Un extraño presentimiento me estaba molestando, Sebastián había salido unos días de emergencia y me había quedado sola. Rachel se marchó sin despedirse y no sabría si volvería a verla, esperaba que estuviera bien. Estaba definitivamente sola en esa enorme casa que por más que la conociera se sentía extraña los días eran largos, las noches en vela me estaban agotando cada vez más.
Cuando escuchaba la ventana de la habitación moverse corría a ella con la esperanza de encontrarme al pelinegro en la cama, pero en cambio solo veía a los pájaros golpeando el vidrio y cantando felices. Lo extrañaba y cada día esperándolo se volvía eterno, ahora comprendía la soledad que vivía, para mi solo eran días que podía contar fácilmente con mis dedos, pero el largo tiempo que lleva en este plano terrenal como él lo llama es inmenso a comparación del mío. Tenía que acostumbrarme a tener que verlo siempre o siempre me sentiría abandonada, pero él tenía la culpa de todo esto y tendría que cargar con el peso.
Hace algunos días comencé con la idea de buscar un empleo para distraerme y no tener que vivir encerrada en casa, iba de tienda en tienda dejando currículo hasta que la noche me alcanzaba, algunos me decían que no necesitaban empleados, otros que ya habían ocupado la vacante. Terminé en una cafetería cerca de una gasolinera, era un lugar poco concurrido pero los visitantes y los que van de paso suelen pasar a comer y beber algo. Acepté el trabajo aun sin tener alguna experiencia sobre ser mesera, iba cuatro días a la semana, cubro el día de aquellos que trabajan por la noche, regreso a casa antes de las siete.
Nadie me espera en casa más que un enorme lugar lleno de recuerdos vagos, subí a la habitación para darme un baño pero ver la silueta de Sebastián en la cama me llenó de alegría, me acerque a él para poder abrazarlo correspondiéndome, aquella fragancia cítrica y dulce inundo mis fosas nasales causando emoción en todo mi ser.
—Te extrañe —sus manos recorrían mi espalda
—Lo se
—¿Dónde estabas? llevo un rato esperándote
—Conseguí trabajo —me aleje de él para ir a mi bolso y sacar el gafete con mi nombre para mostrárselo
—¿Trabajo? —tomó el pequeño gafete en sus manos, pero la idea de que estuviera fuera de casa no le gustaba —Deberías quedarte en casa
—¿Qué se supone que haga yo sola en casa?
—Está tú hermana
—Rachel se fue hace quince días, estoy sola en casa sin compañía y el trabajo solo es temporal, tengo que pensar como entrar a la universidad dentro de seis meses
—¿Dónde trabajarás?
—En la cafetería cerca de la gasolinera, son treinta minutos de ida y vuelta en autobús
—Quiero hablar contigo sobre algo —me atrajo hasta la cama para sentarme y poder arrodillarse frente a mi
—Dime cual es el tema —no parecía estar convencido de decirme
—Tengo que irme
—Acabas de llegar y solo te vas —no estaba comprendiendo tenía casi diez días de no verlo y me decía esto
—Me equivoque —tome aire antes de estructurar alguna oración pero no salía nada de mi boca —cometí un error contigo
—¿Un error? podrías ser más directo —la ansiedad me comía por dentro esperando a que dijera algo
—Lo nuestro es un error será mejor dejarlo hasta aquí —sentí como se formo el nudo en mi garganta haciendo imposible tragar saliva, me estaba terminando después de todo lo que estaba pasando como si fuera cualquier cosa
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Propiedad de un demonio.
Teen Fiction✠¡Oh, mi Dios he pecado! Fueron las palabras más blasfemas que salieron de mi boca al tener a ese hombre sobre mi, un vaivén de emociones desbordándose a flor de piel en cada uno de los fragmentos que forman mi alma. Pero a quién le importa un alma...