Abre los ojos y descúbreme

Capítulo 16

Las cosas estaban resultando mejor de lo que alguna vez imaginé, Javier día a día me sorprendía con sus ocurrencias, con sus pequeños detalles, que lo hacía diferente a cualquiera que hubiese conocido antes. Después de aquella noche, en que nos entregamos por completo, mi corazón estaba más dispuesto, más accesible a él. Cada vez eran menos los momentos en que Tomás aparecía en mis pensamientos, aunque lamentablemente no podía desprenderlo totalmente, aún.

Javi llevaba cerca de tres semanas enfrascado en su campaña publicitaria. Contagiaba todo el lugar con su entusiasmo. Agostina y yo reíamos y disfrutábamos cada vez que llegaba a la casa saltando de un lugar a otro contándonos lo que había hecho, lo nuevo que había pensado, las celebridades que había conocido. A pesar de que su tiempo se le hacía insuficiente, jamás dejó de arrancarse para almorzar juntos o tomar el auto para salir a descubrir nuevo lugares.

No puedo negar que he pasado mucho tiempo sola, pero me gusta. Por las mañanas, me levanto temprano y corro, me acompaña Leone o León en español, un Golden Retriever hermosísimo de nuestro vecino Giuseppe, que con el solo ruido del pequeño cerco que envuelve nuestra casa, corre por entre los arbustos que separan ambas moradas y se me tira encima demostrándome todo el cariño que nos tenemos mutuamente.

Leone trota conmigo a través de esos paisajes otoñales que no me canso de apreciar y juntos hemos descubierto rincones recónditos realmente hermosos.

Una de esas tantas tardes con un sol tibio sobre nuestras cabezas, decidí salir en una bicicleta antigua que encontré en el garaje. Mi fiel compañero iba a mi lado a paso lento pero firme. Atravesamos un pequeño pero frondoso bosque que se encontraba a un par de kilómetros de Sant’ Agata.  Esta vez me bajé de la bici porque el camino era disparejo y con varias piedrecillas que dificultaban el pedaleo. Nos introdujimos entre ramas de enredaderas secas siguiendo el sonido del choque del agua contra las rocas, probablemente sería un riachuelo, pensé. Al llegar, me encontré con algo mucho más impresionante que eso. Era una especie de habitación cercada por paredes rocosas adyacentes de un inmenso cerro que las custodiaba, de él se desprendía una corriente que bajaba por sus laderas formando una pequeña cascada que desembocaba en un pozo profundo continuando su camino en un pequeño arroyo hacia el norte.  Todo rodeado por Abetos que dejaban escapar rayos de luz que se reflejaban en las aguas cristalinas formando pequeños arcoíris al hacer contacto. 

Feliz con mi descubrimiento, pensé, ¡Esto tengo que mostrárselo a Javi! Corriendo más rápido que Usain Bolt, hasta llegar a un terreno plano, me subí a la bici y regresé al pueblo, resolviendo que le prepararía una sorpresa. Como hoy  llegaría tarde, podría esconder todas las cosas y llevarlo a ese paraíso mañana por la mañana.

-¡Corre Leone! ¡Corre!- gritaba para que me siguiera escuchando sus patitas volar hacia mí.

Primero pasé a casa a buscar todo lo que necesitaba, saqué la Renoleta color verde de Agostina, sin pedírsela, porque no se encontraba en ese momento.  Cuando emprendí el viaje, rogué para que no se me quedara estancada a mitad de camino.

Le prepararía un picnic,-sí, lo reconozco, cursi, así como salen en las películas, con mantel a cuadritos, canasta y todo-, entonces tenía que comprar  lo necesario para una comida al aire libre. Recorrí los pasillos intentando interpretar lo mejor posible las etiquetas de los distintos productos. Me decidí por llevar unos quesos, fruta, frutos secos, pan baguette, con unas cremas que por apariencia parecían buenas,- ojalá así sea, resople- aceitunas y unos pastelillos de chocolate que de solo verlos no me pude resistir. ¡Vino! Eso me faltaba, mire y mire hasta que encontré uno chileno, que buena suerte, algo de casa- pensé con una sonrisa en el rostro. Después de haber encontrado todo lo que quería, me dirigí a la caja, pagué y subí las cosas al auto.