Capítulo 49.

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—Esto es patético.

—¿Qué es patético precisamente, Pato? ¿Que este escondite de espionaje es ridículo o que no tengamos una vida amorosa interesante como para no tener que estar espiando la de los demás?

—Habla por ti mismo. Si yo pudiese espiar mi propia vida amorosa lo haría, ¡es fantástica! —Exclamó Corey muy orgulloso, luego hizo una mueca de dolor—. Ay, Sarcastichica, muévete un poco. Creo que pisaste mi pie por accidente.

—No fue un accidente —gruñí—. Ahora cállense ambos o se darán cuenta de que estamos aquí.

—¡Desde hace rato sabemos que están ahí! —se escuchó la voz de Anto.

—¡Les dije que era un escondite ridículo! ¿Quién fue el que dijo que nos pusiésemos tras la puerta?

—Eh, tú, Sarcastichica/Pato.

Cerré la boca un segundo.

—¡Es porque no había un escondite mejor!

Mi novio y mi amigo voltearon sus ojos azules, y estoy segura de que Antonella y Diego al otro lado de la puerta, también.

Wow, que raro es que hagan eso por mí y no yo por ellos. No estoy acostumbrada a situaciones como estas.

—¿Podemos pasar? —inquirió Ganso.

—Maldición, ¿no tienen algo mejor que hacer? —gruñó Diego.

—Diego Go... ¿en serio crees que tenemos algo mejor que hacer?

—No —bufó—. Qué mierda, pasen.

Sonrientemente, los tres enfilamos hasta el interior del ático y, al mismo tiempo, nos tiramos al colchón donde dormía mi hermano. El mismo estaba de pie, frente a Anto, quien de brazos cruzados nos observaba a él y a nosotros con el entrecejo arrugado.

—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó por fin, resignándose a que no nos iríamos pues somos unos entrometidos de mierda, y nos encanta—. Ya abrí la puerta, puedes ir a mear o lo que quieras hacer —alzó sus hombros—. ¿Por qué no quieres que me vaya? Son las dos de la mañana y quiero seguir viendo a la puta de Peppa Pig.

—Oh, ya terminó —la interrupción de Froy no se hizo esperar—. Justo cuando subíamos aquí. Ahora van a pasar Matemonstruos, y créeme, nadie quiere ver eso.

Su sonrisa no se desvaneció ni siquiera con nuestras miradas de «cierra la boca».

—Decía qué —retomó Antonella con un suspiro—, no tengo tiempo para venir a perder el tiempo contigo, Diego. Así que habla rápido, ¿qué mierda quieres?

Mi hermano se mordió el labio y metió las manos en sus bolsillos. Pude ver una reacción en mi mejor amiga ante ese movimiento, pero se mantuvo firme y regia, o como diríamos nosotras: diva, arrecha, poderosa y peligrosa. Así es que es, hermana, no ceda ante sus encantos de imitación colombiana de Cameron Dallas.

—A ti, te quiero a ti.

—Aww —se nos salió a los tres. Sonreímos inocentemente—. Perdón.

Diego se esforzó para ignorarnos y enfocarse solamente en la rubia, esperando una respuesta de su parte. ¿Y ella? Pues casi pude escucharla decir «azótame» desde su oscura cabecita.

—Explícate —soltó. Bien hecho, continúa así.

—Sé por qué actúas así conmigo. Sé por qué fingías que hablabas con alguien por tu teléfono, cuando en realidad sólo veías la galería...

—Yo no...

—No mientas, nena, solo vas a quedar peor —sonrió, con arrogancia. Luego al ver que Anto casi se da la vuelta para irse, él la sujetó de la muñeca con firmeza—. Ya, lo lamento. No quedarás peor. En realidad creo que el que hagas eso sólo demuestra lo mucho que te intereso y lo desesperada que estás pero que no quieres parecer. Me tomó una ducha entera darme cuenta, más que todo porque los escuché hablando —al decir esto, se giró hacia nosotros—. No tienen idea de cómo se susurra, ¿a que sí?

A Nuestro Estilo [Corey Fogelmanis y Tú] {AEDDC#3}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora