Capítulo veinte

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Capítulos finales

Cuando estamos a unos pasos de llegar al lugar, le doy un apretón a Clío en la mano.

- ¿Todo en orden? – asiento sonriendo por lo lindos que se ven sus ojos brillando, como estrellas dentro de la oscuridad del pasaje.

- Entraré después de ti, dame unos segundos.

- De acuerdo. – besa mejilla y después desaparece de mi vista entre la penumbra que se conserva a pesar de las antorchas.

Me doy un tiempo para relajarme y mentalizarme para lo que se viene. Sé que todo irá bien, que las palabras correctas saldrán de mi boca. Me paro derecha, tomo aire y me dispongo a hacerme presente en la sala.

Sentados en las sillas de los costados están Atenea y mi madre a la derecha, Perséfone y Clío a la izquierda mientras que Hades está en la cabecera. Todos me miran expectantes, sé que eso que siento diferente en mí lo han visto sus ojos. Mi madre pasa sus ojos fugazmente por mí rostro, dejando un rastro de culpa con el minúsculo temblor de su labio inferior, sin afectar su postura de líder. Atenea esta vez es casi imposible de leer, se muestra imperturbable, callada, más seria de lo que la he visto jamás, pero estoy segura de que en su interior arde en furia por lo que le hicieron a su hija. Perséfone parece un espectador infiltrado, cualquiera podría ver la curiosidad desbordando por sus ojos. Clío me sonríe en cuanto nuestras miradas se encuentran y me regaño cuando unas inmensas ganas de abrazarla me atacan. Apenas soy capaz de apreciar con atención el corte que hay en su sien, producto del buen golpe que Eris le dio en el bosque.

Me adueño de la silla del extremo contrario a Hades y tomo asiento en calma, dispuesta a tomar el control de la situación de una vez por todas.

- Gracias por haber atendido el llamado que hizo Clío. – procuro hablar con calma – ¿Qué hay sobre Eris? ¿Está en condiciones de hablar?

Atenea se acerca más a la mesa y se dispone a hablar.

- Él fue atendido por los sanadores que mande llamar. Sufrió quemaduras y un fuerte golpe en la columna, pero podemos hablar con él justo ahora si es lo que quieres.

- ¿Qué tan graves fueron sus quemaduras?

- Bastante más serias que las tuyas.

- ¿Fue por la luz lunar? ¿Es peligrosa? – interrogo.

- En esta ocasión lo fue. – la mujer coloca sus brazos sobre la mesa – A pesar de que pudiste controlar el momento en que la utilizarías, su poder fue demasiado para que tu cuerpo mortal saliera ileso. Si no tienes cuidado, podría matarte.

- Bueno, eso no es una preocupación, igual moriré, ¿no es cierto, madre? – poso mi vista en ella y sonrío de lado – Pero claro, haré todo lo posible para evitar un desastre antes de ese momento. Y conservaré las cicatrices como recuerdo, no necesito de ti, madre.

Puedo verla erguirse y tomar bastante aire después de mis palabras. Paso mi vista a Hades, quién mira la situación con diversión.

- Hades, ¿podrías pedir que traigan a Eris para interrogarlo?

- Será un placer, pequeña Luna. – con la misma sonrisa hace un ademán a una de las jóvenes que se ocultan en la penumbra y esta sale rápidamente de la habitación.

- ¿Qué planeas preguntar? – Perséfone alza la voz, ganándose una mirada molesta por parte del único hombre presente.

- Ya lo escucharás. Si mis sospechas son correctas entonces pondremos mi plan en marcha. Y necesitaré del apoyo de todos ustedes.

𝑇ℎ𝑒 𝑀𝑜𝑜𝑛'𝑠 𝐷𝑎𝑢𝑔ℎ𝑡𝑒𝑟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora