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Siguieron corriendo el llanto lastimero de su hija, Alice nunca había escuchado llorar a su hija más que cuando tenía cierto dolor. Esos gritos significaban una sola cosa: estaba sufriendo el mayor dolor que había experimentado en su corta vida.

Corrían lo más rápido posible, persiguiendo a eso que tenía a su hija. No podían pensar, ni siquiera meditar, solo lo hacían por puro acto reflejo. ¿Qué pasaría si esa cosa se regresaba a hacerles frente? Ninguno de los dos lo sabía, y a ninguno de los dos le importaba. Alice estaba desesperada, la visión de lo que tenía en ese momento a Katherine la saltaba una y otra vez, por lo que estaba corriendo casi a ciegas, sumida en sus fantasías y su terror.

—¡Aaaaaagh! —Sonó un chillido infantil. La potencia del sonido desgarró el aire, y Alice supuso que también desgarró las tiernas cuerdas vocales de la niña, el grito quedó acallado en una expresión de ahogo. A lo lejos, se veía como en los matorrales había movimiento, como si algo estuviera detrás de ellos moviéndose de forma repetida y frenética. Poco después, hubo silencio y el movimiento cesó.

Ambos sabían lo que esto significaba, y corrieron en silencio a esa dirección. En el pasto y hojas había un camino de sangre que empezaba desde más atrás. Alice sintió como su corazón latía con furia y como su estómago quería expulsar los alimentos que antes había aceptado de buena gana.

Scott, con la respiración entrecortada se abrió paso entre la hierba, unos pies pequeños calzados con tenis reposaban más adelante, las piernas estaban como si la pequeña estuviera reposando sin preocuparse por nada. La visión que siguió, no obstante, fue una que llevó a Scott hasta la locura. La cintura de la niña estaba unida a nada, partida por la mitad, parte de sus intestinos se encontraban desparramados sobre la hierba, dejando una mancha sanguinolenta que poco a poco era bebida por la tierra. El tajo no era limpio, pedazos de hueso y órganos estaban dispuestos alrededor, lo único que a Alice se le ocurrió es que para eso, la cosa debió haber cortado con sus propias manos la piel y separado el hueso como si su hija se tratara de algún animal pequeño o algo así... como a una muñeca. La parte superior de su cuerpo no se encontraba ahí, el rastro de sangre indicaba que esa cosa debió llevársela para otro lado.

Alice se hincó, llevándose las manos a la cara y comenzó a llorar. Scott, en cambio, siguió el rastro que se extendía delante de ellos.

—¿A dónde vas?

—Voy por lo que mató a mi hija. —Respondió, ausente.

—Ni siquiera sabes a donde se fue. Ya casi es de noche. ¿Cómo vamos a regresar? —La pregunta en realidad escondía una súplica. Alice sentía que en cualquier momento su corazón se detendría debido al miedo. Lo que había visto no era un animal, lo sabía. Su hija no había sido atacada por un oso o por un lobo. La pequeña que yacía despedazada ante ella, la que le costó dieciséis meses caminar y casi veinticinco comunicarse con claridad, ahora ya no existía. Su padre se la había llevado, igual que lo había hecho con su hijo anterior. Observó hacia arriba, los arboles parecían cuchichear entre ellos y en el firmamento, las estrellas ya habían tendido su manto. La luz poco a poco se tornaba en oscuridad y el silencio dio paso al concierto nocturno del bosque. El frio escaló en sus huesos, haciéndola tiritar.

Es antiguo Escuchó susurrar al viento.

—¿Escuchaste eso? —Preguntó alterada, había cerrado apenas los ojos y cuando los había abierto, las sombras se habían prolongado a su alrededor.

—¿Scott? ¡¿Dónde estás, Scott?! —Su mente ya se había quebrado. Su salud mental ya de por sí caminaba sobre hielo delgado, su familia la había mantenido a salvo durante un tiempo, pero ahora ellos habían desaparecido y solo las sombras aguardaban. El miedo inundó su corazón y envenenó su mente, sus piernas comenzaron a moverse al escuchar un ruido paralelo a donde estaba, una rama seca que crujía, sin poder ver nada, echó a correr a donde sus pies le condujeran, extendiendo sus manos hacia adelante, como luego en la televisión representaban a los sonámbulos. Por unos instantes pensó que estaba atrapada en una de sus tantas fantasías, pero cuando chocó contra un árbol de lleno contra su cara y sintió el dolor y la sangre recorriéndole la nariz, se convenció de que no era así y también, que era posible que no saliera con vida de ahí. Como para confirmar su hipótesis, un alarido de terror sonó a la distancia. Sin duda el responsable de ese grito era Scott.

Es antiguo volvió a susurrar el viento. Más antiguo que el tiempo.

El viento hablaba mediante distintas voces, la carta presentación de una criatura indescriptible. Alice tentó por sus pies y encontró una rama, se aferró a ella y comenzó a blandirla como si fuera una espada ante cualquier movimiento que percibiera a su alrededor.

Es el alfa y el omega, el amanecer y el ocaso

Pasos rápidos sonaron por su derecha. Alice soltó un tajo con la rama, pero solo impactó al aire.

Es creación y destrucción, es la vida y es la muerte

El ataque vino de frente. Pudo percibir la sombra de último momento, cuando estaba sobre ella. Unas manos fuertes la levantaron del suelo mientras se clavaban en su vientre, del cual sus intestinos emanaron como serpientes, sintió un timbrazo de dolor agónico, después ya no hubo nada.

El Susurro del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora