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El verano no solo trajo consigo calor y días de bochornosa lluvia, también trajo responsabilidades y noches en vela.

Cada tres días tenían que llevar a Sophie a recibir quimioterapias. Debido a esto, y para evitar subir y bajar las escaleras, adaptaron el cuarto de la planta baja para que ella estuviera cómoda. La temperatura de su cuerpo parecía siempre estar por encima de la media y sus ojos, llenos de dolor, suplicaban los analgésicos. Después de dos semanas de terapia, Sophie tuvo que ser ingresada de vuelta al hospital, sus riñones parecían resentir los efectos de la quimioterapia, por lo que la residencia blanca, a la que Michael comenzaba a acostumbrarse, volvía a ser su hogar.

—¿Cómo sigue hoy? —Preguntó Becca mientras colocaba su cabeza en el hombro de Michael. Ambos chicos estaban en Flecha Pantano, un lugar turístico que no era un pantano, más bien era un pequeño lago. No obstante, a pesar de que el calor era fuerte y las aguas cristalinas estaban en su punto exacto para refrescar, la natación en ese lugar estaba prohibida, esto debido a que en ocasiones, algún caimán despistado llegaba hasta esas aguas con la intención de ampliar su territorio. Por esta razón, un coche patrulla estaba aparcado todos los días durante las veinticuatro horas.

—Reaccionando, temprano volvió a casa, pero durante todo el día ha estado muy sedada. Apenas habla, solo lo hace para pedir su medicina.

Rebecca y Michael estaban sentados bajo un árbol ubicado en la cima de una colina. Desde esa posición podían observar como el sol descendía sobre la arboleda, reflejándose en la superficie acuosa, distorsionando su imagen. Michael pensó que así veía su vida desde el incidente, del cual ya habían pasado dos meses y medio. Las noches en las que él y su madre compartían una lectura y un chocolate caliente habían cambiado, ahora solo se limitaban a recluirse en su cuarto en cuanto daban las nueve de la noche, esto debido a que todas las luces se apagaban, ya que a ella parecían molestarle. Frank se quedaba cuidándola en la planta baja, mientras que él se quedaba arriba solo. En esos momentos antes de rendirse al sueño, cuando la oscuridad parecía aplastarlo tal y como una cobija negra, casi material, la voz que no escuchaba desde varios meses atrás volvía a su mente, invocada.

Es malo no responder cuando te llaman. En sus sueños la voz se tornaba material, producida por un ser que lo visitaba, emergiendo de las tinieblas.

—¿En qué piensas? —Preguntó Rebecca, provocándole un sobresalto.

—En que tenía mucho tiempo que no venía aquí. Todavía tenía diez años. —Mintió. No quería hablar con Becca de eso, quizá pensara que estaba loco o que era raro, y eso era lo último que quería evocar de su persona.

—Tres años no es mucho tiempo. —Contestó ella mientras se recargaba más en él. Michael aún no se acostumbraba al contacto físico que Becca le proporcionaba. Aun así, era lo que le motivaba, además de su madre, a seguir adelante y no rendirse.

—A veces el tiempo pasa de forma rara. —Esta vez él la abrazo. No habían formalizado un noviazgo, ambos seguían teniendo los miedos infantiles respecto al amor pero disfrutaban de la compañía que ambos compartían. Tanto así que las tomadas de manos ocasionales y nerviosas, ahora eran recurrentes y casi imprescindibles cuando caminaban juntos. Cuando esto ocurría, algo dentro de él cambiaba. Por unos instantes, su pesar y desolación se volvían lejanos, tal como las nubes de tormenta una vez dispersas se alejaban por el horizonte.

—Lo siento. —Exclamó ella. Becca era muy consciente de la situación que el chico estaba pasando. No solo era el cuidar a una persona enferma en su hogar, era también renunciar a varias cosas de su edad. Michael ya no salía a jugar con nadie de la cuadra, tampoco hablaba en clase si no era para contestar alguna pregunta del profesor. Ella le respetaba eso y le daba su espacio cuando se requería. Ella estaba dispuesta a ayudarlo en lo que más pudiera, convencida de que si ambos pasaban un rato agradable, quizá él olvidara un poco el sufrimiento que en su casa podía respirarse.

El Susurro del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora