Superar la muerte de un ser querido no es algo fácil y —salvo terribles excepciones—, tampoco común. A Michael le tomó aproximadamente seis meses dejar de llorar por las noches, en lo que parecía ya un ritual. Durante esos seis meses, los primeros dos después de las exequias fueron los más difíciles. Encerrado en sí mismo, dejó de ir a la escuela, comer o hablar con los demás, incluso con Rebecca. Intentaba estar lo más concentrado posible para poder repetir la experiencia que varios meses tras había tenido, esta vez, buscando a su madre. Sin embargo, después de una fuerte reprimenda de Frank, quien renunció a su trabajo de camionero para cuidar de Michael de tiempo completo, él por fin decidió salir de su caparazón, comprendiendo que su madre ya no regresaría y que en su vida tenía personas a las que debía su afecto y también su apoyo.
En la escuela dejaron por fin de llamarle Toby y sus notas siguieron el margen de excelencia que consiguió cuando su madre estaba con vida. Consiguió trabajo en La Noirriture, donde Louis gustoso, le contaba anécdotas de cuando este era joven. Michael nunca pudo precisar con exactitud la edad del viejo propietario del conocido restaurant, pero a veces contaba historias de la Segunda Guerra, o de que había presenciado en primera fila el asesinato de JFK. Estas pláticas eran parte de la rutina, cada tarde, después de que los comensales se iban en casi su mayoría, ambos se sentaban en una mesa que daba hacia la carretera. Compartían un café francés, —más americano que el culo de Ronald Reagan—, y charlaban sobre temas fantásticos, muchos de ellos inexistentes, pero también de los sentimientos de Michael, de sus sueños y metas, de la vida después de su madre y de Rebecca.
Con Rebecca, después de cierta vacilación y nerviosismo, le pidió el noviazgo. Ella se limitó a besarlo, de una forma muy distinta a como lo había hecho hasta ese entonces. El beso dijo todo, y ellos empezaron de forma oficial su historia.
Cada día, después de la escuela, ella lo acompañaba al restaurant de Louis para que Michael llegara puntual al trabajo. Después de una despedida dolorosa, laboraba, charlaba con el anciano y salía, a eso de las siete de la tarde para regresar a su casa. Una vez ahí, le ayudaba a Frank con el quehacer y con la ropa que él usaría al día siguiente, puesto que salía hasta las once de la noche en una jornada casi de doce horas. Michael se dio cuenta de que no había trabajo para un camionero sin estudios más que en una fábrica. Por lo que le ayudaba en lo que le podía y le dejaba algo de comida que Louis les mandaba a diario.
La vida, después de la muerte que los marcó, siguió su rumbo. Uno diferente, extraño y ajeno, pero natural. Padre e hijo daban lo mejor de sí, como ella quería, como a ella le hubiese gustado.

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El Susurro del Viento
HorrorMichael Miller, un periodista cegado por la ambición, es incriminado en un salvaje homicidio perpetrado bajo órdenes de un político corrupto. Así, Michael es recluido por su propia seguridad en Old Lake Hill, un pequeño pueblo de los límites canadie...