Capítulo 7: Sentimientos

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*Boar Hat*: Meliodas.

Sonrío al acordarme justo del momento en que hice el trato con Elizabeth. En esos momentos flaqueé demasiado. Mis pensamientos respecto a ese día han cambiado gratamente. Todavía recuerdo sus ojos azules mirándome con algo de miedo, sus manos en mi pecho y su cuerpo temblando por mí. Sí, Elizabeth tenía miedo de mí, pero por otra parte había algo más. ¿Atracción, amor o simple deseo? No creo que lo sepa nunca. A no ser que mi Elizabeth vuelva de alguna manera.
Después de ese día vinieron muchos otros, a cada cual mejor que el anterior.
Todavía recuerdo la conversación que tuve con mi madre...

*3000 años atrás*

*Lilith*

- Meliodas, cielo, ¿damos un paseo? Te noto algo raro. Sabes que puedes contármelo.

Mi hijo me mira con su impasibilidad de siempre. Demonios, mi niño rubio ya es todo un adulto.

-No te preocupes, mamá. Estoy perfectamente b...
-Hueles a perfume de mujer. ¿Tal vez hay una chica a la cual no me quieres presentar?
-¡Mama!...No hay nadie, lo juro.
-Oh, vamos, cariño, que tengo muchos años, que no te de vergüenza asumirlo. ¿Es guapa?

Ladea la cabeza. Me ha parecido que se ha sonrojado. Mi hijo sonrojado. Y todavía me miente a la cara. Qué inocentes son cuando son jóvenes. Sonrío y me callo. Prefiero no agobiarlo con mis preguntas. Cuando esté preparado, seguro que seré la primera en enterarme.

-Bueno, ¿Qué tal te ha ido el día?
Le cojo el brazo y me mira. Está sonriendome. Vaya, esa chica tiene que ser espectacular si ha hecho que mi hijo sonría.
-El día... como siempre, ya sabes, de aquí para allá. Pero no quiero aburrirte. Vamos a dar ese paseo.

*Meliodas*

Cuando por fin mi madre se va a ver a mi padre, respiro aliviado. Mi madre es muy persistente, menos mal que sabe mi límite y se ha callado la boca. Aunque fijo que se lo suelto sin querer. Me metería en un lío bastante gordo si mi padre se entera de que me veo con Elizabeth.

Eres idiota, Meliodas. Sólo la has visto dos veces, no hay nada entre ella y tú, sólo un odio inimaginable...bueno, tampoco tanto. Todavía tengo el recuerdo de su olor en mi ropa. Hemos estado demasiado cerca. Tan cerca que casi hago una locura. ¿Por qué? ¿Que es lo que me llama tanto la atención? Es palpable la tensión sexual que había ayer en el ambiente.
Espera... ¿Sexual? ¡No, no y no! Juré que no iba a tocarla, y mucho menos hacerla...mía.
Me paro en seco. La idea no para de dar vueltas en mi cabeza. ¿Violarla? No, eso no es lo que mi cuerpo trata de decir. Es otra cosa, un sentimiento más... humano.
Oh, mierda ¿no puede ser que esté... enamorado de esa mujer? No, imposible, los Demonios no tenemos sentimientos. Sacudo la cabeza y me voy a la sala de entrenamiento, para ver si Chandler está allí, necesito quitarme todas estas gilipolleces de mi cabeza.

*Elizabeth*

Me despierto sudando en frío. Otra vez ese Demonio. No paro de soñar con él. Es como si me persiguiera hasta en sueños. Qué locura. Decido que lo mejor es levantarme y darme una ducha, aunque todavía es de noche.

Me meto en el agua calentita y me enjabono, intentando dejar la mente en blanco. Pero no. No puedo hacerlo. Ese Demonio se ha metido en mi vida.
Súbitamente, siento un brazo en mi cintura y una mano en mi boca.

-Hola, Elizabeth.

¿¡Meliodas?! No, imposible, él no ha podido meterse en mi casa, en mi habitación, en mi...ducha. Me doy cuenta de que estoy desnuda. Vale, Elizabeth, esto ya pasa de castaño oscuro. Sigues soñando. ¡Despierta!

-¿Qué ocurre, Elizabeth? ¿No quieres hacer esto?

¡Que te despiertes, diosa pecadora!

Su mano sube por mi estómago hasta mi pecho. Suelto un suspiro...

Tengo que despertar, esto se está yendo de madre.
Pero...se está tan...agusto.

- ¡Eli! ¡Eli!

Me despierto de sopetón. Mi padre está mirandome.

-Cariño, ¿estás bien? Estás pálida y estás sudando en frío, ¿no estarás enfermando?
- Papá, soy una Diosa, no puedo ponerme enferma.
-Oh, claro. ¿Has tenido una pesadilla?

Si tú supieras... Seguro que me encerraría con las sacerdotisas de nuestro templo. Ahora que lo pienso, tengo que ir a confesarme, no puedo dejar que estos pensamientos me atormenten...aunque no sé si será lo conveniente. Las sacerdotisas no suelen ser muy...confiables respecto a lo que a mí se refiere. Parece que todo el mundo tiene que saber mis oscuros secretos.
Me levanto y me preparo para un día productivo.
Pero lo primero es lo primero. Estoy hambrienta, asi que me voy a desayunar.
Veo que mi agenda está bastante apretada, así que acelero el paso hacia el comedor.
Por la mañana, me toca ir al templo a saludar y organizar a las sacerdotisas. Hoy les toca hacer dulces.
Después tengo que acercarme hasta el Gran Salón para tomar nota de los planes de batalla. Ludociel, Sariel y Tarmiel son nuestros arcángeles principales y Mael es su capitán.

Mael...se me había olvidado que dentro de poco se convertirá en mi marido. Porras, y yo que quería distraerme.

En fin...al mediodía me toca ir a la escuela a enseñar a leer a los querubines. Me encanta leerles cuentos, son un amor.

Después, me toca ir a ver a mi Madre sobre todo para charlar, aunque siempre acabamos discutiendo. Somos tan diferentes, que tengo serias dudas de si soy su hija.

Mientras voy leyendo todo lo que tengo que hacer, oigo barullo en la entrada principal.

-¡Por favor, ayuda! ¡Princesa, ayudenos, por favor!

Son una madre y su hijo. El niño está herido, como si le hubiesen atravesado con algo punzante. Nerobasta está intentando tranquilizarle.

-Nerobasta, dejámelo a mi. Será mejor que llames a mi padre.

-Sí, lady Elizabeth. Ahora mismo.

-¿Que ha pasado, buena mujer?
-Un Demonio, ha atacado nuestra aldea.

Me he quedado patidifusa. Meliodas me ha mentido.

-Era alto, con el pelo gris y marcas demoniacas. Iba con un grupo de más demonios.

Oh, no es Meliodas. Menos mal. Parece que puedo fiarme de él entonces...un poco.

Mi padre llega y ve la situación. Se da cuenta de que es algo grave, porque la aldea que han atacado está cerca de la puerta celestial.

-Mael, ve primero. Si necesitas refuerzos, no dudes en invocar a tu hermano o a Sariel y a Tarmiel.
-Entendido, Majestad.

Mael me mira y se va.
He de reconocer que estoy preocupada, pero confió en mi padre. Sé que todo saldrá bien.

Qué ingenua fui.

*Nanatsu No Taizai : El preludio de una tragedia* (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora