Llega la temible hora del almuerzo y me pongo nerviosa. No pretendo salir de este lugar. Clío lo nota cuando cambio el cuaderno por un libro y lo abro para leer. Me mira unos segundos con curiosidad y finjo que no lo noto. Sonríe de lado y las rodillas me tiemblan, sus pesados ojos azules me ponen aún más nerviosa. Como si viera lo que pienso.
- La antigua Grecia. Interesante lectura. – dice con voz curiosa – ¿Te gusta informarte sobre tu lugar natal?
- La verdad es más como una necesidad. Es mi hogar a pesar de no haber crecido ahí. – explico – Jamás he estado en esas tierras y... es como sí me llamaran. Por el momento la lectura, fotografía, o cualquier cosa relacionada a Grecia me ayuda a sentirme cercana.
- Te comprendo, Grecia es difícil de no amar. – sonríe – Supongo entonces que mi apellido te sonó familiar.
- Así es. ¿A caso tu familia proviene de Lemnos? – su sonrisa se hace más grande y asiente con entusiasmo, me dejo contagiar por ella en el acto.
- Nacida y criada allí. Después llegué a este hermoso lugar por azares del destino.
- ¡No te lo puedo creer! Es increíble que tu provengas del mismo lugar que yo. – mi sonrisa se desvanece cuando me doy cuenta de lo exagerada que estoy siendo – Lo lamento, creo que me emocioné de más.
- Descuida... ¡También estoy emocionada! – me abraza de inmediato – ¡Te he estado esperando por tantos años!
- ¿Esperando? – pregunto con extrañeza.
- Si... – baja la mirada dudando unos segundos – ... ya sabes, alguien con quien compartir algo así de asombroso. – responde entre balbuceos.
La veo ponerse un poco nerviosa, pero lo dejo pasar. No quiero arruinar mi primera posible amistad con mis molestas preguntas.
- Y, ¿sería muy impertinente si pregunto qué te hizo venir hasta acá? – pregunta cambiando de tema.
- No... no lo eres. – revuelvo mis dedos entre las páginas del libro buscando las palabras correctas – Bueno, fueron varias las cosas que me trajeron a Chicago. Fue como si los dioses se hubieran puesto de acuerdo para enviarme lejos de Australia... y de casa. – suspiro – Primero, comencé a tener bastantes problemas en el colegio, no sé qué hizo estallar la bomba, pero todo el mundo comenzó a tratarme como basura, pero no quiero ir más allá. Segundo, yo estuve enferma, bastante. No salía del hospital por más de una semana, algo se complicaba y volvía a ese horrendo lugar. Tercero, mi padre tuvo problemas con el trabajo. Bastantes. Lo despidieron, su liquidación fue lo suficientemente jugosa para traernos hasta el otro lado del mundo y heme aquí ahora, intentando crearme una vida nueva con el único hombre que querré cerca de mí. – hago una mueca.
- ¿Te llevas muy bien con tu padre? – pregunta mientras recarga su brazo en la mesa y su mejilla en la palma de su mano escudriñándome hasta el interior. Desvío la mirada.
- El es lo único que tengo. Mi madre murió al darme a luz, lo cual dejó destrozado a mi padre y con una misión fija, cuidarme. Digamos que somos el mundo entero para el otro.
- ¿Eso fue lo que le hizo marcharse de Grecia?
- Eso creo. – devuelvo mi mirada a ella – Ellos estaban muy enamorados, dice que le hizo ver las cosas de otra forma. Según él: "fue hechizado por su encanto en una noche que la luna brillaba de forma especial". – cito las palabras de mi padre a pie de letra – Y esa es otra cosa que le recuerda a ella: la luna.
- Déjame adivinar, ¿la luna es su cosa favorita después de ti? – entonces si la miro con atención.
En sus ojos azules solo hay curiosidad, ganas de saber más, seguridad. Me hundo en ellos intentado comprender de dónde saca conclusiones tan acertadas.
- ¿Era demasiado predecible?
- No, pero me sorprende haber acertado. – se ríe.
- ¿Puedo preguntarte algo?
- Lo que sea. Dispara, Artemis.
- ¿Es normal que me agrades tan pronto?
- Bueno, a mí no me pasan cosas normales... – no logro escuchar sus últimas palabras – Pero me alegra que así sea. Aquí entre nosotras, la verdad me hacen falta amigos. Soy demasiado excéntrica para toda esta gente y no encajo mucho. – se encoge de hombros – Podríamos decir que eres la primera persona con la que cruzo palabras por más de un minuto.
- No te creo, pero si tu eres agradable.
- ¡Lo sé! ¡Soy increíblemente agradable! ¡Todos deberían amarme! – una carcajada se desprende de ella – Bueno, tal vez mi exceso de confianza es lo que intimida. Aquí eres raro si no transformas tu personalidad para ser aceptado. Yo prefiero... ser Clío. Tal vez una versión más desatada de la Musa de la Historia.
- ¿Algo cómo hacer honor a tu nombre acorde al siglo XXI?
-Exacto. – se acerca y me toma las manos – Artemis, tú y yo estamos destinadas a estar juntas.
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𝑇ℎ𝑒 𝑀𝑜𝑜𝑛'𝑠 𝐷𝑎𝑢𝑔ℎ𝑡𝑒𝑟
Fantasía¿Qué pasaría por tu mente si de repente alguien llega a decirte que tu madre es la luna? The Moon's Daughter, una historia que cambia de intensidad a cada capítulo y en ocasiones es engañosa. Lo dice su misma autora. Acompaña a Artemis en esta histo...