La escuela era el lugar más aburrido y nefasto de la tierra aparte de asistir a la iglesia, no era una persona devota pero si era obligado a ir por mi mamá. Desde niña me inculcaron un parte de la religión y yo era la que tendría que escoger cuál era la mejor para mí, pero entrar en ese dilema de saber que es mejor me asqueo para decidir que si creería en un Dios estaba bien pero no tendría que creer en la palabra del hombre que mayormente dice que Dios lo ha enviado a dar su palabra.
Si había leído en algún momento la biblia pero no solía ser interpretada como es exactamente, pero hay muchos dilemas en ella de los cuales me reservo a decir porque nadie es de mente abierta a distintos temas como son los que están en la misma biblia. Sabía que mi papá era pastor de una iglesia y cada domingo daba su versión de las palabras de Dios, solía decirme que muchas veces se les miente a más personas por su bien o porque son ellos quienes juzgan sin saber nada. El nunca busco una forma de obligarme a ser una mártir como mi mamá lo hace pero sabía que habían echado a perder a dos de sus hijas mayores, tenía tal vez sus razones de ser así conmigo.
Solía escuchar a mis padres discutir sobre temas que tenían que hablar conmigo de acuerdo a mi edad, temas como el noviazgo, la sexualidad, etc. Pero se volvían una pesadilla para mi papá ya que nunca tenía la oportunidad de explicarme nada sin ser regañado por mi mamá. Había aprendido por mi parte leyendo en libros, revistas, escuchando a algunas personas hablar, las clases que nos impartían y televisión. Llegue a los quince años sin tener una idea clara de que era el sexo, ya que solía utilizarse esa termino para distinguen el sexo masculino y el femenino, en palabras científicas y fuera de lo común era Coito, la cópula o unión sexual entre dos personas.
No era tan estúpida como ellos creerían pero en su mayoría era la que nunca había tenido o experimentado una relación amorosa y física hasta ese momento, no había pensado llegar hasta ese nivel con Sebastián pero no sabía si era mi cerebro confundido que lo veía demasiado atractivo, me sentía como esas niñas que siempre están detrás de él pero en ventaja yo le gustó.
Algo que lo hacen ver cautivante son sus ojos que por naturaleza suelen ser de un rojo escarlata, pero cuando se camufla entre los demás deja ver unos radiantes ojos color ámbar claro que se asemeja a una puesta de sol, al color de las hojas en otoño, como los últimos rayos de sol y la miel. Eran tan cálidos y llenos de sentimientos que con una mirada podía expresar cómo se sentía, que van acompañados de esa risa arrebatadora y maliciosa que me encanta y luego está su cabello oscuro, con su típico corte no tan corto pero tampoco largo del mullet, un wavyn mullet sencillo y desordenado.
Estaba cayendo en los encantos de un sujeto como él o es que me estaba volviendo ciega tan de repente, eran sentimientos que comenzaba a desarrollar con el paso de los días, el desear verlo aunque sea a lo lejos y saber que está ahí me es suficiente, pero incluso al saber de su presencia añoro con ansias un beso por más sencillo que fuera, extrañaba sus manos sobre mi cuerpo.
—Podrías ir a dejar estos documentos a la sala de maestros —la docente me entregó una folio lleno de páginas —Una maestra te los recibirá cuando llegues
—Esta bien
Me levanté del asiento para salir del salón y caminar por los pasillos, bajando al siguiente piso en el que se encontraba el salón de maestros, donde la mujer de la que me habían dicho salió y recibirme tomando el folio y enviándome de nuevo a mi salón, pero no quería regresar y me fui de largo a los baños donde me lave la manos y seque con la todo la paciencia del mundo. Perder el tiempo fuera de los salones era algo que habitualmente hago desde cada clase que tenía se volviera aburrida, ver la silueta de Sebastián reflejada en el espejo me hizo girarme sobre mis talones para poder encararlo.
—¿Te equivocaste de baño? —y ahí estaba esa risa maliciosa, se acercó lo suficiente para tomarme de la cintura y pegar sus labios contra los míos
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Propiedad de un demonio.
Teen Fiction✠¡Oh, mi Dios he pecado! Fueron las palabras más blasfemas que salieron de mi boca al tener a ese hombre sobre mi, un vaivén de emociones desbordándose a flor de piel en cada uno de los fragmentos que forman mi alma. Pero a quién le importa un alma...