Cap. 30 -. Maldito orgullo

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Ahí me encontraba relajada y con los ojos cerrados cuando un llanto llamo mi atención levante la mirada y con mis manos retire los lentes que cubrían mis ojos, al notar que el llanto era cada vez más fuerte me asuste y me puse de pie tratando de adivinar de donde provenía, camine rodeando la enorme piedra que había a un lado de donde habíamos puesto las sombrillas, Mina estaba disfrutando del agua, camine y camine y ahí estaba una pequeña de cabellos negros azabache, hermosos ojos azules, lloraba sola dentro de un corralito, me acerque lentamente hasta ella y le sonreí, sus lágrimas me conmovieron mucho, mire alrededor pero no había nadie parecía que la habían dejado solita y me sentí muy mal por ello, me agache para quedar a su altura y tratar de consolarla, ella me alzaba los brazos para que la tomara y aunque yo lo deseaba no lo creí oportuno.

-. Tranquila pequeña, no llores bebe, ¿Dónde está tu papa y tu mama? – pregunte mirando nuevamente hacia los lados aun sin poder encontrar a nadie que fuera por ella.

Definitivamente no aguante más la tristeza que desbordaba en sus lágrimas y la tome en brazo sin preocuparme por lo que pudiera pasar, inmediatamente recostó su cabecita en mi pecho y me abrazo buscando consuelo, sentí el calor recorrer mi cuerpo y una magia que no podría explicar, limpie las lágrimas que aun resbalaban por sus rosadas mejillas.

-. Ya está… estas a salvo, tranquila bebe… - decía para calmar sus sollozos, me pregunte ¿Cómo alguien puede dejarte aquí sola? Me indigno de sobremanera.

La pequeña levanto la mirada y admire con ternura sus mejillas rosadas, sus enormes ojos azules y su bella y tierna sonrisa que me hizo también esbozar una de gusto, era hermosa y dulce y me alegre mucho de estar en aquel lugar y poder calmar su llanto. De pronto una voz conocida se escuchó a mi espalda, me hele por completo, mis manos casi sueltan a la pequeña y mis piernas comenzaron a temblar de manera que no podía calmarlas, cerré los ojos para dar la vuelta y confrontar a la persona que me había sacado de mi ensueño y ahí estaba, con una paleta helada en las manos y brillo en la mirada, no supe decir nada y me di cuenta que la pequeña estiraba sus brazos hacia él, era Darién que sonreía para mí, no podía entender cómo es que él estaba ahí en el mismo lugar que nosotras, es que acaso tengo escrito en el destino que esto debe ser así, que aunque no podamos estar juntos tenemos que vernos para sentir el latir desmesurado de nuestros corazones.

-. Hola… - alcanzo a decir.

-. Hola, ¿Qué haces aquí? – pregunte algo tímida.

-. Vacaciones, veo que ya conoces a Regina… - comento señalando a la pequeña en mis brazos.

-. ¿Ella es tu hija? – pregunte solo para estar segura de no estar soñando.

-. Así es… es mi pequeña, parece que le agradas, ella no deja que nadie la toque aparte de mí.

-. Pues estaba llorando, deberías estar más al pendiente de ella ¿no crees? ¿Acaso no te da miedo dejarla sola? – le recrimine con molestia.

-. Darién sonrió y yo no entendí. – estaba ahí enfrente comprando una paleta helada, ella estaba dormida y jamás la perdí de vista, regresaba cuando te vi acercarte así que no, no estaba sola, tenía tal vez a la mejor compañía… - Dios… su sonrisa estaba derritiendo mi corazón como la paleta que tenía en las manos, se veía espectacular con el dorso desnudo, sus pectorales bien marcados, su abdomen plano y sus brazos tan musculosos que hasta los dioses tenían envidia.

-. Toma te la entrego, parece que quiere estar contigo. – le entregue a la pequeña que inmediatamente me sonrió y se acurruco en los brazos de su padre, di la vuelta y camine tan rápido como pude, sintiendo el corazón latir tan rápido que por un momento creí se saldría de mi pecho.

El Amor es... tu y yo juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora