Capitulo 28: Odio

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*Elizabeth*

No acabo de creer que mi padre ya no esté conmigo. Hoy es el funeral y estamos todos reunidos...menos mi madre. Me parece surrealista que la noticia le diese exactamente igual y no saliese de su "despacho". No le he pegado un bofetón porque no tengo fuerzas ahora mismo, sino se le hubiese quedado la cara para retratar. Se me viene a la cabeza la cara de Derieri y la rabia se apodera de mí. No voy a permitirle tocar a nadie más. Esa queda en mi lista negra secreta.
Mael posa sus manos sobre mis hombros, ya que me nota distraída. Me sobresalto y él se disculpa en silencio.

Mael: De verdad que lo siento Eli. Era un buen hombre, un buen líder. Lástima no haber estado allí para evitarlo.
Sariel: 😔😔

Miro a Sariel. Parece muy abatido por la noticia. Él más que nadie sabe lo que pienso y lo que siento. Es como mi hermano pequeño. Me posa una mano en la espalda y me coge con la otra, para poder apoyarme en él. Las lágrimas corren por nuestras mejillas. Es un golpe muy duro perder a alguien tan sabio, tan bueno y tan dulce. Le quedaba mucho que vivir.
Su cadáver reposa en una piedra en el jardín, rodeada de árboles. Mael y Ludociel se encargan de cogerlo y llevarlo a su tumba, hecha de mármol y llevarlo al mausoleo familiar donde yacen todos mis ascendientes. Caminamos en silencio detrás del féretro y es Ludociel quien se encarga de la ceremonia de oración, ya que yo no puedo casi ni sostenerme en pie. De hecho, no he comido casi nada desde que pasó todo, así que me siento algo mareada.
Después del rito, todos se van al Palacio para charlar y comer algo, mientras yo me quedo sola en el mausoleo. Me siento delante de dónde yace mi padre y me pongo a llorar desconsoladamente, hasta que caigo rendida. Alguien me coge en brazos y me lleva hasta mi habitación, tumbandome en mi cama suavemente. Me acaricia la cara y me da un beso en la frente. Tarmiel. Se ha dado cuenta de que no volvía y ha ido a inspeccionar dónde me había metido. De tanto cansancio, caigo en los brazos de Morfeo. No tengo noción del tiempo, ni del espacio. Estoy como en el limbo.

*Sariel*

Sariel: Está pálida como una hoja. Deberíamos darle de comer a la fuerza, se nos va a ir.
Ludociel: Dejadla descansar, han sido muchas emociones, es normal que no quiera levantarse de la cama.
Sariel: ¡Podría enfermar!
Mael: El enano tiene razón, debemos cuidarla. Si le pasa algo, la Reina se enfadará.
Sariel: Podría bajar ella, que para eso es su madre. ¿Visteis cómo reaccionó cuando le dijimos lo de su marido? Le dió totalmente igual. Está enfrascada en la maldita guerra. Es su culpa el que Gabriel esté...
Ludociel: ¡No digas sandeces! La Reina no tiene la culpa de nada! Gabriel sobreprotegia a la Princesa, la culpa recae sobre él.
Sariel: Repite eso sí te atreves!!
Mael: Basta!! Nadie tiene la culpa de nada, ha sido una circunstancia fortuita caída en desgracia. Es todo. Sariel, por favor, cuida de Eli. Ludociel y yo tenemos que hablar.
Sariel: Entendido. Tarmiel...
Tarmiel: Iré por comida.

Entro en la habitación de Eli y sigue acostada. Tiene las cortinas algo abiertas para que le entre luz.

Sariel: Ey, Eli...hora de comer.

Lleva en la cama desde ayer. No ha comido nada desde entonces. Me preocupa que se deje llevar por la tristeza y caiga enferma. Le acaricio la espalda suavemente y veo que va abriendo los ojos. Los tiene hinchados y rojos, de tanto llorar. Está pálida por la falta de comida. Tarmiel entra con un buen séquito de comida.

Sariel: Vamos, Eli, tienes que comer, por favor.
Eli: Está bien...

