Capítulo veinticinco

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Capítulo final

Me paso las manos por el cuerpo, sintiendo mi fría piel, la ligera tela del nuevo vestido que llevo puesto. Sé que no estoy en el mismo lugar de antes pues lo que veo a mi alrededor es nuevo y una cortina ligera y un poco traslúcida me mantiene alejada de lo que sea que hay detrás. Me acerco para mover la tela y revelar lo que hay detrás, o mejor dicho, quiénes.

Mi madre y dos mujeres más se encuentran a mitad del salón blanco y reluciente, sentadas en tres sillas doradas, como si fueran tronos. Las dos desconocidas poseen cabelleras de tonos parecidos al mío y vestidos totalmente blancos. Sonríen. Mi madre es la primera en ponerse de pie para acercarse a mí.

- Mi hermosa niña, lo lograste. – me envuelve en sus brazos y me permito perderme un momento en ella, aguantando mi llanto.

- ¿Qué fue lo que sucedió? – pregunto.

- Fue asombroso. Lo vimos todo desde aquí. – una de las mujeres, que tiene unos brillantes ojos verdes, se anima a hablar.

- Lograste usar todo tu poder para asesinarlo. – explica la otra mujer de ojos avellana – Ares ha desaparecido para siempre.

- ¡Y destruiste a todos los faithless existentes también! – aplaude la otra.

Lo más obvio es que la mujer de ojos verdes es mucho más entusiasta que la de ojos avellana.

- Artemis te presento a Selene – señala a la más seria – y a Artemisa. La diosa de la luna y la primera Madre Luna.

- Pero... ¿cómo? Creí que...

- ¿Habíamos muerto? Sí, estamos muertas, físicamente, por eso estás en el lugar de descanso de las lunas. – me quedó callada un momento aún en los brazos de mi madre.

- Entonces... ¿Estoy... Estás muerta? – cambio mi pregunta cuando termino de procesar.

- Lo estamos, pero no será así por mucho, estamos dando tiempo a nuestros cuerpos mortales de regenerarse. – me explica mi madre.

- Es como si tu alma estuviera de visita aquí, en la luna que mirabas esta noche antes de que estallara la batalla. – Artemisa no abandona su amable sonrisa – No te preocupes, volverás a Filikótita en cualquier momento. Tu cuerpo se pulverizó literalmente cuando canalizaste toda la luz lunar que posees.

- Este nuevo cuerpo será más resistente, te lo aseguro. – Selene se acerca a nosotras finalmente y sonríe apenada – A propósito, lamento tu pérdida.

Un nudo se forma en mi garganta al escuchar esas palabras. Ahora con toda esta quietud soy capaz de sentir con más consciencia e intensidad el dolor. Tanto que la vista se me nubla cuando las lágrimas amenazan con salir.

- Adoraba a esa chica. Jamás vi algo parecido a ella. – habla Artemisa – Por eso me encargué de que prepararan de inmediato un tributo a ella.

- ¿Un tributo? – apenas logro preguntar sin soltarme a llorar.

- Cada gran guerrero y guerrera es inmortalizado en un monumento, ahora Clío tendrá el suyo. – mi madre me abraza fuertemente – Estarás en casa para el momento en que revelen su sepulcro. Enviarán sus restos al templo a Selene y sellarán la tumba con la escultura que justo ahora están haciendo. Ven, te mostraré.

Toma mi mano y vamos al fondo del salón en donde hay un pilar sobre el que descansa una bola que simula ser la luna. Mi madre coloca sus manos sobre ella y nos muestra la imaginen de los escultores trabajando en mármol la figura de Clío. Verlos tallar su rostro es la gota que derrama el vaso. Me hundo en el cuello de mi madre y lloro en sus brazos, a lo que Selene y Artemisa proceden a dejarnos solas.

𝑇ℎ𝑒 𝑀𝑜𝑜𝑛'𝑠 𝐷𝑎𝑢𝑔ℎ𝑡𝑒𝑟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora