Hasta hace un par de días Laurent se marchó del departamento, en las semanas que estuvo con nosotros se había acomodado en la sala por las noches y a pesar de saber que no duerme solo se acuesta y cierra sus ojos para descansar de todo el mundo, es su momento de paz y trataba la manera de no interferir. Mi recuperación no fue tan lenta como creí pero aún tenía pesadillas de los pequeños fragmentos de ese día, eso me hizo recordar todos los momentos que pude ver a través de Sebastián hace algún tiempo y que no había visto desde que me marché.
Lo último que había visto era la luna pero fue algo melancólico y me estrujó el pecho, era extraño sentirme así por alguien, hice lo mismo que él hizo cuando me dejó en casa, solo se despidió de la peor forma y desapareció de mi vida por unos meses y yo estaba haciendo lo mismo.
¿Debería buscarlo?
Laurent dijo que no era mi culpa toda esta situación ya que él nunca había tratado de expresar sus sentimientos conmigo, no era su culpa en verdad yo le había mentido descaradamente, al parecer soy una buena mentirosa.
Ayer por la noche recibí un mensaje de un número que no conocía, pero por la forma en la que se expresaba en el texto supe que era Arthur. Estaba desesperado, asustado y preocupado por lo que le había sucedido a Nathaniel y tendría que estarlo. Era el último en mi lista y por alguna extraña razón tenía otro objetivo en este plano para no poder regresar al paraíso, pero si ese plan iba contra mi las cosas se tornarán sombrías.
A unos kilómetros de la ciudad en la que me encuentro hay una enorme reserva a la que me invitó a visitar si deseaba hablar con él y claramente no iba a perder ninguna oportunidad, Rachel estaba en casa con Lucienne y si sucedía algo tenía que llamar a Laurent y él iría sin pretexto. El lugar no es tan horrible como lo decían los anuncios publicados en la página, caminé entre los árboles hasta un punto en el que él podría encontrarme, el temporal lluvioso no era muy favorable ya qué formaba barro y algunos bichos saltaban de un lado a otro.
El olor a tierra mojada y el de la corteza de los árboles se mezclaba colándose por mis fosas nasales relajando cada músculo tenso de mi cuerpo, me recordaba a Sebastián, algunas aves volaban de las copas de los árboles, el silbido del viento chocando con las hojas, la luz del sol irse entre las nubes. Algunos crujidos de ramas me hicieron alertar pero ninguno se dirigía hacia mí, ya había pasado la hora acordada o se había acobardado o me quería tender una trampa. El ruido siguió por unos minutos más hasta que los murmullos y las risas se volvieron parte del ambiente.
Me adentré más entre árboles tratando de no avisar mi llegada hasta que unas risas muy conocidas me hicieron detenerme, eran mujeres, busqué un lugar donde esconderme y ser capaz de ver que les causaba tanta gracia.
Arthur
Él era la causa de sus risas estrepitosas, lo vi tendido en el suelo golpeado pero tratando de mantener el aliento, reconocí a dos de las mujeres y ese maldito cabello rojizo de Helene, solo hay una razón para que las brujas ataquen a un ángel que posee sus alas, un sacrificio. Trataba de mantener sus alas lo más lejos de las manos de las mujeres que seguían golpeándolo. No iba a dejar que se deshiciera de él.
Me moví entre los árboles hasta poder estar frente a ellas, las tres se detuvieron y dirigieron sus ojos a mi al igual que Arthur. Ladeé la cabeza para poder ver el daño de su cuerpo.
—Mira quién está aquí —Helene soltó la barra de metal que tenía en su mano para aplaudir —La esposa digna de Sebastián, debió ser divertido escaparte con el monstruo
—Podrías haber gritado y vendría —me dirigí a Arthur que solo bufo
—No necesito tu ayuda
—Vaya se conocen, que tan valioso es para ti este tipejo ¿Es tu amante? —mire a la mujer con completa seriedad sus chistes no me causaban gracia
—Él es mi asesino —metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón con poco interés —Yo soy su presa y tiene que llevarme ante su Dios para que sea castigada por mis actos
—Para ser un asesino no es nada fuerte
—Los ángeles y la parca actúan de formas diferentes, ellos no van a pelear para matarte ellos solo cortan el hilo dorado que te mantiene vivo, pensé que lo sabrías pero no eres muy lista Helene
—¿Y tú lo eres?
—Llevo años acumulando información y actualizandome para no terminar como tú con un cerebro atrofiado de pura envidia, egocentrismo, vanidad y desprecio
—¿A qué viniste? —su pregunta esquivo mis palabras —Estamos ocupada con tu asesino o bueno estamos terminando tu trabajo
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Propiedad de un demonio.
Genç Kurgu✠¡Oh, mi Dios he pecado! Fueron las palabras más blasfemas que salieron de mi boca al tener a ese hombre sobre mi, un vaivén de emociones desbordándose a flor de piel en cada uno de los fragmentos que forman mi alma. Pero a quién le importa un alma...