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Mi corazón, que late a toda velocidad, es lo único en mi cuerpo, junto con mis pulmones, que se mueven, que aún realizan sus movimientos propios. El resto de mí, no responde en absoluto. Ante lo inminente, ruego por ayuda de forma silenciosa, que si hay un Dios ahí en lo alto, me escuche y haga algo para que no muera hoy. Una lágrima se escapa de mi ojo y se mezcla con la sangre que escurrió antes, haciendo que se deslicen aún más bajo y las sienta rozan mi oído. Mis cuerdas vocales están tan resecas y anudadas entre sí por el miedo, que mi voz apenas si logra emitirse como algo más que un mero susurro rasposo y poco audible, aunque se nota que, en el silencio que nos rodea, él lo hace de todas formas. 

-Por favor... por favor, te lo ruego, no me mates.

-Eso es, ruega un poco más, me encanta que mis víctimas supliquen por su vida. Hace las cosas más dulces. 

Mis lágrimas se vuelven un río en mis mejillas, mas me mantengo ahora en silencio; voy a morir, eso es evidente, este desgraciado planea matarme diga lo que diga y solo quiere ver que me humille más. No importa lo que pase, en su mente ya estoy atravesada por su hacha y, mi ruego de que alguien me encuentre, sé que es inútil. Para cuando alguno de los chicos se dé cuenta de mi ausencia, ya será demasiado tarde, ya estaré hace horas desangrándome muerta aquí mismo, si es que él no es alguna clase de pervertido o retorcido psicópata que se llevará mi cadáver cuando me asesine para hacer quién sabe qué cosa con él. 

-¿Ya no dirás nada más? ¿Te comió la lengua el gato?

Mi labio tiembla, sin embargo, me mantengo lo más firme que puedo en mi silencio, y hasta lo muerdo para esconder ese temblor y aumentar mi imagen de fortaleza. 

-Supongo que ya te diste cuenta, ¿no es así? No sirven de nada tus palabras; esta noche, tu sangre manchará mi ropa y mi hacha y tu cabeza será mi trofeo.

Sus manos rodean el mango de la pesada herramienta y la alza en alto, dejando claras sus intenciones y haciendo efectivas sus palabras anteriores. Sé que no voy a sobrevivir, ya de eso no queda duda: mi cuerpo no me responde, estoy agotada y atrapada, además de que soy mucho más débil que el desgraciado que ahora me sostiene y amenaza mi vida. Este es el fin, ya no tengo dudas y lo confirmo cuando veo que, ese afilado metal, empieza a bajar hacia mí. Sin querer contemplar realmente el momento de mi fin, cierro los ojos y solo espero lo inevitable...

Lo cual no llega nunca, puesto que, lo único que mi piel capta, es el aire que llega a ella del movimiento hecho y la sensación de cosquilleo en la nariz que uno siente cuando acerca algo puntiagudo o filoso a ella. Y, por supuesto, la voz que causó lo que, imagino, es el freno completo del ataqu.

-Que ni se te ocurra Toby, eso es mío.

Lentamente abro los ojos y, la visión tan cercana de la gruesa hoja afilada de metal, me hace tragar en seco con mucha dificultad; estuve realmente cerca. Sol un par de milímetros separan el arma de mi nariz. 

-¿Eso crees Killer? Porque no veo tu marca o nombre en ella.

-Quizás no la tenga, pero eso no cambia el hecho de que es mía. 

-¿Y quién lo dice?

-Lo digo yo; no olvides que D me dijo que debo aumentar mi número, no me obligues a usarte con ese fin. Después de todo, no me especificó con qué debía aumentarlo. Ahora, muévete y déjala, o el farol parlante deberá de buscarse un nuevo aprendiz de tonto. 

La voz que se escucha discutiendo con quien ahora sé que se llama Toby, me es familiar, no obstante, no consigue atravesar las capas de miedo de mi cerebro como para poder ser procesada al completo y entender o darme cuenta de de quién se trata. 

Melodía de Muerte...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora