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Pov Omnisciente:



El aire que los rodeaba era frío, no lo suficiente como para necesitar demasiado abrigo, pero sí lo bastante como para hacer temblar a una persona normal. El detalle aquí era que ellos no eran personas normales, en absoluto, eran cuatro asesinos, cuatro de los más dementes, sanguinarios y buscados del país. Su fama era muldialmente reconocida y, casi a cualquiera a quien le preguntaras, si no sabían bien quiénes eran, al menos habían escuchado hablar de (mínimo) alguno de ellos aunque fuera una vez. 

El lugar donde se encontraban era muy diferente a NY, el cual estaba plagado de edificios y autos por donde fuera que miraras; ahora solo los rodeaban los árboles, la naturaleza en estado puro con su vegetación y la vida silvestre nocturna libre a su alrededor. A lo lejos podía escucharse algún ulular de un búho o lechuza, el chillido de un murciélago intentando ubicarse en medio de la pesada obscuridad que solo es quebrantada por la luz de plata de la luna sobre sus cabezas. 

Estaban lejos de la ciudad, muy lejos, sin embargo, el par de pelinegros no estaban seguros de cuánto ya que, luego de atravesar la puerta azul del juguetero, no tenían ni idea de a dónde habían ido a parar. Hubieran preferido ir por sus propios pies al encuentro de Él, así habrían podido saber dónde se encontraban y podrían haberse ido si lo deseaban. No obstante, la cosa no habría sido así ya que, según el colorido par, el viaje sería de varias horas de caminata y no llegarían a tiempo, así que no había quedado opción y ahora estaban a merced del pelirrojo de ojos de oro. Lo cual los ponía de peor humor del que ya estaban por haber tenido que ir al ser convocados solo porque Él quería. Maldito fuera.

Luego de unos minutos de caminata más, una cabaña parcialmente hecha pedazos apareció ante ellos. Se la veía deteriorada, con trozos de madera faltantes en algunas zonas, sin iluminación y con apariencia de que se vendría abajo en cualquier momento. En pocas palabras: el lugar de encuentro perfecto. Era obvio que estaba abandonada y nadie en su sano juicio se acercaría a ella. Muchos seguro que se imaginaban todo tipo de historias sobre ese lugar, si es que lo conocían, que era un espacio infestado de espíritus por ejemplo, y seguro que pensarían que, si alguien vivía ahí, era alguna especie de demente y/o asesino. El que esas creencias causaran que las personas se mantuvieran alejadas de ese lugar no hacía más que favorecerlos a ellos, porque de lo contrario, sabrían que no estaban tan alejados de la realidad con sus suposiciones, porque realmente, esa noche, un grupo de asesinos se reuniría y habitaría esa derruida cabaña por unas horas.

El pelinegro de la sonrisa cortada no dejaba de imaginar formas de destripar a los dos asesinos coloridos frente a él al tiempo en que discutía con su otra mitad dentro de su cabeza. No sabía a quién soportaba menos: si a los idiotas que gustaban de los juguetes que tenía frente a él encabezando la marcha, o al ojiazul que lo reprimía dentro de su cabeza diciendo que no debía hacer nada estúpido hasta no saber qué era lo que estaba pasando. 

¡PERO SI EL VIVÍA SOLO PARA ASESINAR Y HACER COSAS ESTÚPIDAS POR MERA DIVERSIÓN!

Al mismo tiempo, cerrando la marcha está el payaso monocromático, el cual ignora completamente a sus compañeros de caminata entretanto piensa en su "nueva mejor amiga", que no es otra que una nena de apenas cinco años, la cual lo cree el mejor amigo que una niña puede tener, mas que, al mismo tiempo, el suele imaginarla con su sangre esparcida por las paredes y sus manos, disfrutando del sufrimiento que ve en sus ojos. Casi no puede esperar para asesinarla, destriparla, hacer animales de globo con sus intestinos, o inflar sus pulmones como globos de colores para luego reventarlos con una de sus garras y poder ver los pedazos esparcidos por todas partes. Arrancar sus ojos, atravesar su corazón con sus garras hasta que deje de latir entre sus dedos...

Melodía de Muerte...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora