"La loca"

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Teresa se ganó el mote de "Loca" debido a su carácter explosivo y sus reacciones inesperadas. La conocí, siendo estudiante a mediados de los años 80. Ella llevaba ya varios años ocupando una cama en la sala de traumatología del hospital, cuando, como parte de nuestras prácticas ingresamos con mis compañeros de curso a tomar el control de los signos vitales, ignorando la condición de "Ocupante permanente" de nuestra paciente. Pronto tuvimos una muestra gratis de su mal genio. Al entrar en la habitación, ella nos arrojó todo lo que se encontraba sobre su mesa de noche y terminó estampado contra la pared y nuestros cuerpos.

Los entonces enfermeros de sala nos nos advirtieron, esperando reírse un rato de nuestra sorpresa. La segunda vez que la vi, fue ella misma quien me llamó para pedirme disculpas, después de eso, el trato se amenizó y me confió su historia.

Teresa era una mujer delgada, de tez bronceada y atlética.De un matrimonio fallido, le quedó una hija que cursaba la facultad. Había sido dueña de un negocio de ropa deportiva y entraba en los 50 años, cuando conoció a Lautaro, un profesor de educación física de 28 años, que se convirtió en asiduo de su local. De allí a comenzar una relación fue un paso y la ceguera que le causaba su enamoramiento, llegó al punto de echar del departamento a su hija, cuando esta le confió que el novio se le había insinuado varias veces.

Mas obsesión que amor, siguió incondicionalmente con su pareja, hasta que él la abandonó, estafándola económica y emocionalmente. Sin dinero, sin negocio y sintiéndose morir, quiso completar el trabajo, arrojándose a las vías del tren. 

Cuando Teresa despertó de la cirugía, se encontró sin las dos piernas, ni el brazo izquierdo.

La hija la visitó un par de veces durante la recuperación y luego dejó de ir, entonces, sin lugar donde volver ni parientes que la reclamen, la cama de trauma se convirtió en su residencia. El personal, siempre le alcanzaba alguna cosa que les pedía. Libros y una radio a pilas fueron su principal compañía, también supimos que en algunas de esas frías noches de invierno, un ocasional cuidador, familiar de pacientes o vigiladores fuera de servicio que la conocían desde hacía mucho, le calentaban el cuerpo y el alma por algunas horas.

Veinte años duró la estadía de Teresa en la sala y cuando un día no despertó, acción social se ocupó de su velatorio.

Animales humanos...Crónicas de guardia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora