Capítulo dieciocho

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N.A: ¿Qué creen? Ya me emocioné actualizando. Ahí les va otro.

Sus ojos son los que me reciben cuando por fin vuelvo a estar consciente. Puedo ver que ha llorado, que está nerviosa y algo aliviada de verme despertar después de quién sabe cuánto tiempo.

- ¿Qué pasó? – mi voz resuena en la habitación llamando la atención de todos los que me acompañan.

- Pequeña... Hija, ¿cómo te sientes? – pregunta mi padre.

- Confundida, creo. ¿En dónde estamos?

- En el hospital. – responde.

- ¿Por qué? ¿Qué ocurrió?

- Eso dímelo tú. Solo recibimos la llamada de Clío y vinimos hasta aquí.

- Pues... Yo...

- Se desmayó cuando estábamos saliendo del restaurante. – Clío se encoge de hombros y se tira en el sofá que está al lado de la cama – Seguimos esperando la evaluación del médico, Charlie.

- Tuve una visión... o más bien, una alucinación.

Los tres, mis padres y Clío, me miran ansiosos, esperando a que explique más.

- ¿Exactamente que viste?

- A todos ustedes, estaban muertos. Y había más gente, también morían. Luego escuché la voz de un hombre, dijo que no era una gran amenaza porqué creía que ustedes jamás me ocultarían cosas. – se quedan en silencio.

Mi madre y Clío intercambian miradas y mi padre se quita las gafas para tallarse los ojos. Espero a que alguien se atreva a decir algo y empiezo a ponerme nerviosa con su silencio, el cual se ve interrumpido por la entrada del doctor a la habitación.

- ¿Son todos familiares?

- Así es. Soy su padre. ¿Ya sabe qué ocurrió con mi hija?

- Sí, no deben preocuparse, todo parece indicar que solo fue consecuencia de azúcar baja.

- ¿Está seguro? – insiste mi padre.

- Completamente. Quédese tranquilo, no tiene relación con ningún padecimiento anterior. Solo necesita aumentar un poco su consumo de azúcar para estabilizarse.

De inmediato siento como un enorme peso desaparece mi pecho, pero aún permanece el que me genera el silencio de mi madre y Clío.

- ¿Entonces me puedo ir a casa?

- Así es. Te daré el alta y una enfermera vendrá a quitarte el suero. Procuren llevarla a descansar en cuanto lleguen a su casa. Y mañana que permanezca en casa, les daré una orden para eso.

- Muchas gracias. – el medico sonríe y sale de la habitación.

*

Clío arregla mis cosas del tocador mientras la miro en silencio, observando atentamente todos sus intentos de disimular su nerviosismo. Está esperando a que le haga hablar, pero no planeo hacerlo. Prefiero que ella misma se regañe y abra la boca sola. Y parece que no falta mucho porque se deja caer en la orilla de la cama.

- Supongo que quieres que te ayude a entender qué fue eso que viste, ¿no? – me encojo de hombros - ¿Reconociste la voz que te habló? – niego con la cabeza y se muerde el labio - ¿Era profunda y rasposa? – asiento - ¿Hablaba en tu mente? – vuelvo a asentir – Entonces debemos tomar en serio lo que viste.

- ¿Por qué?

- La voz que escuchaste fue la de Ares, y esa visión no era precisamente tuya, sino de... digamos, su adivina de confianza.

𝑇ℎ𝑒 𝑀𝑜𝑜𝑛'𝑠 𝐷𝑎𝑢𝑔ℎ𝑡𝑒𝑟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora