Capítulo 16: Olvido

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*Elizabeth*

Ese Meliodas. No sé quién se ha creído que es, pero el camino que ha tomado conmigo ya es excesivo. Sabía que no podía fiarme de ese enano. Los demonios sólo saben usar tretas y yo he caído como una idiota. Pero no va a volver a pasar. Nunca más.

Gabriel: Cariño, tú madre me ha dicho que te vas de Palacio. ¿Ocurre algo?
Yo: Necesito un sitio para mí, eso es todo. Además, cuando Mael y nos casemos no vamos a vivir aquí acoplados, ¿Verdad papá?
Gabriel: Se me va a hacer raro no verte por aquí, cantando y bailando todas las mañanas, alegre como una flor de primavera.
Elizabeth: Tampoco me voy tan lejos, sólo me mudo a nuestro otro Palacio, el de la abuela. Necesita una vida hogareña, lo tenemos abandonado, ya no íbamos en verano de vacaciones y sinceramente, es una pena que se eche a perder.
Gabriel: En eso tienes razón. Seguro que lo cuidas bien.

Mi padre me da un beso en la frente y un abrazo, ya de despedida, puesto que ya no lo voy a ver, tiene misiones que cumplir. Cierro los ojos y me dejo llevar por todo el cariño que me está dando en ese abrazo. En parte, sí que es verdad que me voy porque dentro de poco seré una mujer casada y necesito una casa en la que vivir, pero también quiero alejarme de...ese monstruo de Meliodas.
Mi padre se va por la puerta y yo me dedico a hacer las maletas y preparar todo lo necesario. Jelamet y Nerobasta se vienen conmigo para que no esté sola en el Palacio, y más tarde, se nos unirán Sariel y unos cuantos soldados. Al fin y al cabo, soy alguien valioso para mi Clan, la Princesa heredera al Trono, no puedo dejarme matar.

No me despido de mi Madre, porque nunca sé dónde anda metida y tampoco es que le preocupe demasiado. Es una mujer demasiado ocupada, lo cual me duele un poco, puesto que cuando era pequeña siempre estaba con papá y conmigo, pero de la noche a la mañana se ha vuelto muy distante y fría y sólo piensa en meterse con el Clan de los Demonios y yo estoy bastante harta del tema.

Después de ir ordenando las cosas en mi nueva casa, cuál es mi sorpresa, que en lugar de Sariel, llega Mael.

Yo: ¡¡¡Mael, qué sorpresa!!!

Me lanzo hacia él y me da vueltas en el aire, riéndose de mi actitud.

Mael: Tenía ganas de verte y cenar contigo Eli. Tenemos cosas que concretar de la boda, cuánto antes mejor.
Yo: Sí, claro!

Nos sentamos y empezamos a hablar de todo. El lugar, los invitados, la decoración y cenamos tranquilamente en el jardín, ya que hace una noche estupenda para estar al fresco. Cuando nos damos cuenta, ya es muy tarde y Mael tiene que irse.

Mael: Lo siento Eli, pero si no me voy, mañana no llegaré a la reunión con tu padre, espero que lo entiendas.
Yo: Claro que lo entiendo. Tienes tú responsabilidad como segundo al mando. Eso sí, cuídate y no hagas tonterías.
Mael: Volveré este fin de semana y haremos lo que te apetezca, necesito unas mini vacaciones.

Me río. Me hace gracia que Mael diga eso, con lo que le gusta entrenar y guerrear, aunque sé que a veces se aburre mucho. Él me sonríe y me coge de la cintura. Sé que va a besarme, porque de hecho, tiene derecho a hacerlo, se supone que somos novios. Acerca su cara a la mía y yo le rodeo el cuello con mis brazos. Cierro los ojos y me voy poniendo de puntillas. Sus labios tocan los míos despacio y se van moviendo. Me aprieta un poco más y el beso se hace un poco más pasional.

"Elizabeth..."

Abro los ojos de repente y cuál es mi sorpresa cuando veo que el que me está besando es Meliodas. Espera... ¿Por qué de repente es tan alto? Mierda, no me digas que...estoy soñando. Otra vez.

Despierto sofocada por todo el calor que me ha dado ese sueño. ¿Pero qué te pasa Elizabeth? Sácate a ese idiota de la cabeza.

Me levanto y decido darme una ducha bien fría.

*Meliodas*

Elizabeth, Elizabeth, estás dándome dolor de cabeza. No he parado de soñar con ella todos estos días, razón por la cual, estoy arisco con todo el mundo. Me he enterado de que se ha mudado. Y bastante lejos, he de añadir. Pues sí que quería alejarse de mí, la condenada. No tengo bastante con soñar con ella, sufro por tenerla tan lejos de mí. Y mi madre se ha dado cuenta.

Lilith: Cariño, sé lo que estás pasando. Quizá deberías ir a ver a Gowther. Tiene muchas pociones raras. Igual puede ayudarte a olvidarla.
Yo: El problema es...que no puedo. Ni quiero tampoco. Lo que hice el otro día estuvo mal, fui un idiota. Mis instintos demoníacos se ponen tontos con ella. No sé lo que me pasó.
Lilith: Fácil. Estás enamorado. Tu parte humana sabe eso. Pero tu parte demoníaca la ve como una amante.
Yo: Es posible. Mamá, ayúdame por favor. Ella se ha ido. Quiere cortar toda relación conmigo. Necesito ayuda para olvidar.
Lilith: Si fuese todo tan fácil, cielo...yo sería la que manda aquí y no tu Padre.

Me río. Mi madre gobernaría esto de una manera muy ordenada, es cierto. Pero no sería tan cruel como papá.

Yo: Es que Elizabeth es tan...valiente. Será pacífica, pero es muy poderosa. Es inteligente, risueña y muy testaruda. Me gusta todo de ella. Me gustaría mucho que me enseñará cosas de...
Lilith: No sigas por ese camino, cariño, te va a doler...tengo entendido que se casa. Con el arcángel Mael. He de decir que tiene muy buen gusto para los hombres. Y no lo digo por lo físico, que eso es secundario.
Yo: Ni me lo nombres. Maldito imbécil con suerte.

Me levanto y dejó a mi madre con la palabra en la boca, pero no me sigue. Sabe que estoy cabreado y necesito pasear un rato. Decido ir a casa de Gowther.

Yo: Gowther! Necesito tu ayuda. ¿Estás en casa?
Gowther: ¿No tendrá que ver con cierta princesa enemiga?

Doy un respingo porque no me había pispado de que estaba detrás de mí.

Yo: ¿Cómo...?
Gowther: Lilith. Estaba preocupada.

Mi madre se ha chivado. Estupendo.

Gowther: Meliodas, lo siento, no tengo nada que darte para que puedas olvidar a esa preciosidad, pero te diría que no desaprovecharas tus sentimientos. Ahora que te has dado cuenta de que ella no es un objeto, sino algo preciado para tí, hazme caso y ve a buscarla. Haceos...amigos.

Gowther resulta ser un casamentero bastante bueno. Por una vez en mi vida voy a hacerle caso. Ahora sólo tengo que pensar cómo acercarme a ella sin que me clave un bofetón o un ark, cualquiera de las dos duele.

Me voy de casa de Gowther carcajeandome de lo bajo que he caído. Resulta que no soy yo el que controlaba a Elizabeth, es ella la que manda. Qué patético y a la vez, irónico. ¿Quien me iba a decir que una mujer iba a poder hacer algo así conmigo?

Meliodas, Meliodas, eres un pendejo. Pero un pendejo con suerte.




*Nanatsu No Taizai : El preludio de una tragedia* (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora