Su respiración estaba agitada, su ritmo cardiaco lo estaba aún más. Sobre su piel se podía percibir una sábana delgada de sudor, la cual se extendía por todo su cuerpo desnudo. Ambos cuerpos seguían unidos, moviéndose en un frenesí vaivén, conectados de manera física y mental en un plano más allá del nuestro, alejados de todos y de todo, pero cercanos el uno al otro a la mitad del cosmos, que parecía extenderse sobre ellos como una tela infinita y estrellada. Las estrellas, por unos cuantos instantes parecían polvo fosforescente que podía tocarse con las manos, formando remolinos cuando los dedos pasaban revoloteando el ambiente calmo. El silencio fue cortado por los jadeos y por una ligera exclamación de dolor o, quizá, de placer.
Rebecca tenía un dolor palpitante en la entrepierna, ahí donde Michael había estado apenas hace unos instantes. El calor y el dolor que experimentaban era un cruel pero a la vez un tanto dulce tormento. La humedad la hizo sentir sucia, y el olor que emanaba le causó vergüenza, misma que se acrecentó cuando observó su cuerpo desnudo. Su vientre no era completamente plano, sus pechos no estaban en la misma proporción y tenía un lunar justo arriba del ombligo. Al contemplarse, con una mirada rápida, el pelo ralo y rubio de su zona púbica, su primer instinto fue taparse. ¿Cómo era posible que alguien pudiera fijarse en ella? ¿A Michael le había gustado? ¿Por qué a ella casi no? Michael estaba recostado ya junto a ella, su pecho subía y bajaba, primero rápido, después más lento. Becca lo contempló, en seis años, el chico de quien se había enamorado sin poder darse cuenta estaba cambiando a grandes rasgos. Sus manos eran más gruesas, remarcadas por un par de fuertes brazos, fruto del trabajo de la siembra que hacía con su padrastro. Esto también se reflejaba en el resto de su cuerpo, en su pecho, abdomen y piernas, largas y fuertes. A él nunca le había gustado jugar al futbol, pero supuso que sería un corredor de primera. Sin embargo, su físico no era lo único que había cambiado, enmarcándose en rasgos adultos y varoniles. Michael siempre había sido serio, después del fallecimiento de su madre, algo en él cambió, después de encerrarse durante un tiempo, en el que ella creía que él dejaría de hablarle, Michael modificó su conducta y política de seriedad y perfección, por una más relajada pero responsable. Se permitió conocer gente, entabló nuevas amistades que a veces eran recurrentes y con ella, se abrió mucho más. Ya no era el chico que solo la tomaba de la mano o besaba en ocasiones, también le contaba sus problemas, sus preocupaciones y sus metas, algo que a ella le gustaba saber. El proceso de transformación no fue fácil, ni tampoco rápido, pero había valido la pena, y el pasarlo junto a él, apoyándolo incondicionalmente en las recaídas, forjó en ambos un vínculo que culminaba ese día.
Ahora ambos estaban ahí, sin ropa y compartiendo cama. Sin poder mirarse a los ojos.
Becca tenía miedo de no haber cumplido, Michael, en cambio, tenía miedo de perderla. Era algo que ella ya sabía, lo notó cuando enfermaba y él estaba insistiendo en que debía ir al médico, aunque solo fuera un resfriado. Por supuesto que ella intentaba ser condescendiente, pero en ocasiones, la obsesión de Michael con las enfermedades la terminaban cansando, aun con toda la comprensión del mundo que le tenía, había momentos en los que explotaba y eso desencadenaba una pelea, como en cualquier relación, no todo era perfecto.
Corría el año de 1998, habían pasado ya casi seis años de la muerte de Sophie. Michael tenía ahora diecisiete años, próximo a cumplir los dieciocho en julio de ese año, en un mes, para ser exactos. Ella pensaba entregarse a Michael en esa fecha, pero supuso que sería algo un tanto extraño y como le dijo Betty, su amiga y confidente, ella no era ningún objeto como para ponerse un moño y entregarse cual prostituta. Becca quería que ese momento fuera especial, sí, pero también sabía que podría ser muy simbólico en diferentes maneras. ¿Por qué no era más fácil? ¿Por qué mientras más lo pensaba, más difícil se volvía? El momento único se presentó, más sin embargo, a diferencia de todo lo planeado, había salido de forma esporádica, inesperado y repentino, pero eso no significó que no fuera ansiado por ambos, sobretodo por Michael. Después de que habían cumplido el primer año de novios, algo comenzaba a cambiar en él y en Becca. Ella tenía ahora un busto prominente, sin caer en lo exagerado, sus caderas se habían ensanchado, y su estatura había aumentado. La pubertad no había pasado desapercibida para nadie de la escuela, quienes la veían con el deseo carcomiendo su corazón, tal como un escarabajo a un fruto. Michael comenzó a detestar las miradas que los seguían cuando ambos andaban agarrados de las manos por los pasillos de la escuela, sabía bien que no eran porque estuvieran poco acostumbrados a verlos juntos, era más bien por la belleza que ella irradiaba, eso provocaba que se sintiera un tanto culpable de provocar esas pasiones en los demás chicos. Ese era uno de los tantos temas que platicaba con su madre a menudo.
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El Susurro del Viento
HorrorMichael Miller, un periodista cegado por la ambición, es incriminado en un salvaje homicidio perpetrado bajo órdenes de un político corrupto. Así, Michael es recluido por su propia seguridad en Old Lake Hill, un pequeño pueblo de los límites canadie...