Capítulo 38.

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Mi cabeza descansaba en el pecho de mi novio, acariciándolo suavemente y disfrutando de su aroma, uno que nunca he podido analizar bien pero que me encanta. Mientras, las manos de Corey me abrazaban, apretujándome más contra sí mismo, sin querer dejarme ir. Bueno, no es como si quisiera. No estábamos dormidos ni mucho menos, solo nos habíamos sumergido en un silencio cómodo, pensando en el hermoso momento que habíamos tenido hace un rato.

—Sarcastichica —me llamó y yo alcé mi rostro para mirarlo, parecía preocupado—. ¿Te duele algo?

Casi muero de ternura. Oh, Honguitochico, ¿de qué máquina de peluches saliste, maldita sea? Me das diabetes, bebé.

—No duele tanto como dicen que dolía —fruncí el ceño—. Esa Rowan es una dramática.

—Lo dices como si no la conocieras —él rio.

—Oye, ¿de dónde sacaste el condón? Ni siquiera vi cuando te lo pusiste.

—¿Bromeas? Yo prácticamente escupo condones, Sarcastichica —exclamó, haciéndome reír—. Lo digo en serio. La gente me tiene tanta desconfianza que vive dándome condones. Tengo tantos que siento que si me corto las venas, derramé preservativos en vez de sangre.

Eso logró sacarme una carcajada que inundó el ático, e inevitablemente él empezó a reír conmigo.

—Bueno, por lo menos su desconfianza ya ha sido justificada —susurré, dibujando círculos en su pecho con mi dedo índice.

Corey besó mi frente. Sabía que estaba sonriendo, solo porque yo lo hacía también.

—Si... y de la mejor forma. ¡Ya podré restregarle a Peyton en su puta cara que no es el único no-virgen del grupo!

—Y yo tendré que calarme los dramas de Sabrina porque no logró ser ella la segunda en perder la virginidad.

Corey y yo nos miramos, diciendo al unísono:

—¡Lo disfrutaremos tanto...! —y nos besamos, para ocultar las sonrisas maliciosas de los dos.

Justo en ese instante, mi teléfono vibró con el típico sonido de que ha llegado un mensaje. Corey lo tomó, pues estaba más cerca, y me lo extendió.

Se trataba de un mensaje de Diego.

DIEGUITO MI HERMANITO: Mire, parcera. Ya vamos en camino para allá; ve haciéndome espacio en tu cama porque hoy la invado, marica. Acá, tu mami sexy Morales.

OH.

POR.

DIOS.

—¡Corey! —chillé, y él se sobresaltó.

—¡¿Qué pasa?!

—¡Esto pasa! —le puse el teléfono en la cara.

Al principio no entendió, pero luego de manera gradual fue abriendo sus ojos hasta ponerlos como platos y ahogó una maldición.

—Bueno —suspiró—. Por lo menos ya no moriré virgen.

Quería golpearlo por ser pendejo en momentos que no tiene que serlo, pero me contuve las ganas.

Luego de mirarle a modo de advertencia, me levanté rápidamente de la cama y recogí mi ropa, regada por todo el suelo, para ponérmela como un rayo. Lo mismo hizo Corey. Las camisetas de Diego y Froy las doblamos para dejarlas en la cómoda al lado de la cama de mi hermanastro. Por suerte no desordenamos nada más que la cama... oh no.

—¿Tú también ves la mancha roja en la cama de Froy? —masculló Corey, con terror.

Asentí lentamente.

A Nuestro Estilo [Corey Fogelmanis y Tú] {AEDDC#3}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora