Era una de las peores tormentas los relámpagos iluminando el cielo y en el retumbó después de unos segundos escuchando por todos lados, no había energía por la rama que había reventado el cable eléctrico. Era mi día de descanso entre semana y por haz del destino Rachel regresó temprano antes de que el cielo comenzará a caerse, cada quien estaba en su habitación no teníamos mucho que hacer en una noche como esa.
El ruido de la lluvia golpeando el techo era muy relajante, el solo estar tumbado en la cama acariciando la espalda del niño que trataba de dormirse era muy cómodo, había mucha paz en un día como ese. Aún lograba distinguir los ruidos de la casa, el reloj del pasillo haciendo tic tac, la madera rechinando por los pasos de Rachel moviéndose de un lado a otro en la habitación del fondo. Cerré mis ojos para quedarme dormida pero en aquel limbo de sueño el grito de mi hermana y el ruido de algo romperse me levanto.
No tuve la molestia de ponerme las pantuflas y solo salí de la habitación con cuidado, solo cargaba la linterna en la mano iluminando el suelo hasta llegar al primer piso, no había nada en la sala, gire al lado del comedor encontrándome a Rachel tirada en el suelo semi inconsciente corrí en su dirección para ayudarla pero algo me golpeó la espalda haciéndome caer de rodillas.
—Pensé que solo eras tú viviendo en esta casa —no reconocía esa voz masculina, mi cerebro no era capaz de recordarla
—¿Quién eres?
Levanté la cabeza para verlo y con ayuda del rayo que iluminó todo en lugar vi al cura que había deambulado por toda la zona de mi trabajo, ¿Qué hacía este hombre metido en mi casa?
—Veo que si me recuerdas niña —no hice ningún movimiento que me pusiera en riesgo o a mi hermana
—¿Qué hace en mi casa?
—Vengo por algo que es mío y que tú tomaste sin mi permiso
—Lili —vi a Rachel queriendo levantarse pero me negué con la cabeza, si hacía un movimiento en falso este psicópata nos mataría a las dos
—Yo no tomé nada suyo
—Me has estado siguiendo a donde sea que vaya, crees que no se qué lo estás escondiendo en esta casa —había tenido el cuidado de que no me viera pero jamás me asegure que no me siguiera a casa —Seamos claros tú me entregas al bastardo y te dejo vivir
—No sé de qué me está hablando —iba a arriesgar mi vida y la de Rachel por él, estaba mal de la cabeza —No sé que es mi que busca
—Enserio no sabes —me dejó ir un golpe en el estómago quitándome el aire —No te hagas la tonta niña
—Yo... —la dificultad para respirar y el dolor no me dejaban hablar correctamente —no...
—No hagas esto más difícil, entrégame al bastardo
—Púdrase —me levanté del suelo con ayuda de la silla del comedor y vi su asqueroso rostro
Sus ojos estaban abiertos de par en par, sus pupilas estaban dilatadas, su rostro parecía deformarse como un lunático que en cualquier momento me iba a sacar el corazón a sangre fría. Me alejé lo suficiente para correr a la cocina y tomar cualquier utensilio que me defendiera de él, cuando me acerqué a la caja de cuchillos me tomó del cabello estrellándome contra la encimera e inmovilizando mi cuerpo colocándose contra mí. Era asqueroso tener a un sujeto como él sobre mi.
—Te dije que no hicieras más difícil esto preciosa —susurro en mí oído causando un enorme escalofrío que me erizo la piel
—No voy a darte nada mucho menos a ese niño que es mío —tiro de mi cabello despegando mi cabeza de la superficie plana, un dolor tolerante pero que me estaba sacando de juicio
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Propiedad de un demonio.
Teen Fiction✠¡Oh, mi Dios he pecado! Fueron las palabras más blasfemas que salieron de mi boca al tener a ese hombre sobre mi, un vaivén de emociones desbordándose a flor de piel en cada uno de los fragmentos que forman mi alma. Pero a quién le importa un alma...