polarizada se cerró al momento que puso un pie en el pavimento. No había forma de escapar, los edificios que rodeaban el callejón eran muy altos y no había manera de alcanzar sus ventas.
—¿Y ahora qué chingados voy hacer? —pensó.
De pronto, una puerta secreta se abrió hasta el fondo de la calleja, dejando pasar a diez güeyes, quiénes corrieron hacia ella como si hubieran visto a un animal indefenso.
Los hombres parecían formar parte de alguna banda o grupo delictivo. Cecilia me dijo que eran un grupo de "chacales".
—¡Me lleva la verga! —gritó Cecilia.
—Así es mi reinita, ya se te va armar
chingón —dijo uno de los tipos.
—¡Son una bola de maricones! ¡No son capaces de hacerme venir! —los retó Cecilia.
—¿¡A quién le estás diciendo maricón puta!? ¡Te vamos a enseñar a no hablarnos así mamacita! —dijo otro de los tipos.
—No son más que unos chacales sin
huevos —dijo Cecilia.En aquel momento, uno de los tipos le dio un puñetazo en la cara.
Ella casi cae al piso, pero se incorporó como si no le hubiese hecho ningún daño.
—¡Repite lo que dijiste pendeja! —le dijo el mismo tipo.
—¡Aparte de deshuevado, imbécil! —le dijo Cecilia.El tipo le volvió a pegar, pero esta vez en el estómago.
Cecilia se quedó envolviendo su panza con sus brazos tratando de respirar.
—La única pendeja eres tú, ¡vamos a enseñarte a no pasarte de lanza! —dijo el tipo.
Los diez sujetos se le abalanzaron y le quitaron su bata roja hasta desnudarla por completo.
—Eso te gusta verdad güerita —le dijo el tipo mientras le apretaba uno de sus pezones con fuerza.
Cecilia gritó y comenzó a excitarse aún más.
—¡Cóganme si son tan machos! —les gritó.
El tipo le metió dos dedos en su coño e hizo movimientos vigorosos con su brazos, mientras otro sujeto la tomó del cuello y le daba varias cachetadas.
—¡Tú no vas hablar hasta que te demos permiso güera! —le dijo el tipo.
Cecilia estaba gimiendo cada vez más fuerte.
—¡Cállate perra! —le dijo el tipo ahora cubriéndole la boca con su mano—, te gustan estos chingadazos mientras te picamos la cola verdad mamacita, no te oigo diciéndonos de cosas, ¿haber?
Cecilia trato de gritar, pero el tipo sujeto su boca con más fuerza.
—¿Qué? ¿No te escucho zorra? —le dijo.
Los otros, le daban manotazos en sus piernas y espalda mientras el güey la sometía.
—Se me hace que esta perra ya quiere reata carnales —dijo el tipo en voz alta.
Uno de los cabrones que le pegaba en las piernas se bajó sus pantalones y la penetró con fuerza.
—¡Ándale reinita!, ¡tómala completa! —dijo el tipo.
Cecilia no podía dejar de gemir, estaba alcanzando un orgasmo cada minuto.
Varias lágrimas se le escaparon de sus ojos, mientras una de sus fantasías más culposas, se le hacía realidad.
Los sujetos se tomaron turnos para penetrarla y golpearla. Conforme fue pasando el tiempo, los sonidos de manotazos en su piel aumentaron, escuchándose por todo el callejón.
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Serotonina
RomanceCuatro pacientes, adictos al sexo, son enviados a unas instalaciones especiales para iniciar un tratamiento. El proyecto no ha sido aprobado por ninguna institución médica o gubernamental; promete dar resultados de por vida. Dejando que los candid...