Capítulo once

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Después de unos minutos caminando llegamos a casa, Clío detiene su canto de golpe cuando nos paramos frente a la puerta. Pone su mano izquierda sobre mi abdomen para hacerme retroceder y ponerme detrás de ella. La miro extrañada y pone su dedo índice sobre sus labios para indicarme silencio. Toma las llaves de mis manos y abre la puerta con lentitud. Entramos en mi casa en silencio, preguntándonos por qué no huele a comida y está todo tan silencioso.

- ¿Clío?

No me responde, solo se adentra más en la casa y la sigo muy por detrás. Un golpe en la sala de estar nos hace dar un brinco y la piel se me eriza.

- Vete de aquí, Artemis. – ordena susurrando.

- ¿Qué? ¿Por qué? – por fin gira para mirarme y abre los ojos con horror.

- No te muevas... - justo cuando dice eso, un cosquilleo recorre mis brazos y me hace temblar.

- ¿Qué es eso?

- Bruma...

Miro a mi alrededor y observo apenas entrando a la sala aquella bruma rojiza y con olor azufre. Nuevamente, sorprendiéndome de mi sensibilidad.

- ¿Cómo es que la sentí antes de que siquiera entrara a la habitación?

- Otro don, tal vez. – toma mi mano y la presiona – Cuando diga que corras, debes hacerlo.

Antes de que pueda replicar un gruñido nos deja saber que la bruma no es lo único que nos acompaña. Entre lo rojizo de la bruma, más de ese polvo negro brilloso me hace querer salir corriendo de inmediato, ha venido otro faithless y ahora está en mi casa. Me da terror lo que pudiera ocurrir con mis padres.

- Clío, mis padres...

- Ellos están bien, tranquila. Ahora, quiero que avances despacio a la salida. Si algo sale mal, corres y me dejas aquí.

- ¿Estás loca?

- Dije que corres, Artemis, no es pregunta. Muévete. – me da un pequeño empujón y alza sus manos – Fos.

Un liviano fulgor azul comienza a emanar de sus manos haciéndome enmudecer, sus manos brillan en varios tonos azulados, de los más claros a los más oscuros, como si agua oceánica se moviera entre sus dedos, de manera elegante y amenazadora.

Sigo dando pasos pequeños hacia atrás, a la par que observo el movimiento de la bruma, acompañada del faithless. Se mueve despacio hacia la luz que produce Clío, subiendo hasta casi cubrir su pecho completamente.

- Clío...

- Sal ahora. – dice antes de que la bruma roja, ya algo separada del polvo negro, la cubra por completo, dejándola dentro de una enorme esfera.

Decido salir y asomarme por la ventana de la sala, cumpliendo con lo que me ha pedido pero sin dejarla sola. El faithless adopta su forma de felino nuevamente, dando círculos alrededor de la esfera en que Clío está encerrada. No sé lo que ocurre, no sé lo qué debo hacer. Miro a todos lados, esperando tontamente que alguien llegue a ayudarnos. Mirando al techo, me doy cuenta de que yo también estoy en problemas pues más polvo negro, y en más cantidad, comienza a cobrar forma sobre el tejado, revelando dos bestias más.

Miro al interior y observo fuertes flashes de luz azul rebotar por las paredes en lo que supongo es un intento de Clío por darle a la bestia desde el interior de la bola roja. Vuelvo a fijar mi mirada en los movimientos de las bestias que de a poco se acercan a mí para rodearme. Una vez en el suelo, uno a cada lado mío, avanzan a la misma velocidad, dando cada paso al mismo tiempo, atacándome con sus ojos rojos y enseñando los dientes, gruñendo para intimidarme.

Siento como mi piel se eriza cada vez que están más cerca, y por un momento siento que el miedo se apoderará completamente de mi cuerpo. Y entonces recuerdos atacan mi mente: mi padre llorando, mi cuerpo sintiéndose cada vez más lejos de mí, las muchas voces de las enfermeras y médicos que intentaban ayudarme mientras la muerte se sentía cada vez más cerca.

Caigo en cuenta de que son los apelpisía haciendo su trabajo para derrumbarme y dejarme indefensa. Los miro directo a los ojos, sintiéndome extraña, con un repentino brote de energía y valor. A mi alrededor, entre las bestias y yo, observo un fulgor azul, uno que hace que ellos den un paso atrás. Un estallido me hace mirar a la ventana, que ya no tiene cristal, donde veo a Clío con la bruma a sus espaldas, tentando el terreno antes de volver a apuntar con sus manos a la bestia que aún le amenaza.

Entonces casi entro en pánico, cuando el faithless se lanza hacía la rubia, derrumbándola. Ella sigue peleando, y yo siento más cerca a los que tengo fuera. Ambos saltan a la par hacia mí y me encojo pegando un grito.

Un estallido aún más fuerte resuena a mí alrededor y levanto la vista cuando noto que nada ha caído sobre mí. El polvo negro se disipa en el aire, Clío me mira aún desde el piso con sorpresa aún acompañada por la bruma roja, reviso mi cuerpo y por un momento culpo a la adrenalina por lo que observo. Mis manos, mis brazos, mis piernas... todo mi cuerpo, irradiando luz, esa misma luz que había hecho a las bestias apartarse.

Siento la fría piel de Clío en mi barbilla cuando alza mi rostro para clavar su mirada en la mía. Sonríe y me abraza con fuerza.

- ¿Qué pasó? – pregunto.

- Destruiste a esos faithless, Temis, con luz lunar. ¡Hay luz lunar dentro tuyo!

𝑇ℎ𝑒 𝑀𝑜𝑜𝑛'𝑠 𝐷𝑎𝑢𝑔ℎ𝑡𝑒𝑟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora