Capítulo ocho

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Ahí, a mitad de la calle, entre ese rayo de luz, una silueta se dibuja a la perfección. Una mujer, con un largo y amplio pero ligero vestido, es alta, delgada. Mi piel se eriza en el momento que ella empieza a avanzar lentamente hacia la casa y como acto reflejo corro a la entrada dejando a mi padre y a Clío dentro. Me quedo parada en el umbral de la puerta cuando por fin puedo mirar el rostro de aquella mujer, juraría que es una alucinación puesto que es muy hermosa. Sus rasgos son finos, sus pómulos se marcan, sus ojos son de un gris brillante pero su mirada es cálida, sus labios son finos y sonríe ampliamente cuando me mira, su cabello es blanco y muy largo, le adorna una tiara que parece echa de auténticas estrellas puesto que dan la ilusión de flotar sobre su cabeza.

- Artemis... - escucho a mi lado -... es ella. – giro para mirar con incredulidad a Clío pero esta vez su rostro muestra todo menos gracia.

A mi derecha está mi padre, mirando a dónde la mujer se encuentra de pie, sus ojos están llenos de lágrimas y su cuello está tenso por el esfuerzo que hace por no llorar. Sus manos tiemblan. Miro de nuevo a la mujer, quién estira sus brazos hacía mi padre mirándole desde el inicio de nuestra cerca, son escasos metros los que nos mantienen lejos y mi padre se decide a acabar con ello de inmediato. Casi corre para abrazarla con todas sus fuerzas y sollozar sobre su hombro. Ella sonríe dejando a la vista su perfecta y reluciente dentadura. Besa la sien de mi padre y acaricia su cabello con auténtico afecto. Le dice algo al oído y mi papá se separa un poco de ella, mirándola fijamente con una sonrisa. Entonces la besa y no sé ni siquiera cómo reaccionar. Sigo parada en la puerta, helada, ansiosa, confundida, impresionada. Clío me da un apretón en la mano llamando mi atención.

- Anda, ve. – me anima.

Dudo varios segundos mientras siento que todos me miran expectantes y por un momento quiero llorar. Cuando me doy cuenta ya me estoy acercando a la hermosa mujer que se muestra nerviosa a cada paso que doy. Por fin, una vez frente a ella, suelto el aire en un sollozo.

- ¿En serio eres tú? – pregunto con la voz quebrada - ¿Eres mi mamá?

- Si, pequeña, soy yo. – entonces las lágrimas empiezan a recorrer mis mejillas – Mi hermosa Artemis... – su mano acaricia mi mejilla secando mi llanto y haciéndome temblar, no sé si de emoción o de extrañeza al sentirle por primera vez –...ven aquí.

Y me abraza dándome al instante una sensación desconocida en el cuerpo, como una ola de nostalgia, amor y calma, me hace sentir completa y llena un espacio que no sabía que esperaba en mí por ella. Me hundo en su cuello, aspirando su aroma que curiosamente es mi favorito, vainilla.

Unos segundo más tarde, mi padre se une al abrazo y me siento feliz pero una punzada de algo más me golpea. Todo parece perfecto pero... algo se remueve en mi interior con inquietud, alertándome.

Las cosas no pueden ser así de perfectas, ¿o sí?

*

SIIIIIII ¡FINALMENTE UNA ACTUALIZACIÓN!

𝑇ℎ𝑒 𝑀𝑜𝑜𝑛'𝑠 𝐷𝑎𝑢𝑔ℎ𝑡𝑒𝑟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora