Una extraña enfermedad

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Madrugada, calor, noche sofocante de verano. Una joven mujer ingresa a la guardia con fuertes dolores abdominales. El procedimiento de rutina por los síntomas descritos comienza con la colocación de un plan de hidratación vía endovenosa, analgésicos y pruebas de laboratorio.

A la palpación, se sospecha de una posible peritonitis debido al dolor que lejos de cesar, aumentaba con el correr de las horas. Contrario a lo esperado todos  los resultados daban negativo. La paciente lloraba y se negaba a contestar al interrogatorio médico, que para este tiempo aumentaba con especialistas en cirugía, clínica y obstetricia por la posibilidad de un embarazo mal ubicado.

A casi tres horas luego del ingreso aparece el marido de la señora: Un hombre de 2 metros de altura, unos 150 kilos de peso, camionero de profesión y de físico imponente, en contraste con su pareja que apenas contaba con 45 kilos. Ante la presencia intimidatoria se volvió a interrogar a la mujer, creyendo en la posibilidad de alguna agresión por parte del marido que pudiera provocarle un daño. Recién en ese momento y manteniendo cierta reticencia dijo lo que pasaba:

Su marido quería "innovar" en cuestiones de relaciones sexuales y como ella se quejaba de dolor, tuvo la idea de lubricar la zona involucrada con grasa de camión de tipo industrial; como las molestias continuaban siguió repitiendo el procedimiento, después se fue a trabajar y al poco tiempo ella comenzó con los dolores por los que concurrió a la guardia. Una placa radiográfica confirmó la presencia del elemento que llenaba todo el tracto intestinal, ascendiendo hacia el estómago.

Líquidos, dieta rica en fibra y laxantes para poder expulsar el extraño contenido y asesoramiento adecuado por si querían continuar con las prácticas de una manera mas adecuada fue la receta que se indicó esa noche para la "extraña enfermedad".

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