Tarmiel acerca un caldo y le voy dando pequeñas cucharadas a Eli, que las traga sin rechistar. Después le doy un plato de guiso, el cual engulle vorazmente y de postre se zampa un trozo de tarta de limón. Me quedo sorprendido, porque aún a pesar de la tristeza que arrastra, se ha centrado en lo que le he dicho. Se levanta de la cama y va al baño.

Sariel: ¿Necesitas...ayuda?
Eli: Voy a asearme. Si no os importa, prefiero intimidad.
Sariel: Oh, claro. Vámonos, Tarmiel.

Salgo de la habitación con mi hermano y presiento algo en la habitación, que no es Eli...pero lo dejo pasar. Hoy no me apetece discutir con nadie.

*Elizabeth*

Me desvisto y me meto en la bañera, ya preparada por Tarmiel, después de que esos dos se hayan ido. Me hundo en el agua caliente y cierro los ojos, intentando controlar mi respiración. Huele a lavanda. De repente, noto a alguien más en la habitación y veo a un enano rubio entrando al baño. Meliodas está en mi casa. En MI habitación. En MI baño. Y yo estoy...no precisamente presentable.

Eli: ¿Es que no tienes respeto por mi intimidad? Espera fuera, al menos.
Meliodas: Eli, Sariel dijo que estabas enferma. Pero veo que ya estás mejor. De acuerdo, te espero fuera. Perdón.

Se ha dado la vuelta para decirme todo eso. Menos mal, parece que en eso es caballeroso. Acabo de bañarme y me visto.
Meliodas se ha sentado en mi cama mientras esperaba. Me mira y se levanta de sopetón, poniéndose colorado.

Meliodas: Siento muchísimo lo de tu padre Eli. Era buena gente.
Eli: ¿Y tú qué sabes? No lo conocías.
Meliodas: Todavía me acuerdo cuando me colé en tu casa hace unos años. Tu padre fue quien me sacó y no paraba de hablar.

Es cierto...mi Padre a veces era un poco pesado...

Meliodas se acerca a mí y me rodea la cintura. Me fallan las piernas.

Meliodas: Eli!!!
Eli: No te preocupes...estoy bien. Sólo es algo emocional. Me pondré mejor.
Meliodas: ¿Has comido?
Eli: He engullido. Tenía muchísima hambre.

Meliodas me coge en brazos y me lleva hasta la cama. Me tapa y se sienta al lado de mi cama, cogiéndome de la mano.

Meliodas: Seguramente tendrás muchas ganas de...vengarte de Derieri.
Eli: Yo no creo en la venganza. Pero la odio. Mucho.
Meliodas: La castigaría, pero si lo hiciese, me descubrirían. No quiero que te pase nada malo.

Me resigno. Ya sé que todo se iría al traste.

Meliodas: Tengo que irme, mi Princesa. No creo que vuelva por aquí, hay demasiados angeluchos. Sólo quería comprobar que estabas bien.
Eli: Está bien. No quiero que te arriesgues. Nos veremos en el bosque de las Hadas cuando me encuentre mejor.
Meliodas: Bien. Eli...no te dejes llevar por la oscuridad. No merece la pena. La vida sigue y tienes que tirar hacia delante. Piensa en el presente, no en el pasado.

Qué sabio se me ha vuelto de repente. Le sonrió y asiento con la cabeza. Posa un beso sobre mi mano y se inclina hacia mí. Cierro los ojos. Acerca su nariz a la mía y me la acaricia con ella. Desliza sus labios sobre los míos despacio, con delicadeza, poniendo mucho amor en él. Suspiro en sus labios y él sonríe. Me besa la frente y me tapa un poco más, yéndose por la ventana, no sin antes lanzarme una mirada que me derrite cual helado de chocolate.

Meliodas: Adiós mi dulce Diosa. No olvides que te amo ❤️

Salta por la ventana y me quedo un tanto con cara de boba enamorada. Cierro los ojos de nuevo y me dejo llevar por el sueño, pero ésta vez, con una sonrisa de felicidad.

Mi Meliodas, mi querido y amado Meliodas. Ojalá que estos sacrificios no sean en vano y podamos ser libres y felices. Muy felices.

*Nanatsu No Taizai : El preludio de una tragedia* (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora