Hace algunos días había visitado una tienda de segunda mano encontrando ropa para el niño en casa, aún no sabía cómo decirle ya que no tenían un nombre, pero siempre están atento a mis palabras era el único que me prestaba atención en cada. Traté de enseñarle a usar el baño por cuestión monetaria usar pañales era muy caro y si mi hermana se enteraba no iba a poder ocultarle que el niño estaba escondido en mi habitación.
Al parecer sabía ocultarse de la vista de los humanos, mi hermana había entrado algunas veces y no lo había visto en la cama jugando. Jugaban con todo lo que veía en la habitación tratando de no hacer tanto ruido por Rachel, cuando se quedaba solo con ella parecía como si no existiera. Y aún no entendía la capacidad de la mujer de ignorar el ambiente, siempre había sido muy distraída y creía que por eso solía tener problemas siempre.
Me detuve una cuadra antes de llegar al trabajo, el sol me golpeaba el rostro y se sentía bien, aún hacía frío y el sol calentaba un poco, se sentía tan bien que no importaba llegar unos minutos tarde. Entre y la mujer del turbo nocturno se marchó como siempre sin decirme algo, tomé el libro para firmar y me recogí el cabello mientras hablaba con las mujeres que se reían de lo molesta que estaba la mujer del turno. Acomode algunos menús en las mesas y serví café a las personas que pedían más café.
—Podrías llevar esto a mesa de la ventana —me entregó un plato de panqueques
—Por supuesto yo lo llevó —le sonreí a la mujer a pesar del punzante dolor en mi espalda
Caminé hasta las mesa y coloque el plato a las personas que estaban en la mesa
—Si desean algo más avísenme —levanté la vista del plato topándome con aquellos ojos ámbar que conocía a fondo
—Muchas gracias linda
La piel se me erizo al ver al pelinegro sentado frente a mí, aquella espina en mi corazón se hundió más. Mi corazón iba a salirse de mi pecho por la garganta, me giré sobre mis talones y caminé hasta la barra donde me mordí el labio inferior y tomé aire, tenía que mantener la calma o armaría un escándalo del que no estaría para nada feliz.
Un nudo se formó en mi garganta por la horrible sensación, desaparecía por casi cuatro meses y lo encontraba en el lugar donde trabajo comiendo tranquilo con sus amigos, tragarme la amargura por no tratar mal a las demás personas en el lugar era demasiado para mi.
—Oye conseguí lo que me pediste —mire a la morena que estaba organizando los tenedores en la barra
—Enserio —me acerqué a ella para ayudarla
—En casa nadie los va a usar ya, te los entrego antes de irnos
—No sé cómo pagarte la verdad
—Lava los platos y quedamos a mano —me reí por su respuesta pero acepte de todas formas
Necesitaba unas zapatillas para el pequeño pero no tenía el dinero suficiente para comprar unas y ella tenía un hijo un año mayor, se ofreció a traerme algunas en lo que reunía para comprar unos nuevos.
Tenía la necesidad de mirar en la dirección en la que estaba la mesa pero tenía que ser fuerte a mis impulsos, tome la bandeja de platos sucios y me dirigí tras la puerta para lavarlos, el dolor en mis espalda se hacía más fuerte y ningún analgésico iba a detenerlo. Me detenía por momentos para estirarme aliviando un poco el dolor pero siempre regresaba en ese momento necesitaba entender que no provocaba. Por el vidrio que estaba en medio de la puerta vi como pagaron la cuenta y se marcharon del lugar causando un gran alivio.
[✠✠✠]
Mi hora de salida llegó y aquel alivio me inundaba, la morena me entregó una bolsa con distintos tipos de zapatillas, antes de salir robe un par de panecillos que no le hacían falta a nadie. Caminé fuera del lugar y aquella brisa fresca golpeó mi rostro, unos pasos fueron suficientes para que alguien me detuviera. Lleve mi vista a la persona frente a mí encontrándome con Sebastián con una expresión rígida de pocos amigos que me hizo soltar una risa.
—Hasta que apareces —retrocedí unos pasos para verlo mejor —O disculpa no te conozco —iba a avanzar pero me sostuvo del brazo
—Podemos hablar —me solté de su agarre
—No tengo nada que hablar contigo Ackerman —iba a seguir pero me tomó del brazo jalándome hasta donde estaba su auto
—Suéltame —me empujó contra el auto y abrió la puerta para que entrara
—Entra —debía ser una broma
—No —no iba a ceder ante él por más que deseaba entender su ausencia
—Entre de una maldita vez —la era incómodo ver a las personas viéndonos hablar de esa forma tan drástica
—Si entro al maldito auto vas a responder todo lo que te diga —frunció sus cejas por el enojo
—Lo pensaré
—No es una petición imbécil —entre al auto y cerré la puerta, me coloque el cinturón de seguridad en los que él subía al asiento de piloto
No me llevaría a mi casa cuando giró en dirección opuesta, íbamos a su departamento. En todo el camino ninguno habló sobre lo que había pasado atrás, lo seguí por el pasillo hasta la puerta donde me dejó entrar viendo la pequeña maleta que si no estaba equivocada era de él. Me quedé parada a unos centímetros de la sala con los brazos cruzados esperando a que hablara ya que era él quién me llevó hasta ahí.
—Si me trajiste solo para quedarte callado, me hubiera ido a casa —se me acercó de una manera tan agresiva que me permitía escuchar su respiración
—Mierda —inclinó su cabeza hacia atrás tocando su frente
—Que patético —mire a mi alrededor pero todo estaba como la última vez
—¿Qué buscas?
—No te incumbe —me tomó del rostro estampando su boca con la mía como si no hubiera un mañana, golpeé su pecho tratando de alejarlo —Suéltame
Me quitó el bolso del hombro y me cargó hasta la encimera donde hundió sus manos debajo del vestido que traía puesto, nuestras bocas estaban lo suficientemente ocupadas como para hablar. Sus manos masajeando mis muslos hasta llegar a mi trasero me hicieron reaccionar, estaba mal, no podía solo darle el privilegio de tenerme a su gusto y peor aún después de haberse ido con no sé quién.
Movió mi ropa interior dejando espacio de meter sus dedos hasta donde estos alcanzarán sacándome un gemido, era tan bueno en lo qué hacía que no podía detenerlo, mis piernas dejaron de funcionar cuando su lengua tocó esa zona erógena causando espasmos en todo mi cuerpo, hundí mis dedos en su cabello por la deliciosa sensación de tenerlo entre las piernas como en todos mis sueños.
¿Qué me hacía tan débil ante los encantos de este hombre? Salió de entre mis piernas para abrir su pantalón y dejar al aire esa erección que su pantalón oprimía, se paseó por mi intimidad entrando de golpe haciéndome llorar por el dolor excitante que subía desde mi suelo pélvico hasta mi vientre corriendo por mi espalda
—Eres un hijo de puta —proteste
—Este hijo de puta te está llevando al cielo bonita —una sonrisa maliciosa adornaba su maldito rostro
No contuve mi voz cuando salió y entró sin piedad golpeándome con su pelvis hasta lo más profundo de mi ser, estaba hecha un desastre en la encimera de la cocina y no podía quejarme de este momento pero no era la bienvenida que merecía o la que él debería tener de mi parte. Mi ropa estaba en el suelo con la de él, dejándome ver ese cuerpo muy bien contorneado, algo que solo yo tenía que ver.
—Te odio por hacer que esto se sienta tan bien —sostenía mi cintura para acercarme cada vez más a él
—Ódiame lo que quieras
Iba hacer una noche larga después de todo.
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Propiedad de un demonio.
Novela Juvenil✠¡Oh, mi Dios he pecado! Fueron las palabras más blasfemas que salieron de mi boca al tener a ese hombre sobre mi, un vaivén de emociones desbordándose a flor de piel en cada uno de los fragmentos que forman mi alma. Pero a quién le importa un alma...