Antes de leer esta historia, creo conveniente advertir que se trata de uno de los casos que mas nos impresionó a todos los que de una u otra forma, conocimos a sus protagonistas.
A principios del año 2000 los hospitales públicos contaban con la custodia de personal policial, en áreas con mucha concurrencia de personas, llámese guardia, consultorios médicos etc. Este personal trabajaba de forma rotativa en los distintos centros de salud de la provincia.
Alberto por esa época era un policía destinado a esa tarea; con 50 años de edad, padre de dos hijos y abuelo de una niña. Luego de los 15 días que le correspondió la rotación en la zona oeste, a unos 60 km del hospital local, causó extrañeza que no se presentara a cumplir sus funciones aquí, donde lo hiciera por 20 años con puntualidad y profesionalismo.
Al comenzar las averiguaciones, supimos que este hombre respetado y querido por todos, se encontraba arrestado en una causa por homicidio. La noticia nos dejó pasmados y al enterarnos de los motivos de su conducta no salíamos del estado de estupefacción.
Todo pasó en el fin de semana.
Alberto estaba apostado en la puerta, cuando entró a emergencias un hombre alto, de gran porte, de unos 40 años. Era invierno, así que a nadie extrañó el hecho de que el sujeto se cubriera con un impermeable que le llegaba a los tobillos.
Inmediatamente después de atravesar la puerta comenzó a gritar que tenía mucho dolor y que le quitaran algo que en ese momento no se sabía que era:
—¡Sáquenla como sea, sáquenla!
Todo el personal alarmado fue a ver en que podían ayudarlo, cuando de pronto abrió el abrigo , dejando al descubierto un bebé el que sostenía con las manos; la criatura había sido penetrada, destrozada, sus órganos estallaron y al morir produjo un espasmo, que no permitía que el individuo se la "quitase de encima" sumado al dolor que tenía hizo que llegara al hospital. Se supo luego que el bebé era su sobrina de 10 meses, que la hermana dejó a su cuidado para ir a trabajar.
El horror de aquel cuadro dejó a todos sin reacción, salvo a Alberto que ante semejante espanto, sacó su arma reglamentaria y le disparó al hombre un solo tiro en el medio de la frente. El desalmado murió, pero el policía quedó en prisión debiendo purgar la condena por homicidio, con el atenuante de la emoción violenta, conmovido por el hecho de que las circunstancias lo superaron.
Todos lo que lo conocieron, prestaron declaración a su favor, hablando de su honestidad y don de buena persona, pero la sentencia estaba dictada y debió cumplirla. Después de salir de la cárcel, se jubiló y se fue a vivir en un pueblo con su esposa en un pequeño pueblo, donde todavía se los ve regando las plantas y tomando mates a la tardecita.
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Animales humanos...Crónicas de guardia.
Non-FictionAños de experiencia laboral en contacto con un gran abanico de bajezas humanas, muchas veces han conseguido minar mi espíritu. ¿De cuántas cosas podemos ser capaces?: ¡De todo! Estas historias son una recopilación de hechos reales guardados en la me...